Una clara identidad
Juan 1:19-28
Introducción
La ignorancia es la causa de muchos errores y por ende de muchos fracasos. Lo correcto es que tengamos la mayor cantidad de información en cuanto a un asunto a la hora de emprenderlo. La cuestión es, que muchas veces la cantidad de información recibida dependerá de cuanto interés tengamos de aprender.
En el ministerio cristiano sucede algo semejante, Dios nos ha dado su palabra con toda la información necesaria para emprender la vida y la misión que nos encomendó nuestro Señor Jesucristo. A través de ella podemos aprender en que consiste el cristianismo, cuales son las limitaciones, el alcance y muchas cosas más que son de gran utilidad.
Todo cristiano ha de preocuparse por conocer ampliamente todo lo concerniente a su nueva vida, por saber a ciencia cierta en que consiste su nueva identidad. Tomando esto en cuenta quiero hablarles de “Una clara identidad”.
I. Consiste en saber quienes somos. V. 19-23
Juan el Bautista era conocido por muchas personas de la época, pues lo habían escuchado predicar. Seguramente la presencia de Juan en ese tiempo causó muchas inquietudes, lo que queda demostrado con la acción que tomaron algunos de los judíos al enviar a preguntarle quien era.
Juan era respetado por su autoridad y su sinceridad, es por ello que estas personas se acercan a él con plena confianza de que les dará una respuesta clara y concreta. Dice la Escritura que confesó con franqueza que no era el Cristo, ante la pregunta de si era o no Elías respondió “no”, luego le preguntaron si era el profeta y de la misma manera negó serlo.
Llegado el momento, le revela a sus interrogadores cuál es en realidad su identidad, lo hizo con estas palabras: “yo soy la voz del que grita en el desierto”. Como se puede notar, Juan tenía una clara identidad, él conocía cual era su lugar en el ministerio de Cristo en la tierra.
He aquí un gran ejemplo que trae consigo una enorme enseñanza, esta es: “que todo creyente debe conocer quien es en la obra del Señor, debe saber que lugar ocupa”. Esto no debe entenderse como algo de jerarquía, sino como un asunto de funciones y responsabilidades. La Biblia enseña que todos los hijos de Dios somos miembros del cuerpo de Cristo (12 Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo. 13 Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu 1 Corintios 12:12-13), y como tales tenemos funciones. Para realizar esas funciones hemos sido capacitados con ciertas habilidades conocidas bíblicamente como dones espirituales.
En la iglesia, todos somos importantes, cada uno tiene algo que hacer, en la viña del Señor hay lugar para todo aquel que desee trabajar, pero es importante que cada uno sepa para que lo ha capacitado el Espíritu Santo que es quien reparte los dones como el quiere.
“Una iglesia en la que sus miembros trabajen de acuerdo a las capacidades que le han sido otorgadas será más eficaz y eficiente en el desarrollo del ministerio”
Pero para que esto sea posible es necesario que cada uno sepa con claridad quien es en la obra del Señor, es decir, que conozca sus dones y talentos, y que además los dedique plenamente al servicio a Dios.
II. Consiste en saber cuál es nuestro mensaje. V. 23
Además de conocer su identidad Juan también sabía muy bien cuál era su mensaje: “Enderecen el camino del Señor”. Esta frase significa “cambiar de conducta y convertirse a Dios”, “reformar las cosas”, “hacer correcta las relación con Dios perdida por el pecado”. Justamente eso era lo que él enseñaba, no pretendió añadir, quitar ni innovar.
Los vendedores de líneas de productos de cualquier naturaleza son sometidos a muchos cursos, en ocasiones intensivos para conocer a profundidad lo que han de ofrecer, este conocimiento tiene mucha utilidad a la hora de encontrarse con un posible cliente. Si es así con las cosas materiales, que son perecederas ¿cuánto más debería ser con las espirituales?
Es un reto y a la vez una necesidad que los creyentes conozcan profundamente el mensaje que predican. La importancia de este conocimiento radica en que se puede presentar a otros con mayor facilidad y seguridad, y además, sirve para hacer frente a las fuentes de error.
