Un padre tonto
Lucas 15:11-32
Introducción.
En un artículo titulado “Padres más padres”, la autora Martha Debayle afirma que “Las generaciones de padres jóvenes están cambiando gradualmente…” y que estas nuevas generaciones están adoptando una “nueva paternidad” que se caracteriza por una negativa a la violencia y un énfasis en la convivencia afectuosa y democrática. Sí, ahora ser papá es muy diferente de lo que fue con nuestros padres y abuelos. Anteriormente la figura paterna representaba la dureza de la familia. Les tocaba a los papás ser la parte fea de la “película gacha”, encargados de castigar, gritar, amenazar y hasta disciplinar con golpes cuando las cosas se salían de control. Esto ha redundado no solo en una mala imagen de los hombres como padres, sino que muchos son los testimonios de hijos que desearían no haber tenido papá. Sin embargo, según Martha Debayle esto está cambiando, pues la actitud de una “Nueva Paternidad” está teniendo un gran auge, sino en todo el mundo. Esto es muy alentador, sobre todo para los hijos y desde luego para los papás. Pero esta idea de un padre afectuoso, responsable, justo, y amado, en realidad no es tan nueva como dicen los expertos. Pues la Biblia nos habla en más de un pasaje de modelos de padres que bien podrían haber revolucionado esto de la “Nueva Paternidad” desde hace siglos, pero no ha sido así a causa del desconocimiento de la voluntad de Dios.
Jesús nos enseña en una de sus más conocidas parábolas un modelo de papá que no es muy popular, pero que sin duda es muy efectivo a la hora de amar a los hijos. La parábola del hijo pródigo es generalmente un pasaje que se enfoca en la conducta del hijo menor, más que en la actitud de papá. Sin embargo es el papá de este joven alocado el que hoy ocupa nuestra atención, pues su manera de tratar a sus hijos nos modela la forma más adecuada de guiar a nuestros hijos. Pero antes de entrar en materia, me gustaría que contextualizáramos un poco al padre de la historia, para que podamos entender mejor el papel de padre.
Esta es la historia de un hombre con dos hijos varones, siendo el menor de los dos quien le sorprendería con una extraña petición: “Padre, dame la parte de los bienes que me corresponden…” (v. 12). Según la costumbre judía había dos formas de recibir una herencia; la primera era a través de un testamento después de la muerte del padre; y la segunda era por donación en vida, aunque en esta modalidad no se podían hacer uso de los bienes hasta que el padre muriera. Hacer uso de la herencia con el padre en vida era una gran afrenta al padre, pues lo tomaba por muerto o poco importante. Así pues este hijo cometió una gran falta de respeto hacía su padre; pero lo curioso es que el padre accedió a su petición y pareció no darle importancia “…y les repartió sus bienes” (v. 12). Este joven hijo también abandonó a su padre, violando todas las reglas culturales y religiosas de su tiempo. Tampoco le importó despilfarrar lo que a su padre debió costarle mucho trabajo y sufrimiento (v. 13) y entonces surge una pregunta ¿Por qué permitió el papá estas cosas? ¿Por qué no hizo nada? La historia nos dice que este hijo llegó a lo más bajo “…se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos” (v. 15). Todo por lo que su padre había trabajo, había sido echado a la basura, malgastado en excesos y prostitutas; pero ahora en la calle y con hambre, decide seguir enlodando el nombre de su padre ¿Cómo? Sirviendo en un lugar, limpiando cerdos. Animales que para los hebreos eran considerados inmundos; pero que por hambre este hijo aceptó cuidar; el punto es que bajó un peldaño más y entonces con hambre: “…deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los cerdos…” (v. 16). Su vida, ya era un desastre, no había algo más bajo a donde caer, pero precisamente en esos momentos, se hizo la luz en su mente y su corazón “Y volviendo en sí…” (v. 17), lo que significa que se arrepintió, aunque hay quienes dicen que también significa “Tomar conciencia” es decir, darse cuenta de todo lo que ha hecho, de todo lo que ha perdido, y de todo lo que ha lastimado su relación con su padre. Y Entonces toma la valiente, pero