Un sufrimiento que produce fruto
Marcos 5:21-34
Introducción
El Dr. en filosofía Brian Clowes, quien es Director del Instituto de Capacitación para la Vida y la Familia de Human Life International, escribió un artículo titulado: ¿Tiene Sentido el Sufrimiento Humano? (con respecto a la enfermos terminales y la eutanasia) en donde argumenta que el sufrimiento es NECESARIO en nuestras vidas; pues cumple dos grandes propósitos en nosotros, el de la purificación y el de ganar mérito ante Dios. Durante su pequeño escrito el Dr. Clowes implícitamente dice que no debemos rehuir el dolor del sufrimiento; pues este nos fortalece, y que quien sufre debe ser tratado humanamente con palabras de animo y nuestra compañía. Termina diciendo que debemos respetar el sufrimiento que nos sobrevenga; pues si así lo ha determinado la voluntad de Dios, así debe ser. ¿Que opinan usted de semejantes palabras? Pero ¿Es la actitud que nos sugiere el Dr. Clowes la que debemos tener ante el sufrimiento? ¿sufrir por sufrir? ¿Nacemos para sufrir y nada más? ¿Será cierto que aquí solo venimos a eso?.
Déjeme decirle que el propósito original de Dios no ha sido el sufrimiento; sin embargo ha sido consecuencia de la desobediencia de nuestros padres (Adán y Eva) por eso tenemos que vivirlo; pero lo cierto también es que Dios puede usar este sufrimiento para producir en nosotros un fruto que traiga gloria a su nombre y bendición a nuestras vidas. En alguna ocasión nuestro hermano Ricardo Mian Castillo nos compartía que hay dos tipos de sufrimiento: el estéril y el que produce en nosotros algo positivo; y creo que cada uno de nosotros podemos elegir en Cristo hacía donde dirigir nuestro sufrimiento. Y es precisamente hoy como Jesucristo nos enseña como un sufrimiento no debe ser algo estéril, sino una oportunidad para conocerle más y de recibir de él bendición y gracia.
I. Un sufrimiento que produce fe (v.26, 27) “cuando oyó hablar de Jesús, …”
En su libro “Hasta el Armagedon” , el Dr. Billy Graham dice: “El sufrimiento ha sido nuestro más fiel compañero a lo largo de la historia de la humanidad; pues ha estado con nosotros en tiempos de guerra y de paz” Es cierto el sufrimiento ha convivido con nosotros en múltiples circunstancias, es algo común a ricos y pobres, sabios e ignorantes, buenos y malos; todos hemos vivido y viviremos situaciones que traiga a nuestra vida sufrimiento. Un buen ejemplo es el pasaje que hoy nos ocupa. Se nos dice que Jesús recién había liberado a un hombre en Gadara, decidió regresar a Galilea y fue recibido por una gran multitud (v. 21) Pero también fue recibido con una petición especial: Jairo, principal de la sinagoga tenía a su hija agonizando y requería de que el Señor fuera a verla y sanarla (vv.22, 23) Jesús atiende a dicha petición, a pesar de la multitud que les rodeaba y apretaba (v. 24)
En eso aparece en escena nuestro sujeto de estudio. “Una mujer que desde hacia doce años padecía flujo de sangre” (v.25) no podemos precisar que enfermedad padecía esta mujer; pues los datos que tenemos son muy pocos para determinar, lo verdaderamente cierto es que ya eran 12 años de estar con ella; al parecer no era una insignificante salida de sangre sino que había mermado sus fuerzas físicas y anímicas pues le había llevado a gastar todo lo que tenía en encontrar la cura a su mal (v.26) Lo más seguro es que durante ese tiempo su felicidad y expectativas de vida se había visto seriamente afectadas. ¿Quien con 12 años de enfermedad puede vivir como si nada? 12 años de sufrimientos en su cuerpo, que habían terminado con su belleza, su fuerza, su animo y sus esperanzas. Pero además de lo ya por si duro de la enfermedad, se nos dice que había que añadir que: “había sufrido mucho de muchos médicos…” (v. 26a.) procedimientos dolorosos y molestos y pensar que hasta vergonzosos; además de haber caído posiblemente en manos de charlatanes de la medicina que en conjunto con otros truhanes le habían robado.