Esta enseñanza bíblica nos presenta una invitación, que va dirigida a todo miembro de la iglesia de Cristo que entienda cuál es su misión y que desee servir con dedicación. La invitación es a escudriñar profundamente la palabra de Dios, hacerla parte de su vida y de su estudio diario. El mensaje que predicamos requiere de personas verdaderamente comprometidas con la obra del Señor y con su palabra, que entiendan la necesidad de salvación que hay en el mundo, y por ello la urgencia de salir a pregonar el evangelio, pero también su responsabilidad ante Dios.
III. Consiste en saber a quién servimos. V. 23-27
Juan reconoció que la obra que hacía no era por él ni para él. Entendía que había sido elegido y comisionado para ello aún desde la antigüedad, ya que responde usando las palabras del profeta Isaías. Estas palabras de Juan demuestran además de su clara identidad, la sumisión, el reconocimiento y la obediencia a aquel que era y es mayor que él.
Era tal el reconocimiento y la sumisión de Juan a Jesús que llegó a decir: “A él le es preciso crecer, pero a mí menguar” Juan 3:30. El saber a quien servía le permitió saber quien era y cual era su mensaje.
En estos tiempos es preciso entender que el servicio que se presta en la obra no es para la iglesia como tal ni para alguna persona en particular, sino para el Señor que nos llamó, nos envió y nos dará también la recompensa. Basados en este principio debemos asumir las actitudes correctas ante la iglesia, los programas y el ministerio en general. Fue este pensamiento el que ayudó a los grandes hombres de Dios a mantenerse firmes y luchar hasta el final, aun cuando este fuera su muerte.
Por saber a quien servía, Juan el bautista no temió denunciar la inmoralidad de Heródes; por saber a quién servían, los apóstoles no temieron predicar ante tanta oposición. Una actitud semejante deberíamos asumir nosotros hoy en día, veamos como se expresa el apóstol Pablo:
6 Por esta razón, te vuelvo a recordar que avives el don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. 7 Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 8 Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, prisionero suyo. Más bien, sé partícipe conmigo de los sufrimientos por el evangelio, según el poder de Dios. 9 Fue él quien nos salvó y nos llamó con santo llamamiento, no conforme a nuestras obras, sino conforme a su propio propósito y gracia, la cual nos fue dada en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo; 10 y ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Cristo Jesús. El anuló la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio, 11 del cual he sido puesto como predicador, apóstol y maestro. 12 Por esta razón padezco estas cosas, pero no me avergüenzo; porque yo sé a quien he creído, y estoy convencido de que él es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.
2 Timoteo 1:6-12
Servimos al Señor Todopoderoso, al que tiene el dominio de todas las cosas en sus manos, este es el aspecto más importante de nuestra identidad: “a quién servimos”.
Conclusión
Les he hablado de una clara identidad, la cual consiste en: saber quienes somos; saber cuál es nuestro mensaje; y saber a quién servimos.
¿Sabes quién eres en la obra del Señor?
¿Conoces tu lugar dentro de la iglesia?
¿Estás consciente del llamado que Dios te ha hecho y para qué?
Todos tenemos un lugar y algo que hacer dentro de la iglesia, pues fue Dios quien nos eligió y nos colocó aquí. ¿Estás trabajando en función a eso?
¿Conoces a profundidad el mensaje que se nos encomendó predicar?
¿Estás dando a conocer ese mensaje?
¿Cuánto tiempo dedicas a escudriñar las Escrituras? Y ¿Con cuanta frecuencia lo haces?
La palabra de Dios es vital en la vida cristiana, por eso es tan necesario que la estudiemos, la practiquemos y la enseñemos.
¿Dónde centras tu pensamiento al realizar actividades de la iglesia?
¿Con que actitud lo haces?
¿Cuál es tu motivación?
El centro del evangelio y de la vida cristiana es Jesucristo, por lo tanto todo debe ser hecho con dedicación a él, a pesar de las circunstancias, pues es a él a quien servimos.