Una fe viva
Santiago 2:14-26
Introducción
Se ha dicho en Hebreos 11:1 que “la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” es creer sin antes haber visto. Continúa diciendo el autor de Hebreos que “Gracias a ella fueron aprobados los antiguos” (v. 2 NVI). Fue la fe la que llevó a hombres como Abraham, Moisés, Elías, entre otros a hacer grandes y buenas obras que agradaron a Dios y los destacaron del resto de los hombres de su tiempo. Al considerar la vida de estos siervos de Dios se puede notar a simple vista que lo que caracterizaba su fe es, que ésta era activa y no pasiva. Era una fe que actuaba, no se limitaba únicamente a contemplar a Dios sino a hacer su voluntad.
Una fe semejante requiere el cristiano de hoy si es que en realidad desea agradar a Dios e impactar su mundo. El creyente en Cristo ha sido llamado a tener una fe que se manifieste, no que permanezca escondida en la guarida de su mente. Es lamentable que en todos los tiempos existan personas que sólo se conformen con creer sin hacer nada de valor que cambie sus vidas y redunde en beneficio para quienes le rodean. Pensando en esto he querido hablarles de la fe que Dios espera de sus hijos, una fe viva, la cual consta de otro ingrediente vital además de solamente creer.
I. Una fe viva es inseparable de las buenas obras. V 26
Puede resultar confuso para algunos este asunto de la fe y las buenas obras, pues dan la impresión de ser dos cosas distintas, y más cuando leemos que Pablo en Romanos 4 y Gálatas 3-4 se pronuncia en contra de las obras.
Para dar claridad en este asunto es necesario decir que las obras a las que Pablo se refiere son las obras de la ley, tales como: la circuncisión, guardar el sábado, las leyes dietéticas, etc. Estas eran las prácticas que diferenciaban a un judío de un gentil, y a principios de la era cristiana algunos judíos convertidos al cristianismo quisieron imponerlas a los creyentes gentiles.
En cambio, Pablo aprueba y considera necesarias obras como amar al prójimo, ayudar a los necesitados, mantener la unidad, proclamar el evangelio las cuales son obras de justicia. Dichas obras evidencian la realidad de la presencia de Cristo en la vida de una persona.
A este punto se refiere Santiago en su escrito. Él no concibe, y como en efecto es, a personas que digan tener fe sin realizar acciones que vayan en pro de la humanidad y que demuestren fiel obediencia a Dios. Un cristiano auténtico hará buenas obras como consecuencia de su salvación.
II. Una fe viva justifica. V. 20-25
En los escritos de Pablo él usa el término “justificado” cuando se refiere al hecho de que Dios declara que un pecador ha sido absuelto, este era un significado nuevo en aquellos tiempos. Santiago usa la palabra en el sentido original o sea que una persona es declarada justa. Se refiere a lo que se ve en las acciones de las personas, y no a lo que hay en su corazón. Por ejemplo: un juez es considerado justo cuando absuelve al inocente, condena al culpable y no acepta soborno, aunque no ha creído en Jesús como Salvador.
El sujeto de este ejemplo es justo a la luz de las obras, pero no a la luz de la fe (delante de Dios)
A diferencia de este, el creyente en Cristo debe manifestar ambas, es decir, debe creer en Cristo pero también hacer las cosas correctamente, en conformidad con lo que Jesús hizo, con lo que enseñó y de acuerdo a los principios generales que arroja la palabra de Dios.
Santiago coloca el ejemplo de Abraham y el de Rajab. El primero (Abraham) llevó una vida piadosa, de constante obediencia a Dios, hizo todo lo que era correcto (llevó a cabo buenas obras), pero también le creyó a Dios (Gen. 15:6), en otras palabras, tuvo fe en él.
La segunda (Rajab) tenía fe en Dios, ella había escuchado de las grandes proezas de Jehová a favor de Israel, pero confirmó esa fe salvando la vida de los dos espías que Josué había enviado a Jericó (Jos. 2). Tanto Abraham como Rajab creían en Dios, pero también obraron justamente delante de él y por ello fueron justificados.
Muchas personas en el mundo creen que Jesús es el Hijo de Dios, que vino al mundo, murió, resucitó y que es el Salvador, pero aún así no han tenido un encuentro personal con él que transforme sus vidas, y es por ello que sus obras no son acorde a las enseñanzas del Señor, por lo tanto no son justificados por esa fe que dicen tener, pues es sólo intelecto y no convicción.
Es necesario confrontar al mundo y a nosotros mismos con esta realidad, la vida cristiana es creer y hacer. Creer que Jesús es el Hijo de Dios, el Salvador y hacer lo que él manda, esta es una condición absoluta, no puede ser negociada. No hay justificación sin fe y no hay fe sin demostración de buenas obras. Con la fe somos salvos y con las obras confirmamos y demostramos esa salvación: “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica” Romanos 2:10
III. Una fe viva se demuestra. V 14, 17, 20
Santiago, se refiere a una fe que consiste en la mera aceptación intelectual, teórica, de las verdades religiosas sin llegar a ser obediencia práctica a Dios. A esta fe sólo teórica Santiago contrapone no unos hechos sin fe, sino una fe viva, que se muestra con los hechos.
La verdadera fe ha de demostrarse con acciones. Si en realidad una persona cree en Cristo como su Señor y Salvador debe manifestarlo con obediencia a su Palabra. Esta obediencia no es otra cosa que llevar a la práctica lo que su Señor enseña, es decir, realizar buenas obras, las cuales son agradables a Dios.
Este asunto de la fe y las obras, debe verse desde la óptica correcta, pues de no ser así el enfoque recaería sobre uno de los dos temas, propiciando así serias desviaciones. Si el énfasis es en las obras, el resultado sería una conducta semejante a la de los fariseos: muchas obras pero corazones alejados de Dios. Si el énfasis recae sobre la fe sin más, sería simplemente intelectualismo, tal persona es simplemente un simpatizante más.
La vida cristiana genuina demanda personas que vivan lo que creen; que demuestren con sus acciones en quien han creído; que le muestren al mundo más que un discurso, calidad de vida. En los tiempos actuales se requiere con urgencia que los hijos de Dios se manifiesten a la humanidad. Hay muchas necesidades en derredor ante las cuales la fe en Jesucristo puede ser la solución.
Una fe viva ora pero también actúa. Santiago brinda un ejemplo (v. 15-16) en el que una persona mira a su hermano(a) desprovisto(a) de bienes como la ropa y el alimento, y ante esta situación sólo profiere unas palabras de bendición. Esta actitud está bien, pero no es completa, además de bendecirlo con sus palabras debería haberle provisto de vestido y alimento, de esa manera la fe que tenía en Dios como proveedor para su hermano(a) hubiese estado completa y consumada. “La fe debe ir del pensamiento a la acción”.
Conclusión
Les he hablado de una fe viva, la cual: primero, es inseparable de las buenas obras; segundo, justifica; y tercero, se demuestra.
¿Cómo consideras que es tu fe en Dios?
¿Tus acciones son consonas con lo que crees?
¿Cómo respondes ante las necesidades de tu prójimo?
El llamado de Dios consiste en tener una fe viva, que demuestre la obediencia a Él, el conocimiento de su palabra y el amor al prójimo. Es tiempo de revivir la fe, si así se requiere, y de dar grandes muestras de ella que glorifiquen a Dios y testifiquen al mundo.
¡Aviva y demuestra tu fe!
La fe sin obras es una mera ilusión y las obras sin fe un total fracaso.