Predicando a Jesucristo como Señor
“Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” (2 Corintios 4:5-6)
En días recientes, en Chile, se inauguró en una ceremonia especial “El Cristo sumergido” Se trata de un Cristo que sumergieron en una bahía a 14 metros de profundidad como parte de una atracción turística. Ahora los buzos podrán bajar a las aguas y juntamente con la flora y fauna marina podrán apreciar la estatua de un Cristo traído de Italia y sumergido en esa bahía para atracción del turismo. Pablo afirma convincentemente que ellos como apóstoles y servidores de Dios, predicaban a Jesucristo como Señor, compartían su fe con denuedo, y daban testimonio fehaciente de la conversión como resultado de la redención.
El apasionante y poderoso mensaje del evangelio no era darle claves espirituales a las personas, o prescribirles reglas religiosas, sino comunicar a otros lo que Dios ha hecho y está haciendo en la persona de Jesucristo Jesucristo ha sido en toda la historia de la humanidad la persona más conocida y más difundida, como también la más amada y la más mal interpretada por quienes así lo han querido. No se trata de un hombre bueno con cualidades excepcionales como lo pretenden presentar los falsos testigos o cualquier otras secta contemporánea. Jesucristo o es veraz en todo lo que afirmó ser y lo que las Sagradas Escrituras dicen de él, o simplemente era una persona bien intencionada pero confundida, o era un lunático usurpador con pretensiones divinas. Ya la opinión publica de sus contemporáneos se había volcado en su contra cuando afirmó que el Padre y él eran uno, y que el que le había visto a él había visto al Padre. Sin embargo y hasta el día de hoy nadie ha podido comprobar lo contrario porque todo el Nuevo Testamento con sus enseñanzas doctrinales y declaraciones profundas giran en torno a su divina persona.
En el Antiguo Testamento el año del jubileo se había establecido entre otras cosas para perdonar las deudas, soltar a los cautivos y devolver la tierra a sus antiguos propietarios. Haciendo referencia a la profecía mesiánica Jesucristo declaró en una sinagoga de Nazaret: El Espíritu del Señor está sobre mi, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Jesucristo no es el fundador de una nueva religión o el gurú de un nuevo sistema espiritual, sino Dios mismo habitando entre nosotros, por lo menos así lo declara en ángel cuando trae la primera noción de las buenas nuevas, diciendo que su Nombre era Emanuel, que traducido es Dios con nosotros.
Jesucristo en único en todo el sentido de la palabra, porque las mismas profecías se anticipaban diciendo de él que Aquel niño que nacería de una virgen sería Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de Paz. (Isaías 6:9) y que lo dilatado de su imperio no tendría final. Los autores Mark Lowry y Buddy Green, pensando en el niño Jesús, escribieron una hermosa melodía titulada ¿Sabías, María? ¿Alguna vez imaginaste? ¿Sabías María, que tu bebé un día caminaría sobre el agua? ¿Sabías María, que un día tu bebé salvaría a tus hijos y a tus hijas? Sabías María, que tu bebé vino para hacerte una nueva criatura? Este niño que de ti nació, pronto hará que tu vuelvas a nacer. ¿Lo sabías, María? ¿Sabías, María, que tu bebé un día le devolvería la vista a uno que no ve? ¿Sabías, María, que tu bebé un día, calmaría la tormenta alzando su mano? ¿Sabías que tu hijo caminó por sendas que ángeles recorrieron? Cuando besaste a tu hijo, besaste el rostro de Dios. ¿Lo sabías, Maria? ¿Sabías, María, que tu bebé es Señor de toda la creación? ¿Sabías, María, que tu bebé gobernará sobre todas las naciones? ¿Sabías que tu hijo era el Cordero perfecto que descendió del cielo? Este niño dormido, que tienes en tus brazos, es el Gran Yo Soy.
Jesucristo es excepcional en todos los aspectos, no se trata de un hombre bueno y algo más; se trata de que las declaraciones suyas, su vida, ministerio, muerte vicaria, resurrección, ascensión y retorno, establecen la singularidad de su persona. Me fascina el evangelio según San Juan porque categóricamente y en esencia se escribe para que creamos, y creyendo tengamos vida eterna. (20:30-31) Juan fue testigo presencial de las muchas obras y milagros de Jesucristo realizó, sin embargo incluye únicamente siete de sus milagros para comprobar el poder y la singularidad de aquel hombre maravilloso llamado Jesús.
La conversión del agua en vino, la sanidad del hijo de un oficial, la sanidad del paralítico de Betesda, la alimentación de los cinco mil, cuando él camina sobre las aguas, la sanidad del ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro. También incluye Juan algunas analogías y declaraciones que Jesús dijo de sí mismo, por ejemplo, él dijo ser el pan de vida, el agua de vida, el buen pastor, la vid verdadera, la puerta, el camino, la verdad y la vida. Afirmó también en Juan 17 que el Padre y él eran uno y que la gloria infinita que había tenido desde antes que todo existiera eran sus credenciales. El apóstol Pablo escribiendo a los Efesios dice que nosotros tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados, según la riquezas de su gloria.
El Nuevo Testamento en esencia apunta a la persona y obra de Jesucristo como el único y relevante mensaje de redención para la humanidad. Por eso los primeros cristianos hablaban con pasión acerca de Jesucristo, compartían con entusiasmo su fe personal en el Señor, aún cuando lo hacían bajo severas amenazas de muerte. Me pregunto si existe el cristiano común y corriente como se le suele denominar, creo que el hecho de simpatizar con Cristo no nos convierte en cristianos, ni mucho menos en discípulos suyos. Pienso que un religioso cristiano que no comparte su fe en Jesucristo y tampoco evidencia una profunda preocupación por las almas perdidas, simplemente no ha conocido a Jesucristo como el Señor y Salvador de su vida. Conocer a Jesucristo es la experiencia personal más maravillosa que impacta y transforma la vida para siempre.
Cuando realmente se ha experimentado esa conversión a Jesucristo se tiene el poder para triunfar sobre el mal, el gozo de vivir en plena armonía con los planes de Dios, la compasión para alcanzar a los perdidos con el apasionante mensaje del evangelio de la redención. Se tiene el deseo y la necesidad de testificar y de ministrar. Se vive intensamente cada día para la gloria de Dios, manteniendo una verdadera comunión con Jesucristo, no solamente confesándole como Señor de nuestras vidas, sino también dándole a conocer para que nuestros familiares, amigos y cualquier persona que entra en contacto con nosotros, sea alumbrado y alcanzado por la gracia y el poder de Dios.