Resolviendo el dolor de la perdida
Juan 11:1-44
Introducción
Una mañana de octubre de 1993, Rhonda Gill, de 24 años, se quedó inmóvil al oír a su hija de cuatro, Desiree, sollozando quedamente en el cuarto de estar. Caminó de puntillas a la puerta y vio a la pequeñita de pelo oscuro abrazando y acariciando un retrato de su padre, fallecido hacía nueve meses.
–Papito -dijo en voz baja- , ¿por qué no regresas?
A Rhonda, mujer menuda y morena que además de madre era estudiante universitaria, se le rompió el corazón. La muerte de su esposo Ken, le había causado un profundo pesar, pero ver a su hija tan afligida le resultaba insoportable. ¡Si pudiera librarla de este dolor!, pensó. Radicados en Yuba City, California, Ken Gill y Rhonda Hill se habían conocido cuando ella tenía 18 años, y después de un vertiginoso noviazgo se casaron. Su hija Desiree, nació el 9 de enero de 1989. Ken, hombre atlético de 1.90 metros de estatura, tenía un carácter afable que le había atraído la simpatía de todos. Cuando nació su hija, quedó prendado de ella. “Esta chiquilla es el amor de su padre”, le decía Rhonda a la gente, ante la mirada de orgullo de su marido. Padre e hija iban juntos a todas partes; a caminar, a pasear en un vehículo especial para la arena y también a pescar percas y salmones en el río Feather. Luego sobrevino la muerte de Ken, y la pequeña lejos de resignarse a ella, con el tiempo, se empeñó en negarla. “Papá no tardará en llegar” le decía a su madre. “Esta trabajando”. Y cuando jugaba con su teléfono de juguete, hacia como que platicaba con él: “Te extraño, papá. ¿Cuándo vas a regresar? La mamá intento varias formas, para ayudar a su hija a superar la perdida de su papá. Salían por las noches a mostrarle las estrellas para que al señalarle una, la niña pensara que su padre la iluminaba desde el cielo; esto solo lograba que la niña saliera de noche y con ojos llorosos buscara la estrella de su padre. Dos veces la llevaron con el psicoterapeuta infantil, pero ni eso dio resultado. Como último recurso, Rhonda llevó a la niña al cementerio, para ver si la imagen de la tumba la hacia aceptar la muerte de su padre; pero solamente dijo:
-Tal vez si pongo mucha atención podré oír lo que papá me diga.
Más adelante, una noche en que Rhonda esta arropándola en la cama, Desiree anunció:
-Mamá, quiero morirme para estar con papá.
¡Ayúdame, Dios mío! Dijo Rhonda. ¿Qué más puedo hacer?
¿Que podemos hacer, cuando alguien o nosotros mismos experimentamos una perdida tan grande? Ningún ser humano se escapa a la experiencia del dolor de una perdida. Perder a alguien o algo es parte de nuestra existencia y a lo largo de la vida sufrimos muchas pérdidas. Una pérdida origina dolor. Cada persona percibe de manera diferente sus pérdidas. La mayoría de las pérdidas aparecen como negativas para el que las experimenta: la muerte de un ser querido, la pérdida de bienes materiales y/o enfermedades limitantes. Sin embargo otras pérdidas se reconocen más difícilmente. Ya que no derivan en principio de hechos desagradables: las pérdidas originadas por el crecimiento, los cambios de situación; el nacimiento de un hijo, pérdida de independencia y libertad -el traslado de casa, de ciudad. Todo cambio, positivo o negativo, implica una pérdida y la necesidad de hacer un duelo. Estamos convencidos que solo cuando alguien muere, es cuando experimentamos el dolor de una perdida; pero esta experiencia es solo la más característica; pero como ya lo mencione anteriormente, todo cambio en la vida acarrea una perdida y por lo tanto un dolor. Los especialistas nos dicen que el duelo (Dolor) tiene al menos 5 etapas, que de ser bien trabajadas se puede resolver el dolor de haber perdido algo o a alguien. Pero además la Biblia nos enseña en este día que Jesús es un elemento fundamental en el proceso de recuperar la esperanza cuando se ha sufrido una perdida. Hoy les animo a que juntos descubramos en la Palabra de Dios como Jesús ayudo a una familia a recuperar la fe, la dicha, la esperanza, después de haber perdido a un ser querido.