difícil decisión de: “Me levantaré e iré a mi padre…” (v. 18), iba dispuesto a regresar, pero además con la idea de confesar su pecado y pedir perdón (v. 18). ¿Cuál debiera ser la actitud del padre ante estas situaciones? ¿Qué nos dice la experiencia?, ¿qué ocurre en situaciones como estas? La lógica y la razón nos dictan que el padre debería actuar con dureza, castigando al hijo desobediente, ponerlo a prueba hasta restaurar la confianza, pedirle cuentas de todo lo que ha hecho y echarle en cara cómo ha enlodado nuestro nombre. Esto harían muchos padres con hijos así, es más, me atrevería a decir que hasta estos padres con nueva actitud paterna no escaparían a la tentación de decirle a un hijo así “Te lo dije” o “Sabía que vendrían con la cola entre las patas reconociendo que yo tenía razón”. Sin embargo, el padre de la historia de Jesús, actuaría insensatamente; su respuesta a esto sorprendería y más de uno lo llamaría tonto, porque al parecer trataría con impunidad al desobediente. Sí, hermanos, el padre de este joven a los ojos de este mundo, de nuestras culturas, lo llamarían un padre tonto, un padre insensato. Pero déjeme decirle, que así quiere Dios que seamos con nuestros hijos; ¡Si!, Dios quiere que usted como papá actué como este tonto y ame a sus hijos. Pero, ¿cómo actuó este padre? Hoy le animo a que descubramos cómo deben actuar los padres tontos, los padres espirituales, los padres del reino con sus hijos. Dejemos que sea la Biblia quien nos enseñe esto.
I. Un Padre Tonto es Amoroso (v. 20) “…lo vio su padre,… y se echó sobre su cuello, y le besó”
Jesús nos dice que una vez tomada la decisión, el joven: “Y levantándose, vino a su padre…” (v. 20), muy seguramente este hijo desobediente no iba presentable, muy seguramente iba sucio, no solo del cuerpo sino también del alma. Su imagen reflejaba el uso y abuso que él había hecho de su vida. ¿Cómo debía actuar el papá de este joven? Decíamos hace un momento que un padre “normal” descalificaría la conducta de su hijo; pero sorprendentemente este padre no lo hace. Para empezar desde el principio no se opone a su deseo de tener dinero e irse lejos de él y vivir su vida. Pero aún más, no defiende su dignidad ante los demás, no detiene a su hijo ¿Por qué? Por amor. ¿Amor? Sí, este padre ama más a su hijo que su propia necesidad afectiva o a su reputación. Déjeme decirle que aunque el padre lo deja ir, en ninguna parte se dice que estuviera de acuerdo con él; pero sabía que retenerlo no le ayudaría; no le enseñaría a valorar lo que tenía y mucho menos, valorar a su padre. Y eso es amor. Un padre tonto es amoroso, no vengativo ni rencoroso. Se nos dice que el padre una vez que distingue a la distancia que aquel andrajoso, mal oliente y descalzo joven es su hijo, entonces “…corrió, se echó sobre su cuello y le besó” (v. 20); el joven no sabe cómo será recibido, ha venido todo el camino pensando las palabras y las excusas más efectivas para obtener el perdón de su padre; pero al igual que nosotros es sorprendido, el papá no espera a que el hijo se acerque, no espera a que el hijo toque la puerta, no se queda en su lugar haciendo gala de dignidad, sino que al verlo corre a estrecharlo en sus brazos. Correr y abrazar en la cultura judía era algo poco digno de una persona mayor, pero al padre no le importan esas cosas, lo que le interesa es su hijo y que ha regresado con bien. Fue el apóstol San Pablo y muchos años después, Martin Luther King quienes dijeron que el amor es la más grande virtud que el ser humano puede desarrollar. Al principio mencionaba este estereotipo que durante siglos han llevado con mucho orgullo los papas, el ser lo castigadores, los ejecutores, los malos de la película; pero pocas veces nos damos la oportunidad de ser la parte amorosa de nuestros hijos, en eso las mujeres nos llevan ventaja (y hasta diría que se aprovechan de ello), pero en el reino de Dios, los padres actúan ante estas situaciones de manera amorosa, afectuosa, tiernamente. Nuevamente Martha Debayle, especialista en relaciones padres e hijos dice que los hombres que desarrollan la ternura son más inteligentes, íntegros mentalmente, más sanos que aquellos