Los desafíos de la gran comisión
“Ustedes vayan y hagan más discípulos míos en todos los países de la tierra.” Mateo 28:19a
INTRODUCCIÓN
No debe cabernos duda del asombro de los discípulos en el momento en que éstos recibieron la Gran Comisión: SU TAREA ERA MUNDIAL. Ellos eran pocos, sin embargo tenían el desafío de viajar a todos los países del antiguo mundo y dar las buenas noticias que Jesucristo les había encargado.
Hoy, muchos creyentes han pasado del asombro al temor y el desánimo porque no saben cómo compartir las buenas nuevas con quienes les rodean, o sencillamente porque les da pena que sus amigos les oigan hablar de ese tema. Sin embargo, Dios sigue teniendo paciencia y toma para sí un pueblo que honre su nombre (ver Hechos 15:14) y que lleve al resto de la humanidad el evangelio de salvación en Jesucristo.
Debemos entender que Dios no nos ha llamado a convertir multitudes, sino a predicar el evangelio. Así que, en algunos casos pueden haber muchos convertidos, como en Pentecostés, y en otros, pocos aceptan la Señor, como lo experimentó Pablo en Atenas (ver Hechos 17:32-34). Así que cumplir la Gran Comisión demanda el desafío de…
I. PASAR DE LO IMPOSIBLE A LO POSIBLE, Juan 14:12
Al decir verdad, cuando Jesús pronunció las palabras de la Gran Comisión, la tarea era humanamente imposible. Hacer mayores obras que las que Jesús había hecho era prácticamente imposible. Sin embargo, es de admirarse ver que al cabo de una generación, aquél pequeño grupo de cristianos temerosos creció hasta que pudieron encontrarse congregaciones de creyentes por todo el Imperio Romano. Se habían transformado de un grupo de personas desilusionadas, sorprendidas y temerosas en predicadores en predicadores sin temor y dispuestos a ir por todas partes y hacer de la tarea “imposible” algo significativo para sus vidas.
II. PASAR DE LA INACTIVIDAD A LA RESPONSABILIDAD, 2 Timoteo 4:5
En el pensamiento de Pablo, la proclamación del evangelio ocupaba un lugar preponderante que apelaba a la responsabilidad de cada creyente. Los dones espirituales han sido repartidos a cada uno según la voluntad de Dios, pero el proclamar el evangelio demanda una actitud responsable y participativa. Por eso, a muchos creyente de hoy les da temor analizar su vida y participación en la proclamación del evangelio, porque se dan cuenta de que están muy lejos de hacer lo que Dios quiere que hagamos. Pero esto es el resultado de su comunión con Dios y de su obediencia a la Palabra. Juan Wesley, uno de los reformadores de la iglesia del sigo XIX dijo que no era su temor de que la iglesia dejara de existir, pero sí dijo: “lo que sí temo es que algún día la iglesia siga existiendo como algo frío, sin vida espiritual e irresponsablemente callada en un mundo que se muere sin Jesucristo.”
III. PASAR DEL MIEDO AL VALOR, Efesios 6:19, 20.
La guerra espiritual a la que Pablo se refiere en este capítulo demanda del creyente una intensa vida de oración. Y no debemos olvidar que la oración es una fuente de poder que nos libera de temores y nos reviste de valor. Si somos observadores de los grandes avivamientos de la iglesia en la historia mundial, nos daremos cuenta que estos se han dado en circunstancias de crisis. Esto muestra claramente que, cuando las situaciones son más difíciles, el evangelio se puede predicar y la iglesia crecerá como nunca. Sin embargo, le problema que ata a miles de creyentes es el miedo a proclamar lo que Dios hace en su vida.
Se dice que en el estado de Ayacucho en Perú, durante la guerra civil, muchos predicaban el evangelio. Se sabe que dos hermanos recibieron amenazas de los rebeldes que si seguían predicando, los iban a matar. Lejos de atemorizarse, ellos continuaron predicando. Por esta causa fueron prendidos y les dijeron que morirían como “el Jesús que predicaban” y ante el asombro de todo el pueblo, los rebeldes crucificaron a los hermanos. Pero para sorpresa de todos, colgados en las cruces, los hermanos gritaban a otros creyentes que nunca desmayaran y que siguieran adelanta predicando el evangelio. Además gritaban: “Aunque muramos, el Señor sigue vivo para estar con ustedes y ayudarlos.”
CONCLUSIÓN
Necesitamos retomar la tarea encomendada por Jesús como un asunto serio que demanda fe, responsabilidad y valor. Es verdad que desarrollar esta labor a veces nos atemoriza por el qué dirán, por el rechazo, por la indiferencia, por el peligro y tal vez hasta por una sonrisa burlona de los demás. Pero nada debe impedirnos seguir adelante. Entendamos que no estamos solos. Dios prometió estar con nosotros y nos ayudará en cualquier dificultad que tengamos. Si no estamos cumpliendo con estos desafíos, tenemos que humillarnos, orar, buscar a Dios y tomar de él lo que necesitamos para cumplir la Gran Comisión.