I. Lo resolvemos cuando lo compartimos con Jesús (v. 3) “Enviaron pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo”
Betania se ubica a tan solo 3 kilómetros de la ciudad de Jerusalén, y es donde vive una familia muy especial. María, Martha y el más joven, llamado Lázaro. Esta familia ocupaba un lugar muy especial en el corazón del Señor Jesús. Y es precisamente a esta familia a la que la desgracia toca la puerta de sus vidas. La Biblia nos dice que un día Lázaro enfermo (v. 1), no se nos dice exactamente de que, pero si podemos entender que debió ser una enfermedad importante que ponía en riesgo la vida de Lázaro. Tan grave era su estado que María y Martha toman la decisión de mandar llamar a Jesús (v. 3) con la intención de que lo sanará. Sin embargo Jesús al enterarse toma otra decisión que para muchos resulta incomprensible. Jesús decide posponer su regreso dos días más (v.6) Mientras tanto el estado de Lázaro empeoró al punto de que cuando Jesús llega Lázaro ya había muerto “Vino, pues, Jesús, y halló que hacía cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro” (v. 17) La escena que observa Jesús a su llegada a Betania, puede resultarnos a muchos algo familiar; pues el dolor de la perdida de un ser querido es algo en lo que todos podemos identificarnos. María y Martha estaban en su casa, recibiendo las condolencias de parte de amigos, familiares y vecinos (v. 19) Entonces algo hace saber a Martha que el Señor Jesús había llegado (v. 20). Martha deja lo que esta haciendo y encamina sus pasos hacía Jesús y cuando esta frente a Él le dice: “Señor, sí hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto” (v. 21); María igualmente cuando llega delante de Jesús le hace el mismo reclamo: “Señor, sí hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano” (v. 32) en ambas ocasiones, tanto Martha como María habían expresado su sentir, y lo habían hecho con lagrimas en sus ojos “…al verla llorando” (v. 33)
Cuando experimentamos una perdida, y esta nos causa dolor, ese dolor es manifestado a través de las lagrimas; Sin embargo, quien sabe de donde hemos sacado la idea de que no debemos expresar nuestro dolor. En algunas ocasiones he visto en la T.V. cuando algún artista muere, los que comentan la noticia, dicen que los familiares han mostrado una gran fortaleza por que no han derramado lagrimas durante la despedida; de igual forma en algunos funerales u hospitales he visto y conocido personas que reprimen sus lagrimas; pues creen que son signos de debilidad y que hacen daño. En lo personal creo que esta mal, pues reprimimos nuestras emociones, cuando debiéramos dejarlas fluir libremente. Según J. Ripio Espiau dice en su trabajo “El duelo”: “Las emociones que se sienten al ser expresadas ayudan; al identificarlas desahogan y sirven para que las penas fluyan” Tenemos a dos mujeres que recién perdieron a su hermano menor y no tiene ningún reparo en manifestarle a Jesús su sentir. Tenemos que reconocer que la iglesia cristiana ha promovido a lo largo de su historia la negación de sus sentimientos ante situaciones tan terribles como la perdida. Es muy cuestionado por muchos cuando un hermano llora durante una perdida importante (muerte, enfermedad, crisis económica, etc); el mensaje implícito y explicito del triunfalismo cristiano lleva a muchos a creer que no podemos compartir con Dios nuestros sentimientos de dolor. Creemos que si decimos a Dios como nos sentimos realmente, Dios nos rechazara; sin embargo, la Biblia nos enseña algo totalmente diferente; vemos a Jesús delante de dos mujeres heridas, de dos mujeres llorosas, dos mujeres, que se siente defraudadas hasta cierto punto, y que no ocultan sus verdaderos sentimientos. Y no vemos a Jesús descalificándolas, al contrario se identifica con ellas y su dolor “Jesús lloró” (v. 35). Cristo nos entiende, porque él había perdido a un muy buen amigo, alguien dirá “Bueno, pero es Jesús” y a esto el autor a los Hebreos nos