Él entiende tus debilidades
Hebreos 4:15-16
Un amigo tenía un jefe con el que era imposible trabajar. No se trataba sólo de su opinión, sino que era la opinión de todos aquellos que habían trabajado para él. Según mi amigo, lo más frustrante de trabajar con este hombre era el hecho que este jefe era muy duro cuando alguien cometía algún error. Mi amigo hacía lo mejor que podía para hacer bien su trabajo, y de vez en cuando metía la pata. Pero en lugar de oírle decir: “Bueno, no te preocupes, nada más que la próxima vez hazlo mejor”, él decía: “Yo no sé que te pasa. Yo sé que tu trabajo es fácil, porque antes de que vinieras aquí, yo hacía tu trabajo y aparte el mío, y nunca tuve estos problemas. No sé como es que no puedes dejar de cometer tantos errores estúpidos”. Bueno, no es necesario decir que estas palabras no ayudaban en lo mínimo a la confianza de mi amigo. Pero lo peor del caso es que mi amigo admiraba a su jefe. Él tenía muchas otras cualidades que él quería imitar que le impedían ver sus demandas tan exigentes e irrazonables. Al igual que muchos otros empleados antes y después de él, mi amigo se tuvo que quitar de ese trabajo.
Con el paso de los años, ha habido una larga serie de ayudantes –casi 15-, de los cuales sólo unos cuantos han durado cuando mucho un año. Cada dos años hay un cambio completo de personal en esa empresa. Es una lástima, porque su incapacidad de tratar a la gente le ha impedido experimentar el éxito durante más de veinte años. Ésta es la pesadilla de cada empleado –trabajar para un tirano estricto, y creo que la única cosa que es peor es vivir con uno de ellos. Es una lástima que haya niños que van creciendo en este tipo de ambiente. Hace unos meses en el estado de California, EE.UU., un adolescente se suicidó por la razón de haber recibido una boleta con malas calificaciones. Las investigaciones encontraron que sus padres no habían abusado de él. Más bien, eran una familia aparentemente feliz, pero estos padres superestrictos y exigentes habían creado un ambiente en los que no se permitían los errores, por lo que su pequeño hijo decidió morir antes de enfrentar la desaprobación de sus padres.
Algunas veces es tentador proyectar esta actitud hacia Dios. Tenemos la idea de que Dios es un tirano, superestricto y desconsiderado cuando cometemos errores y que no está dispuesto a darnos una segunda oportunidad. Inclusive hay algunos predicadores que andan esparciendo esta manera de pensar, diciendo que si alguien llega a pecar después de ser salvo puede perder la salvación, y que una vez que se ha perdido la salvación, ya no es posible dar marcha atrás. Hasta utilizan (equivocadamente) algunos pasajes de la Biblia para apoyar sus ideas torcidas. Pero esto no es de sorprender, porque en el siglo cuarto, había una creencia general de que ciertos pecados cometidos después del bautismo no podían ser perdonados. Por eso, mucha gente posponía su bautizo hasta que tuvieran más edad y ya hubieran pasado las tentaciones de la juventud.