II. Un Sufrimiento que Produce Valor (v.27b, 28) “…vino… y tocó su manto…”
En varias ocasiones ya he mencionado mi definición de la palabra valor: Atreverse a actuar a pesar de nuestro miedo. Podemos pensar en que todos estos años de sufrimiento han dejado a esta mujer llena de miedos y traumas; pero a pesar de estos la mujer se atrevió a ir a donde esta Jesús y entremeterse en la multitud y entre empujones y apretujones intentar llegar a Jesús. Y en medio de esta muchedumbre la mujer se atreve, contrario a lo que muchos pueden pensar, es una mujer que valientemente se atreve a tocar tan solo el manto del Señor. ¿En que consistió su valentía? en tan solo creer que tocando el borde del manto de Jesús podía ser sanada. En medio de este mundo tan lógico se requiere ser valiente y creer en que los métodos y formas de Dios son reales y aplicables en medio de nosotros y en esto consiste el valor de esta mujer enferma. Las formas en las que Dios actúa resultan incomprensibles para nuestra mente limitada; nunca la razón y la lógica pueden ser los parámetros para medir la actividad divina, pues los recursos del Señor son ilimitados y escapan a nuestra mente. Sin embargo el que no entendamos el actuar de Dios no anula su actividad a favor de nosotros; solo debemos atrevernos a creerle a Él, solo en Él atrévase a confiar en Dios.
Atrévase a confiar como lo hizo toda una nación para escapara del cautiverio egipcio; atrévase a creer como lo hizo un anciano de 80 años de que Dios era capaz de usarle en el ocaso de su vida y así conquistar la tierra de Canaan ; atrévase a creer como lo hizo un niño frente a un gigante de que con tan solo una roca podía derribarlo; atrévase a creer como ese pescador que fue a pescar un pez y encontrar unas monedas dentro de él para pagar sus impuestos; atrévase a creer como esos dos que bajo las ordenes de su maestro fueron y tomaron prestado un pollino para la entrada triunfal; atrévase a creer como aquel apasionado apóstol que veía el cielo con sus cansados ojos; atrévase a creer como esta mujer que confiaba que con tal solo tocar el manto del Señor podía quedar sana.
III. Un sufrimiento que produce confesión (v.33) “…y se postró delante de Él, y le dijo toda la verdad”
Y entonces ocurrió el milagro “Inmediatamente la fuente de su sangre se secó y sintió en el cuerpo que estaba sana de su azote” (v. 29) Podemos ver claramente como opero la sanidad en esta mujer ¿fue paulatinamente? ¡No! Fue inmediatamente ¿la sanidad fue solo percibida mentalmente? ¡No! se nos dice que su cuerpo, su carne experimentó el alivió de aquella enfermedad que hacía 12 años la había aquejado. Se había realizado el milagro; pero en eso Jesús se detiene y percibe que de Él había salido poder (v.30) y pregunta “¿Quién ha tocado mis vestidos?” (v.30) ¿Acaso a Cristo le había robado la sanidad? ¿acaso la mujer pudo “robarse la sanidad”? Enfáticamente respondemos ¡¡No!! Jesús es Dios con nosotros y el sabe todas las cosas; solo deseaba que aquella que había sido sanada no quedará en el anonimato, que el los frutos de su sufrimiento fueran conocidos; para la honra de Dios la vergüenza del diablo y testimonios a las naciones. “Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de Él y le dijo toda la verdad” (v. 33)
Frente a frente; Jesús y la mujer; está plenamente convencida de aquel que estaba frente a ella; convencida de que ese hombre no era cualquiera; no era un milagrero, un médico charlatán como aquellos que le habían causado mucho sufrimiento; sino alguien digno de reconocimiento; su actitud de postrarse delante de Él no solo fue agradecimiento; sino un acto de adoración y alabanza. Años de sufrimiento se vieron bellamente terminados a los pies de su libertador y sanador. Su sufrimiento la había conducido a dejar su auto conmiseración y lanzarse a encontrar una solución definitiva; no mágica; sino real y absoluta; pero una vez obtenida era pertinente confesarlo, admitirlo y reconociendo quien era el autor de aquella extraordinaria sanidad. Que bellas palabras de Cristo a la mujer para despedirla “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad” (v. 34)
Desafío
Que triste esperanza nos da el Director del Instituto de Capacitación para la vida; “sufre, ese debe ser tu destino y debes vivirlo con resignación” El sufrimiento es un compañero que nos acompaña a lo largo de nuestra vida; pero este no debe ser para siempre ni lo único en nuestra vida; sino que Dios lo usa para acercarnos a Él. Esta mujer tiene el mérito de no dejarse vencer por las adversidades y de no refugiarse en su sufrimiento para recibir compasión; sino que este sufrir la movió a creer adecuadamente; a atreverse a creer a toda costa en lo imposible y además a confesar a todas las naciones de todos los tiempos lo que el Señor había realizado en su vida. Hagamos nosotros lo mismo en nuestro sufrimiento movámonos a confiar en Jesús para libertad, atrevámonos a creer en lo imposible y a confesarlo a todas las naciones; pues así fue como nació la fue en la mujer de nuestra historia de hoy.