que cumplen con el estereotipo machista. ¿Qué necesitaba el hijo de la historia de Jesús? ¿Golpes? ¿Humillaciones? ¿Castigos? Ya los había recibido de la vida; por que es la vida, la que se encarga de enderezarnos, de corregirnos y de enseñarnos el camino a casa. Padre de familia que me lees o que me escuchas, ¿cuándo fue la última vez que le diste un beso y un abrazo a tu hijo o hija? Crees que ya son lo suficientemente grandes como para expresárselos, o ¿crees que a los hijos varones no se les debe mostrar amor? Te escudas en el diabólico argumento “Yo no los recibí, por lo tanto no sé cómo darlo” y, ¿qué haces para remediar esa situación? ¿Qué pasos has llevado acabo para resolver eso que sabes que te detiene a ser amoroso con tus hijos? Lo triste del asunto es que son muchos lo papás que prefieren seguir siendo considerados “normales” a ser considerados “tontos” por amar incondicionalmente a sus hijos. Antes de terminar este punto hay que hacer una clara diferencia, el papá de la parábola no aplaude a su hijo en su pecado, sino que le aplaude por su regreso, por su arrepentimiento. ¿Cómo es un padre tonto? Es una persona que demuestra amor, sobre todo cuando las cosas son más difíciles de resolver. El hijo regresa, el padre corre a su encuentro, lo abraza y lo perdona con un beso, símbolo de perdón y aceptación como hijo. Juan el apóstol dice: “…no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1ª Jn 3: 18)
II. Un Padre Tonto es restaurador (v. 22) “…sacad el mejor vestido, y vestidle…”
Un padre “normal” actuaría muy diferente al papá de este joven rebelde. Muy seguramente después de reprocharle sus errores le impondría una dura prueba con el propósito de volver a tenerle confianza. Pero este tonto papá lo que hace, después de recibirlo con besos y abrazos, es que decide darle más. Este joven venía en condiciones francamente lamentables, pues su oficio era el de cuidar cerdos (v. 15), un oficio no muy limpio que digamos. Seguramente este joven no había querido perder tiempo en arreglarse para ver a su padre, por lo que su aspecto debió haber sido muy desagradable, sucio, mal oliente y descalzo; el papá se percata de esto y ordena a sus criados: “Sacad el mejor vestido y vestidle…” (v. 22). Este hijo es tratado como huésped distinguido; pues le son cambiados sus andrajos por vestimentas dignas y aptas, lo que le confiere ante todos alta distinción, un alto honor de parte de su padre, en otras palabras le da reconocimiento de hijo digno ante los demás. Además dice a sus criados: “…y ponedle un anillo en su mano…” (v. 22), símbolo de autoridad, pero también de pertenencia y pacto. Las tribus antiguas sellaban sus alianzas y se identificaban a través de pedazos de metal en forma de aro que colocaban entre sus dedos. Así pues el padre refuerza la idea ante todos de que ese mal oliente y rebelde joven es su hijo y que por lo tanto debe ser tratado con decoro y respeto, le da reconocimiento y autoridad. Por último dice: “…y calzado en sus pies” (v. 22); por estas instrucciones dada a los criados, podemos estar seguros que el hijo llegó descalzo ante su padre; pero su padre ordena que calcen sus pies con zapatos, los cuales solo eran usados por las personas del alta jerarquía. Todo esto con la sola idea de restaurar a su hijo ante sus propios ojos y de los demás; hizo todo esto como si nada hubiera pasado; aunque ellos sabían que sí había pasado y que todo se había solucionado. Pero hay más para este hijo. No sólo el papá lo viste de “pipa y guante” sino que organiza una gran fiesta en la que mandó: “…traed el becerro más gordo y matadlo y comamos y hagamos fiesta…” (v. 23), algunos pensarían que este es un padre de impunidad, pero no, es un padre que restaura después de que la vida ha enseñado duramente al hijo a valorar a su padre; por eso decimos que a los ojos de los demás, este es un padre tonto. Susan Forward autora del libro “Padres que odian” dice que la gran mayoría de las personas que son padres, piensan que satisfacer las necesidades físicas de un hijo son las más importantes; y que poco o nada hacen en relación a sus necesidades afectivas, espirituales. Es decir no les importa