¿Cree usted que esta manera de pensar es una percepción clara de Jesús? ¿Usted cree que se parece al jefe de mi amigo, o a los padres del trágico jovencito? ¿Será que Jesús es un tirano, un desconsiderado e insensible? La respuesta -obviamente- es un NO. Él no es ningún tirano. En nuestro mensaje de hoy, veremos una faceta de quién es Jesús. Sabemos que él también fue el maestro más grande que ha habido -y muchas cosas más. No sólo vino a enseñarnos a cómo vivir, sino que también vino a salvarnos de nuestros pecados. Él pudo hacerlo porque, como la Biblia enseña, Él es el eterno Dios. Hoy vamos a examinar otro aspecto de la naturaleza de Cristo. Queremos considerar no sólo quién es Jesús, desde un punto de vista teológico, sino de una manera práctica: ¿Cómo es él? ¿Qué es tener con él una relación con él hoy? Hebreos 4:15-16 nos ofrece un vistazo de la naturaleza de Cristo que sin lugar a dudas nos parecerá consolador y reconfortante. Miremos lo que este pasaje enseña acerca de Jesús. Primero…
1. JESÚS COMPRENDE NUESTRAS DEBILIDADES (15) Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza…
Al comienzo de su ministerio, el Señor Jesús fue al desierto y allí ayunó durante 40 días. Al final de este tiempo, él fue tentado por el diablo. Jesús resistió la tentación y Satanás lo dejó, pero no para siempre. El libro de Lucas dice que cuando el diablo terminó de tentarlo, lo dejó por un poco de tiempo. Jesús no fue tentado en una única ocasión en el desierto. Él, al igual que nosotros, luchó y batalló día y noche con la tentación. Fue tentado a tomar venganza, de la misma manera que nosotros somos tentados. Él fue tentado a tener pensamientos impuros, al igual que usted y yo. Él fue tentado a perder la paciencia, a alejarse de Dios, de hacer su propia voluntad… al igual que a usted y a mí. La Biblia dice que él… (15)… fue tentado en todo, según nuestra semejanza -pero sin pecado. Él conoce las luchas que usted atraviesa. Él conoce el poder de la tentación; de hecho, él lo entiende más que cualquiera, porque él la ha soportado. Los humanos tenemos la tendencia a ceder ante la tentación. Caemos muy fácilmente, no le oponemos resistencia. En un sentido, no sabemos qué tan fuerte puede llegar a ser la tentación. Somos como la persona que dijo: “Soy capaz de resistir todo, menos la tentación.” Sólo la persona que ha resistido y no se ha dado por vencido puede en realidad comprender qué tan fuerte puede ser la tentación. Jesús vivió una vida perfecta. Él nunca pecó. Pero sí luchó cada día con la tentación, así como lo hacemos usted y yo. Y como resultado, él comprende nuestras debilidades. Un amigo me comentaba que la primera vez que trabajó con una computadora, se sintió acobardado por las personas con las que estaba, porque varios de ellos sabían más que él. Sin embargo, me comentó que sintió un gran alivio al encontrar a un capacitador que pacientemente le iba explicando cada función y cada tecla cuantas veces era necesario. Una vez le comentó a mi amigo: “Recuerdo qué es no saber nada acerca de las computadoras.” Él sí podía entender las debilidades de mi amigo. Y es de la misma forma en que Jesús comprende y entiende nuestras flaquezas. Cuando somos tentados, él sabe por lo que usted está atravesando. Pero. ¿Qué pasa cuando usted cae? ¿Todavía comprende o mueve su mano y nos saca de la familia de Dios? Hebreos nos enseña que…
2. NO DEBEMOS TENER MIEDO AL ACERCARNOS A JESÚS (16a) Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia…
Hay una parte en el cuento del Mago de Oz cuando Dorothy y sus acompañantes se acercan al Mago. Él respondía con bolas de fuego y una voz como de trueno, y eso llenaba de miedo a todos. O tal vez usted recuerde a papá cuando estaba molesto y usted se le acercaba para pedirle algo y él generalmente le respondía de mal humor o inclusive con gritos y de mal genio. Yo tengo la teoría de que algunos papás -por el geniecito que se mandan- en vez de haber estado los nueve meses en el líquido amniótico dentro de mamá, estuvieron remojados todo ese tiempo… ¡en vinagre! Ésta no es la manera en la que nosotros nos debemos acercar a Dios. Claro que él es más grande y más poderoso que el Mago de Oz y que nuestros padres, pero no tenemos que acercarnos a él con miedo. Se nos ha dado permiso para acercarnos a su trono con seguridad y confianza. Si lo pensamos bien, esto se trata de un enorme privilegio. El Dios de toda la creación nos permite acercarnos a cualquier hora para traerle nuestras peticiones. Y cuando nos acercamos a su trono, ¿qué es lo que encontramos? Encontramos a Jesús. Él siempre está deseoso de vernos, a cualquier hora del día o de la noche. Nunca debe usted sentir miedo al acercarse a Él. La tercera lección que la Escritura nos enseña es que…