dice: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades…” (Heb. 4: 15) Jesús sabe, lo que usted sintió, Dios sabe lo que significa perder a alguien importante en la vida, vio morir a su hijo en la cruz, vio como lo hicieron pedazos, y al menos por un tiempo supo lo que era perder algo. ¿Cómo podemos resolver nuestro dolor ante una perdida? Compartiéndola con Jesús, sincerándonos con él, no se preocupe si sus palabras, o emociones no son teológicamente adecuadas, lo que importa es que usted se abra ante Cristo y establezca un puente de comunicación poderosa. Fue Samuel Clark quien dijo: “Nada hace más hermosa la faz de un cristiano, cuando la limpia con sus lagrimas”
II. Lo resolvemos cuando somos consolados por Jesús (v. 25) “…Yo soy la resurrección y la vida…”
San Tomas de Aquino dijo: Tan solo un necio trata de consolar a una madre ante su hijo muerto” y en verdad no existen palabras que puedan aligerar la perdida. En un artículo de la revista “Apuntes Pastorales” leí de un testimonio de un hombre que había perdido a un ser querido y cuando llegaron sus amigos a tratar de confortarle, hubo quienes le dieron todo un tratado acerca de la muerte, de la vida, de los buenos momentos, del cielo, etc; sin embargo en su interior solo había el deseo que se callaran y se fueran, sin embargo hubo alguien que tan solo lo abrazo y sin decir nada estuvo cerca de él. Al paso del tiempo, el doliente podía afirmar que no recordaba nada en claro de quienes le hablaron, pero podía sentir todavía el calor afectuoso de quien solamente le acompañaba. Jesús llega a Betania, se encuentra con un amigo recién muerto y enterrado; pero también se encuentra con el trágico escenario de dos hermanas dolidas y devastadas. Estas se acercan a Jesús y postradas a sus pies le expresan sus sentimientos; Jesús los comparte; pero, estoy convencido que sólo Jesús escapa a la afirmación de Tomas de Aquino; pues el eterno, el autor de la vida, es el único que tiene palabras de consuelo y esperanza. Jesús dice a María: “Tu hermano resucitará” (v. 23), María recibe con agrado el consuelo, pero todavía no entendía la trascendencia de la afirmación de Cristo. Más adelante dice: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque este muerto, vivirá” (v. 25) esta es una de las declaraciones más poderosa de Jesús; María no esta oyendo a un profeta, no esta oyendo a un rabino, tampoco al sumo sacerdote, mucho menos a un charlatán; esta escuchando al mismo Dios, dueño de la vida. Su Palabra es más que bonitas frases inspiradoras; son poder de Dios para todo aquel que cree en ellas. Personalmente puedo dar testimonio que han sido las palabras que más han impactado mi vida, a la edad de 15 o 16 años, cambiaron por completo mi visión de la vida y la muerte. Cuando estamos en medio del dolor de una pérdida, viene Jesús a nuestras vidas y nos da palabras poderosas de aliento, de esperanza, de vida, de amor; Jesús nos abraza, nos acompaña, nos habla con el propósito de consolarnos. Hace una semana compartía con ustedes de una mujer a la cual le diagnosticaron cáncer en las glándulas tiroides, su reacción ante la perdida de su salud, fue la de buscar motivos para reír, nos compartía que buscaría revistas de chistes para que la risa le ayudará a no caer en depresión; bueno ella puede buscar maneras de ayudarse; pero creo que hay alguien mejor que un buen chiste que puede darnos consuelo en medio del dolor. El Salmo 23 nos dice: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo (Sal. 23: 4) este versículo nos da importantes enseñanzas, primero que la muerte es solo una sombra, no algo absoluto, y en segundo lugar que Dios promete estar siempre con nosotros, acompañándonos en todo momento. ¿Cuándo resolvemos nuestro dolor? Cuando nos dejamos consolar por Jesús y le creemos. Fue Benjamín Franklin quien dijo: “Un Padre es un tesoro, un hermano un consuelo, un amigo es ambos” Deja que Jesús consuele tu vida; por ser tu mejor amigo.