en realidad lo que piensan o sienten, creen que los hijos solo están aquí para obedecer sin importar como se sienten. El padre tonto no piensa igual, a él sí le importa como se siente su hijo, sabe como se siente porque lo conoce. Sabe que está arrepentido, sabe que ha sufrido, sabe que la vida lo ha tratado mal, sabe que ha vivido el fruto de sus malas decisiones, sabe que tiene el corazón hecho pedazos, pero también sabe que lo que menos necesita son otros latigazos en su vida; y sabe que lo que necesita es sentirse cobijado, protegido, apoyado, restaurado con su papá. Muchas veces nos guardamos lo mejor para los demás y olvidamos a nuestros hijos. ¿Cuántas veces no ha escuchado que se deben guardar ciertas cosas o comidas para cuando haya visitas? ¿Cuántas veces no somos capaces de hacer sentir a nuestros hijos que son especiales? Hermanos, no debemos tener visitas para tener un hogar confortable y acogedor o limpio, tampoco deben visitarnos para que comamos de manera especial. Cuando hacemos esto le estamos dando el mensaje a nuestros hijos que son menos que nada en su casa y esto no debe ser así. Los hijos se equivocan, aunque los tengan a ustedes como perfectos padres; son humanos y son susceptibles a fallar y sufrirán las consecuencias de sus errores pero, ¿cómo debemos actuar? La gente le va a decir muchas cosas; pero Dios le dice: Restaura a tu hijo, hazlo sentir especial, dale lo mejor que tienes, hazlo sentir especial, amado, apoyado y sobre todo cobijado por ti. Sandy era un joven de 28 años, morena a quien no parecía faltarle nada, sin embargo estaba gravemente deprimida. Dijo sentirse insatisfecha con todo lo que tenía en la vida. Se encontraba casada y con el deseo frustrado de embarazarse, pero sin éxito, lo que conducía a una mala relación con su marido. Un día fue a almorzar con sus padres y ellos le dijeron que lo más seguro es que no podía embarazarse por aquel aborto que se había practicado siendo muy joven. Esto lastimaba mucho a Sandy, pues era una constante en su vida; siempre todas las conversaciones que tenía con sus padres terminaban en “aquel error” que les lastimó y avergonzó enormemente. Ya habían pasado más de 10 años y todavía se lo recordaban como si hubiera sido ayer. Sandy luchaba con sus propios recuerdos y remordimientos y para colmo tenía que añadirle el castigo constante de sus padres que le recordaban su “pecado”. Así actúan los padres normales, no estoy diciendo que el aborto que se practicó Sandy estuviera bien o que lo que hizo el hijo pródigo fuera bueno, pero ya las circunstancias les habían cobrado la factura de su desobediencia; ¿por qué seguir lastimándolos más? El padre tonto recibió a su hijo como Dios nos recibe a nosotros y nos restaura. ¿Cómo?, siendo generoso y dándonos un valor importante ante sus ojos.
III. Un padre Tonto es Justo (v. 28) “…y le rogaba que entrase”.
Hay que recordar que este papá tenía dos hijos, uno le había salido malo y al parecer el otro era bueno. A simple vista esto es así; pero lo cierto es que el otro hijo, el mayor no era tan bueno como se creía, pues al enterarse de que su hermano había regresado se une a aquellos que criticarían a su padre por “consentidor”; nos dice que: “Entonces se enojó…” (v. 28), él pensaba como muchos, que debía actuar con justicia, según él, pero lo cierto es que no estaba siendo justo, estaba siendo malo. Posiblemente en su mente pasaba las imágenes en las que su padre pasaba las horas esperando a ese ingrato hijo; parecía ver claramente como su anciano padre oraba por aquel que lo había deshonrado. Y ahora se da cuenta de que ese mismo padre que sufría por su hijo lo recibe como huésped distinguido como si nada hubiera pasado y se enoja decidiendo quedarse fuera de toda loca celebración; a manera de protesta silenciosa, decide no participar de tal festejo: “…y no quería entrar” (v. 28). El papá se da cuenta y sale a buscarlo “…y le rogaba que entrase” (v. 28) ¿No que muy buen hijo? Ahí lo tiene haciendo sufrir a su padre. En realidad a él no le importaba su padre, lo que en realidad le importaba eran sus propios intereses. Le reclama a su padre que él siempre ha sido obediente y que