3. JESÚS NOS PERDONA CADA VEZ QUE SE LO PEDIMOS (16b) …para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Cuando una persona va al banco a pedir una prolongación de algún préstamo, hay la posibilidad de que se lo den o que no se lo den. Cuando se falta a clases y necesita que le justifiquen la inasistencia, hay la posibilidad de que se la justifiquen o que no. Cuando ofendemos a alguien y le pedimos una segunda oportunidad para componer las cosas, es posible que nos den esa segunda oportunidad o que nos la nieguen. Nunca sabemos si la gente se va a compadecerse de nosotros cuando lo necesitamos. Pero hay una cosa de la que podemos estar seguros. Cada vez que usted le pide misericordia al Señor, él se la ofrece. La Biblia dice: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. (1 Juan 1:9) Existe un jueguito que jugamos todos los seres humanos que consiste en retener el perdón cada vez que podemos; creo que porque pensamos que al hacerlo nos ponemos en ventaja frente a los demás. Bueno, quizá muchas personas sean así, pero Jesús no. En una ocasión el apóstol Pedro se le acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuántas veces debería perdonar a mi hermano? ¿7 veces?” Algunos maestros judíos enseñaban que puesto que “el número siete es el número perfecto”, uno solamente debería perdonar a alguien siete veces, y de esa manera, la obligación de perdonar se había cumplido. Pero Jesús le dijo a Pedro: “No te digo siete veces, sino SETENTA veces siete”. Desde luego que Jesús no quería decir 490 veces literalmente. Él trataba de enseñar algo muy importante: que debemos seguir perdonando cuantas veces sea necesario. Sí, yo sé que esto va en contra de lo que creemos que es el perdón, pero déjeme recordarle mi amado hermano que ¡ÉSTA ES LA NORMA QUE EL SEÑOR USA PARA PERDONARNOS: CUANTAS VECES SEA NECESARIO! ¿Y cuántas veces es necesario? Díganme: CADA VEZ que pecamos. Uno de los pasajes que más me dejan apabullado cuando lo leo es este: De la manera que Cristo os perdonó, ASÍ TAMBIÉN hacedlo vosotros. (Col. 3:13) Y necesito recordármelo una y otra vez, a cada rato, para que no se me olvide: ASÍ TAMBIÉN COMO CRISTO… ASÍ… Hace dos meses aproximadamente fui testigo de lo totalmente contrario a lo que dice este pasaje. Al entrar en una tienda de artículos de computación me di cuenta que había un policía deteniendo a un hombre como de 55 años de muy escasos recursos supuestamente por intento de robo. Según sus explicaciones, él no había cometido el robo, sino que un joven le pidió que le ayudara a sostener un aparato y luego huyó. Al querer seguir al joven, la encargada de la tienda creyó que este hombre se lo estaba robando y ahí lo detuvieron. El momento más dramático fue cuando se hincó frente a la encargada para suplicarle perdón, ya que él no lo había hecho y además tenía a su madre muy enferma en el Hospital O’Horán. La mujer no estaba tan segura de que el hombre fuera culpable; sin embargo no se inmutó ante las inútiles suplicas de aquel infeliz hombre. Más adelante llegaron más elementos de la policía y se lo llevaron. Esta mujer no sabe cómo Dios la perdonó en Cristo, y cómo debió haber perdonado. Hay en el vr. 16 de Hebreos 4 dos aspectos del perdón de Dios que no quiero que perdamos de vista. Primero, que hay misericordia. Misericordia significa que se nos suelta del anzuelo, que se nos da otra oportunidad. Segundo, que hay gracia. Gracia es la obra que él hace en nuestros corazones, es la fortaleza de Dios para vencer el poder del pecado. En otras palabras, Dios no sólo nos perdona nuestros pecados, sino que nos da gracia para ayudarnos en momentos en los que necesitamos el oportuno socorro.
CONCLUSIÓN
Jesús dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” Cuando llegamos a conocer a Jesús, llegamos a conocer a Dios. Lo que la Biblia nos dice es que Él no es ningún ogro ni ningún tirano como algunas veces falsamente se le acusa. En realidad, somos nosotros los tiranos. Nosotros somos los desconsiderados. Nosotros somos los que no perdonamos. Nosotros somos los imperfectos que con mucha frecuencia retenemos el perdón que nos piden los demás, como si esto nos hiciera de alguna manera superiores a ellos. Sin embargo, Jesús nos enseña lo que significa ser verdaderamente compasivo y misericordioso. Él vivió una vida perfecta y sin pecado, pero al mismo tiempo él comprende nuestras debilidades, y nos da permiso para acudir a él a cualquier hora, con la seguridad de que siempre encontraremos perdón y fortaleza. Entonces, acerquémonos a su trono con confianza, para recibir misericordia y gracia en el momento que más necesitemos socorro.