III. Lo resolvemos cuando dejamos actuar a Jesús (v. 11) “…Lázaro duerme; más voy a despertarle”
Platón fue un filósofo griego que vivió de los años 427 al 347 y dijo una vez: “Frío e insípido es el consuelo cuando no va envuelto en algún remedio” Eso lo sabe perfectamente Jesús. ¿Recuerda que al principio del relato Jesús deja pasar dos días para llegar a Lázaro? Decía que algunos no encuentran sentido a esta decisión del Señor; y en verdad muchas veces no veremos en sentido a las cosas que Dios hace; pero lo que si podemos ver que nada escapa a los propósitos eternos de Dios. Jesús tenía en su mente y corazón planes perfectos para Lázaro y su familia. Cristo sabía lo que era mejor para ellos como familia, cuando decide regresar a Betania dice a sus discípulos: “…Lázaro duerme; más voy a despertarle” (v. 11) desde ese momento Jesús había revelado sus propósitos para su amigo, no pensaba dejarlo solo y mucho menos convertir el final de su vida en una tragedia. Rick Warren dice: “Los propósitos de Dios son más grandes que nuestros problemas” Ya en Betania y después de haber escuchado a María y Martha, y de consolarles, Jesús pide ir al lugar en donde han sepultado a Lázaro (v. 34), a esto Martha le dice: “Señor, hiede ya, porque es de cuatro días” (v. 39) Sin embargo el Señor le dice: ¿No te he dicho que si cree, verás la gloria de Dios? (v. 40) en momentos de perdida y dolor, nuestra fe es fuertemente sacudida, es probada, y tenemos que reconocer que dudamos del poder y amor de Dios; una de las fases del duelo es la ira; etapa en la cual nos enojamos con todo y todos, entre ellos con Dios, hay quienes resuelven esto, sin embargo hay muchos que no lo han resuelto y han pasado años y siguen sin admitir que están enojados con Dios y necesitan reconciliarse con Él. Muy posiblemente Martha y María estaban enojadas con Jesús por haber estado allí cuando más lo necesitaban; pero Jesús no solo fue a consolarlas, sino fue a darles algo más; Jesús oró a Dios y clamando a gran voz dijo: “¡Lázaro, ven fuera! (v. 42) y entonces ocurrió el milagro de la vida: “Y el que había muerto salió…” (v. 44) ¿Qué había hecho Jesús?
Les devolvió le esperanza perdida; les volvió a su hermano muerto, les dio un sentido nuevo a sus vidas. Desde luego que no estoy prometiendo que esto ocurrirá de la misma manera, pues debemos ver detrás del milagro la enseñanza eterna de Jesús; Martha y María habían perdido a su amado hermano y con él todas sus esperanzas y alegría de vivir; pero solamente Jesús actuando en sus vidas pudo regresarle su sentido a la vida. Muy seguramente si tu has perdido a alguien no veas exactamente lo mismo que Martha y Maria, pero si estoy seguro que crees en Él, Él te dará la maravilla que tu estas necesitando: posiblemente necesites paz de conciencia, reconciliación, esperanza, fortaleza, comunión con él. Desde luego que será una realidad la de volver a ver a aquellos que en Cristo murieron; pero mientras eso ocurre, Jesús puede ayer como hoy darte eso que tanto necesitas para recuperar la fe y la esperanza en Él. Muy seguramente no te regresara a tus muertos, pero si te regresará la confianza en la vida, el deseo de seguir adelante y de poner tu vida otra vez en su manos. Eso fue lo que hizo con Martha y María, les devolvió más que a su hermano, les devolvió con sus actos la fe en Dios y en poderoso amor.