nunca le ha faltado al respeto, pero que de nada ha valido todo eso, pues nunca ha tenido un festejo como el que hoy le ha hecho a su hermano desobediente (v. 29, 30). ¿Es acaso que este papá tonto sea injusto? Definitivamente no, es un hombre que trata con justicia a sus hijos. En el reino de Dios el concepto de justicia es muy diferente que en la tierra, pues mientras que para nosotros justicia tiene que ver con leyes, su cumplimiento y castigo, para Dios tiene que ver con dar a cada uno lo que necesita, no más ni menos sino lo justo, lo exacto. Cuando el hijo menor pidió a su padre y éste accedió, el texto nos dice lo siguiente: “…y les repartió los bienes” (v. 12), está hablando en plural, esto es que al hijo mayor también le toco su parte. Ahora déjeme decirles que según la costumbre hebrea los hijos más chicos solo recibían un tercio de los bienes del padre, el resto era para el hijo mayor; luego entonces este enojado hijo había recibido más que su alocado hermano mayor. El padre había cumplido justamente hacia sus dos hijos. Luego, el hijo mayor reclama que nunca ha tenido una fiesta como la que su hermano tiene y que nunca le ha dado algo para compartir con sus amigos (v. 29). Sin embargo la respuesta del papá refleja su sabiduría y justicia: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas” (v. 31.) Este hijo todos los días podía gozarse de la compañía de su padre y de su favor, cosa que el otro no había podido tener. Ahora nuevamente es importante remarcar que el padre no está festejando la vida desordenada, ni la rebeldía del pasado de su hijo menor, sino más bien su regreso, su reencuentro, su cambio, su reconciliación. El hijo mayor no disfrutaba de aquello porque no quería, pues todo lo tenía a su disposición. En ningún momento se nos deja ver que el padre le hubiera negado absolutamente nada, si no lo disfrutaba no era porque no lo tuviera, sino porque no quería. ¡Qué difícil es guiar a más de un hijo! Sobre todo en lo referente a los derechos y obligaciones; pero es nuestro deber ser justos con nuestros hijos, no tener favoritismo o inclinarnos hacia alguien porque es más bonito o más inteligente o más responsable u obediente; se deben amar por igual, aunque el trabajo con cada uno es diferente. El padre tonto no trató al hijo mayor como al más joven, pues ambos eran muy diferentes y diferentes eran sus circunstancias. Pero sí les dio igualdad de oportunidades, amor y de privilegios. Ambos podían acceder a el papá cuando quisieran, ambos fueron bendecidos con herencia, para ambos los brazos estaban abiertos; el que uno de ellos no hiciera uso de esos beneficios no tiene nada que ver con el papá, sino con su propia decisión. Pero un padre debe ser justo ante todos sus hijos y darse por igual a todos.
Desafío
Rick Hoyt fue un niño que al nacer tuvo complicaciones, pues el cordón umbilical se enredó en cuello ocasionándole hipoxia y por consecuencia parálisis cerebral (su cerebro funciona perfectamente, únicamente es que no tiene control o dominio sobre su cuerpo), esto convirtió a Rick en un niño especial por sus serias limitaciones. Limitaciones que no detuvieron el amor de Dick su padre, quien a lo largo de varios años se ha inscrito e inscrito a su hijo Rick a competir en las más duras competencias deportivas de Australia, como el IronMan. Su historia de amor de padre por su hijo ha trascendido las fronteras y nos deja un enorme desafío a todos lo que somos y serán papás. Pero además la Biblia nos habla de otro papá maravilloso que contrario a Dick no tenía hijos discapacitados, sino sanos y fuertes, y que el menor de ellos lo hizo padecer mucho, pero es su ejemplo lo que hoy nos ministra a aprender a como ser un papá efectivo. Muchos lo tacharían de tonto o insensato, pero lo cierto es que a los ojos de Dios y de sus propios hijos fue el mejor padre de todos. Hoy en el marco del día de padre, tomemos la difícil pero importante decisión de ser como este hombre, un papá tonto, un papá amoroso, un papá restaurador y un papá justo. Dejémonos amar por Dios que es nuestro padre y expresemos este mismo amor a nuestros hijos; amémoslos como Dios nos ama, en el poderoso Jesús.