Viviendo como siervos de Dios

Viviendo como siervos de Dios


1 Pedro 2:17

Como creyentes en nuestro Señor, debemos estar atentos a una de las cosas que más nos identifican como cristianos, que es un mandamiento dado por Jesús a sus discípulos. Y éste es el amarnos los unos a los otros pues en eso verían los demás que hemos estado y estamos con Jesús.

En este pasaje encontramos 4 cosas que el apóstol Pedro recomienda a los creyentes, dos de ellas relacionadas con nuestros hermanos y las otras dos referentes a nuestro Señor.

Honrad a todos, esto es, respetarlos de acuerdo a la justicia que merece cada uno y también viéndolos como superiores a nosotros mismos. Temer a Dios, es temer a ofenderlo con cualquier tipo de ofensa. Honrad al rey se refiere a respetar a las autoridades, pues éstas han sido puestas por el Señor.

Una de estas peticiones es la que trataremos más esta noche, y ésta es: Amad a los hermanos.

En la versión 1909 dice “amad a la fraternidad”. La palabra griega adelfótes significa hermandad y esta palabra se presenta sólo una vez más en el Nuevo Testamento y se encuentra en el capítulo 5: 9.

Esta palabra es derivada de adelfós, que significa primeramente un hermano según la carne, hijo de los mismos padres, pariente cercano o remoto; indica descendencia en línea directa.

Bajo este significado restringido de la palabra, nuestro texto diría: amad a los que son ligados por vínculos de sangre. Y esto nos enseña que los vínculos naturales crean una relación recíproca de amor.

En Ezequiel 37:15-22 se muestra el significado de hermandad, basada en esos vínculos de sangre. Dice así: Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, toma ahora un palo, y escribe en él: Para Judá, y para los hijos de Israel sus compañeros. Toma después otro palo, y escribe en él: Para José, palo de Efraín, y para toda la casa de Israel sus compañeros. Júntalos luego el uno con el otro, para que sean uno solo, y serán uno solo en tu mano. Y cuando te pregunten los hijos de tu pueblo, diciendo: ¿No nos enseñarás qué te propones con eso?, diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo tomo el palo de José que está en la mano de Efraín, y a las tribus de Israel sus compañeros, y los pondré con el palo de Judá, y los haré un solo palo, y serán uno en mi mano. Y los palos sobre que escribas estarán en tu mano delante de sus ojos, y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su tierra; y los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos ellos por rey; y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos.

Podemos ver claramente en este pasaje que la unidad es el concepto más alto de la hermandad, y que Dios es su autor y su centro.

En el capítulo 8 de Zacarías se narra que los profetas fueron enviados para reconstruir el templo como medio para asegurar la unidad y evitar disgregación, que resultó en la desunión de los vínculos de hermandad.

En el capítulo 11 del mismo libro, este pensamiento está escrito en un hermoso lenguaje metafórico. Dios se presenta como un buen pastor con dos callados llamados “Gracia” y “Ataduras”, representando el cayado Gracia el pacto para con Dios, y el cayado Ataduras, la hermandad de las tribus. Por tanto, muestra que Ataduras no puede ser deshecha hasta que Gracia lo sea.

Esto significa que la separación de los vínculos de hermandad está siempre precedida de la separación de Dios. Así dice este pasaje: 10 Tomé luego mi cayado Gracia, y lo quebré, para romper mi pacto que concerté con todos los pueblos. 14 Quebré luego el otro cayado, Ataduras, para romper la hermandad entre Judá e Israel.

Nos queda claro que el que peque contra la hermandad hace muy evidente su separación de Dios.

En donde hay un vínculo de sangre, hay una obligación a amar. Pero en nuestro texto la palabra hermandad tiene un segundo significado, el cual se refiere a la afinidad antes que la de consanguinidad.

¿Cómo es que se aplica esto? Los que componen la hermandad, nuestros hermanos, son parientes de sangre y este parentesco nos viene de la sangre de Jesús; fuimos comprados por precio, por la sangre derramada y el cuerpo quebrantado, acto tal que hoy venimos a conmemorar. Los intereses son comunes y estos constituyen la unidad.

Cristo murió por cada uno de nosotros y, por tanto, tenemos intereses comunes; gozamos de una común salvación, como lo menciona Judas en su verso 3: salvación para ti, salvación para mí.

Además de esto, hay también una unidad en padecimientos como lo menciona el apóstol Pedro en su primera carta. Por tanto, es una unidad de compra, de intereses, de padecimientos, que nos hace hermanos.

Por esto mismo el pensamiento del texto de 1 de Pedro 2:17, en su sentido más amplio, se expresa en tres pasajes de la escritura que dicen así: Mateo 12:50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre., 1 Cor.1:2 a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: Gálatas 6:10 Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.

Si tú perteneces a la familia de la fe y yo también; si invocas el nombre de Jesús y yo también lo invoco; si Él es tu Dios y también el mío; y si tú haces la obra de Dios y yo también, éstas, pues, son las pruebas de los vínculos que nos atan y nos hacen hermanos, y si somos hermanos existe pues la obligación de amarnos mutuamente.

Amar la hermandad, fraternidad o a los hermanos en su sentido más amplio, significa que debemos amar a toda persona que pertenezca a la familia de la fe, sea cual fuere su denominación.

Si es creyente en Jesucristo, si es hijo de Dios, no importa cuáles sean nuestras diferencias, es nuestro hermano y debemos amarle.

Si invoca el nombre de Dios y nosotros invocamos el mismo nombre, ahí en la unidad de la oración, ante el gran trono santo, somos constituidos hermanos y tenemos la necesidad de amarle como hermano.

Si lo veo dando los frutos del Espíritu Santo: amor, gozo, paz, etc. Y lo veo haciendo la voluntad de Dios, mostrando en su servicio práctico que ama al Señor, debo amarle como hermano.

Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey

Por tanto, honremos a todos nuestros hermanos ministros y viceministros, diáconos, presidentes de departamentos, maestros de escuela dominical, puesto que cada uno de ellos fue puesto ahí para honrar y servir a nuestro Señor.

Y debemos amarles y respetarles en el temor reverente a nuestro Dios, puesto que tenemos el vínculo de unión perfecto, unidos por Gracia y por Atadura en las manos de nuestro Señor.

Y honrar al rey, para buen testimonio y ejemplo a los demás. ¿Ya pagaron sus impuestos?

Vivamos como siervos de Dios.

Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey

La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos nosotros. Amén.