Desafío
Al principio veíamos la manera en la que Rhonda luchaba por ayudar a resolver el dolor de la perdida de su padre a su hija Desiree; el 8 de noviembre, día en el que su papá cumpliría años, Desiree pregunto a su abuela:
-¿Cómo voy a mandarle una carta de felicitación a papá?
A la abuela se le ocurrió que podía hacerlo si amarraban una tarjeta de felicitaciones a un globo y soltarla para que se vaya al cielo. Así lo hicieron, Desiree compro un globo con la imagen de la Sirenita (Película de Disney que Desirre había visto muchas veces en compañía de su papá) y tenía escrito “Feliz Cumpleaños”, la niña lo soltó y después se alejo con la firme convicción de que su padre la recibiría y además le respondería. Mientras tanto en la isla Príncipe Eduardo en Canadá, un guardabosques llamado Wade MacKinnon y su familia vivían en un poblado llamado “Sirena”; un día mientras conducía su camioneta, vio un destello de luz en medio de los árboles. Movido por la curiosidad se acerco y vio el globo plateado, tenía impresa la imagen de una sirena y un papel mojado. Envuelto en plástico. Ya en su casa, junto con su esposa leyeron la tarjeta de felicitaciones, y al final veía una dirección. De pronto se dieron cuenta de que el globo había viajado 5000 Km. En 4 días. Wade, dijo: -Tenemos que escribirle a esta niña. A l mejor Dios nos escogió para ayudarle, al principio no convenció a su esposa, sin embargo reflexionaron y decidieron ayudar a Desiree a resolver su dolor por la perdida de su padre. Le compraron un cuento de la “Sirenita” y una tarjeta que decía “Para una hija querida, los mejores deseo en su cumpleaños”. Además escribieron una carta a Desiree y el 3 de enero de 1994 la enviaron por correo. Para el 19 de enero, la abuela de Desiree recibió el paquete, ya por la noche decidió abrirlo y al leer la tarjeta de felicitaciones se sorprendió. Hablo a su hija Rhonda y al otro día muy de mañana, madre y abuela entregaron a Desiree el paquete diciéndole –Te lo manda tu papá. Le pidió a su abuela que le leyera la carta que veía en el paquete:
-Tu padre te desea un feliz cumpleaños. Me figuro que querrás saber quienes somos… entonces explicaron como encontraron el globo y la tarjeta; más adelante añaden: “Como en el cielo no hay tiendas, tu padre quiso que otras personas te compraran este regalo en su lugar. Yo creo que nos escogió a nosotros, porque vivimos en un pueblo llamado Sirena. Yo sé que tu papá quiere verte feliz y no triste. Y también sé que te quiere mucho… con todo nuestro cariño, la familia MacKinnon.
-Estaba segura de que papá no se iba a olvidar de mí –dijo la niña. Así fue como Desiree logro resolver su dolor. No sé si todos lo métodos sean validos para resolver un dolor tan grande; al menos parecen efectivos. Pero hoy en este día la Palabra de Dios nos ha demostrado que Jesús quiere que tu también resuelvas ese dolor por haber perdido a alguien. Él entiende tu dolor, Él ha sentido los mismo que has sentido; el puede y quiere consolarte con su compañía y sus palabras; Él quiere que vuelvas a tenerle fe y que veas la vida con esperanza y con la firme idea de que vale la pena vivirla. Al final de los tiempos en Jesús iremos a un lugar en donde muerte ya no habrá, ni dolor, ni enfermedad y en donde las perdidas serán cosa del pasado. Pero mientras eso pasa, atrévete a poner en manos de Jesús tú dolor y déjate sanar en su poderoso nombre.