La prudencia

La prudencia

2 de Pedro 1:5-7

Un ejemplo claro de una persona que no supo tener dominio propio y se dejó dominar por sus emociones es Alejandro magno. En la película que hace poco se realizó sobre la vida de este hombre, podemos ver cómo el mismo, consiguió construir el imperio más grande de su tiempo, constituyéndose casi en toda la tierra conocida en ese entonces por los mediterráneos.

Sin embargo, mientras en lo externo, las conquistas se sucedían una tras otra, en lo interno, Alejandro perdía las batallas contra sí mismo. Al final dejó un gran imperio y murió dominado por sus impulsos, sin poder disfrutar nunca de lo que había logrado.

Es que como dice la Biblia, más vale dominarse a sí mismo que dominar un imperio.

Los ejemplos como el de Alejandro se suceden vez tras vez, enseñándonos la importancia de saber dominar sobre nuestras emociones y nuestras pasiones antes de que las mismas nos dominen a nosotros.

En la Biblia se nos habla del dominio propio o de la capacidad de controlarnos a nosotros mismos. He seleccionado siete versículos para que analicemos este término. En el griego, la palabra para dominio tiene varias traducciones.

La primera es prudencia. El diccionario dice de esta palabra: Prudencia es una de las cuatro virtudes principales, que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello.

La prudencia me indica si debo o no debo beber licor, la prudencia me indica si debo o no debo tener amistades que me instan a fumar, a beber o a usar un lenguaje soez. La prudencia me lleva a buscar de Dios, a leer su Palabra, a asistir a la iglesia, a prepararme para el futuro. En definitiva, la prudencia es tener la sensatez de distinguir que es bueno para mí a largo plazo y que es nocivo para mi vida, aunque a primera vista se vea seguro. Si nadie te ve, no hay problema, dirán algunos. Todo el mundo lo hace, dirán otros, lo importante es que te sientas bien dirán unos terceros. Sin embargo, puedes medir las consecuencias de una actividad determinada a partir de estos parámetros, la verdad es que no.

La segunda acepción es Templanza. En este caso el diccionario nos dice que la templanza es una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón. Si el anterior se refería a saber distinguir entre lo bueno y lo malo, este más bien se refiere a cuestiones de cantidad. Es decir, saber en qué medida es adecuado realizar una actividad determinada. Todo lo que se hace sin moderación, se sale de la templanza. Sea la comida, los juegos, etc., si abusamos de ellos, estamos cayendo en falta de dominio propio, es decir, eso que usamos se ha vuelto nuestro amo y nos domina. Pablo decía, para dar un ejemplo, Airaos pero no pequéis, no se ponga el sol sobre vuestra cabeza. Es decir que aun la ira se debe saber controlar, antes de que la misma nos controle a nosotros.

Otro tema muy relacionado con la templanza es las relaciones sexuales.  Dios bendijo al ser humano con la sexualidad, sin embargo esta está destinada para el matrimonio. Dejarse llevar por las pasiones desenfrenadas, es nocivo para nosotros.

Finalmente esta el ya mencionado dominio propio. En el diccionario, se dice de dominio: Poder que alguien tiene de usar y disponer de lo suyo. Aquí es importante hacer notar la diferencia con lo que hoy se entiende por libertad. Libertad se dice que es la capacidad de hacer lo que yo quiero. No obstante, vemos jóvenes esclavos de alcohol que no saben divertirse si no están borrachos. Hombres y mujeres esclavos de un estereotipo de belleza que los manipula y los obliga a comer o a deja de comer según su antojo. Gente que es capaz de gastar miles de dólares en operaciones para verse como dice el modelo que deben verse. Esto no es libertad, sino esclavitud.

La verdadera libertad está en la capacidad de tener dominio sobre aquello que hago, sin que lo mismo me domine. En este sentido, el dominio propio me da libertad para decir no cuando me quieren imponer una cierta cadena al alcohol, al cigarrillo, y tantos tipos de autoeliminación que ha desarrollado la sociedad contemporánea.

Con esto que hemos venido diciendo se hace más que evidente la importancia que tiene el dominio propio para nuestras vidas. Jefferson Pérez, atleta ecuatoriano dijo lo siguiente en cierta ocasión cuando le preguntaron porqué marchaba: “Marcho porque cuando lo hago se que estoy vivo. Y veo las plantas, y escucho los pájaros, los ríos, siento el sol, el viento, el frío. Y al final cuando llego a la cima digo gracias Dios por permitirme conquistar al rival más fuerte que tú inventaste… ese rival soy yo, mis miedos, mis debilidades, mis angustias y mis alegrías”.

Sólo sabiendo dominarnos a nosotros mismos podremos llegar lejos y nadie podrá quitarnos el fruto de nuestro esfuerzo. Un cantante decía: Pelea esta guerra porque la calle esta llena de rendidos… Y continua en diciendo: La batalla está dentro de ti y eres tu propio enemigo es de valiente saber combatir, yo te lo digo… Las personas que han sabido salir adelante son aquellas que supieron dominarse a sí mismos, es decir que supieron vencer sobre el desánimo, sobre la pereza, sobre la ira, sobre el resentimiento, sobre el miedo de quedarse solos, de no ser comprendidos, sobre el miedo de la burla de los demás y sobre tantos otros enemigos que están dentro de nosotros.

Sobre Alex Aguinaga y Jéfferson Pérez, el primero futbolista y el segundo marchista, dice Santiago Roldós: Más importante que los campeonatos del Necaxa fueron los meses en que Aguinaga jugaba partido sí, partido no; más importante que la celebración en Helsinki son los días de reflexión que tuvo que tomarse (Jéfferson) cuando las cosas no salían como quería. Ambos son campeones también del pensamiento: en un país donde el ejercicio intelectual está vilipendiado, casi estigmatizado como algo inconveniente o digno de vagos, nuestros campeones más admirados han sustentado sus sucesos deportivos en una mente fuerte, dispuesta, ante todo, al cambio.

Así estos dos campeones del deporte ecuatoriano nos enseñan una gran lección y esta es que cualquier victoria empieza venciéndonos a nosotros mismos. Sin embargo, cómo hacer para vivir con Dominio propio. La respuesta la hallamos en la misma Palabra de Dios. En Hechos 24:25 dice: Al disertar Pablo sobre la justicia, el dominio propio y el juicio venidero, Félix tuvo miedo y le dijo: "¡Basta por ahora! Puedes retirarte. Cuando sea oportuno te mandaré llamar otra vez." Y en 2 de Pedro 1:5-7 dice: Precisamente por eso, esfuércense por añadir a su fe, virtud; a su virtud, entendimiento; al entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.

Ambos textos nos señalan que el dominio propio viene luego de la palabra de Justicia, es decir el evangelio. Sólo en la medida en que nos nutramos debidamente de la Palabra de Dios y la pongamos en práctica, podremos empezar a fortalecernos en el dominio propio. La razón por la cual muchos cristianos no tienen dominio propio es porque no leen la Palabra de Dios y si la leen no la ponen en práctica en sus vidas.

Podemos vivir una vida de esclavitud, si así lo queremos, pero Dios nos llamó a la libertad y esta se conquista a través del domino propio.