Llegar a confiar cuando oyes la Palabra de Dios

Llegar a confiar cuando oyes la Palabra de Dios


Romanos 10:17

La semana pasada reflexionamos sobre la introducción de la serie de mensajes que estudiaremos los siguientes domingos: “Desarrollando los hábitos de la madurez cristiana”. Una de los puntos que enfatizamos que es Dios quien da el crecimiento en nuestras vidas. El crecimiento no depende de tu antigüedad en la iglesia, ni de los cargos que tengas; el crecimiento depende únicamente de Dios.

También enfatizamos que es importante poner en práctica algunos hábitos para crecer espiritualmente, de los cuales vamos a comenzar a reflexionar sobre el primero: El Estudio de la Palabra de Dios. El Señor produce crecimiento en nuestra vida por medio de su Palabra. Cuando dijimos que fue plantada una semilla en nuestro corazón que puede llegar a producir frutos al por mayor, se refería a la Palabra de Dios. Hoy vamos estudiar sobre los efectos que tiene el escuchar la Palabra de Dios, qué produce en nosotros la Escritura, cuál es el propósito del mensaje de Cristo en nuestras vidas.

El apóstol Pablo comienza diciendo, el texto que leímos: Romanos 10:17 (BLA) “Así que las personas llegan a confiar en Dios cuando oyen el mensaje acerca de Jesucristo”. La acción que mueve la actitud de las personas es cuando “oyen”, cuando “escuchan”. El verbo “oír” denota una función fisiológica de los cinco sentidos que tenemos los seres humanos: el oído. Es el medio que sirve para conducir los diferentes sonidos al cerebro para darles su interpretación. Cuando decimos que una persona no escucha, queremos decir, que tiene problemas de audición, su órgano no está facultado para recibir los sonidos externos. Sin embargo, Pablo no se está refiriendo a los que oyen como una función fisiológica normal entre las personas, es otro tipo de oído, el oído espiritual, el que todos tenemos.

Todos tenemos un oído en el corazón que nos permite escuchar un mensaje espiritual. No importa si una persona fisiológicamente no puede escuchar los sonidos ambientales, pero en su interior tiene un oído en su conciencia que le permite escuchar un mensaje que puede cambiar su vida para siempre. Es el mismo oído que Dios tiene, el Señor no tiene orejas y oído como nosotros porque Él es Espíritu, pero tiene un oído espiritual donde escucha nuestra oración y nuestras súplicas, como lo dice el Salmo 116:1-2 (BLA) “Yo amo a mi Dios porque él escucha mis ruegos. Toda mi vida oraré a él porque me escucha”.

Por esta razón, Dios pide de nosotros que escuchemos su voz, que prestemos atención a su Palabra, que tengamos la disposición de oírlo. Proverbios 22:17 (BJ) “Presta oído y escucha las palabras de los sabios y aplica tu corazón a mi ciencia”. Sin embargo, existen oídos que no quieren escuchar, se cierran y se resisten a oír la Palabra de Dios; por eso Jesús se pregunta ante la actitud de sus discípulos en Marcos 8:18 (BLA) “Si tienen oídos, ¿por qué no oyen?” Por otro lado, no todos los que escuchan la Palabra de Dios tienen la misma reacción. Veamos que Jesús nos da una lección en cuanto a los que escuchan la Palabra pero reaccionan de manera diferente en la parábola del sembrador (Mateo 13:18-23):

1. Los que oyen pero no entienden: Dice Jesús que viene el diablo y hace que la olviden. Tuvieron la disposición de oír, pero no prestaron interés al mensaje de Jesús, lo tomaron como algo secundario, de poca importancia; cuando esto sucede, el enemigo trabaja rápidamente para restarle importancia a la voz de Dios, tal como sucedió en el jardín del Edén cuando la serpiente engañó al ser humano no comer el fruto prohibido: “no morirás”. Mucha gente cree en Dios, pero no le cree a Dios, no lo consideran como el primer lugar en su vida. No toman en serio su Palabra, están demasiado ocupados con otras cosas en la vida para concentrarse en lo que Dios dice.

2. Los que oyen pero se olvidan: Al principio aceptan rápidamente el mensaje y se emocionan pero cuando vienen los problemas y las crisis se les olvida las promesas que tiene la Palabra de Dios y dejan el Evangelio. Esto es muy común, he conocido a varias personas que cuando vienen pruebas fuertes piensan que Dios los ha abandonado y muchos lamentablemente dejan de asistir a la iglesia y terminan por abandonar la fe. La vida cristiana no es la vida en rosa, siempre hay dificultades y problemas, pero esto lo usa Dios para ayudarnos a crecer en su Palabra, para que cada día seamos más fuertes en fe y confianza en él; el Señor jamás nos abandona. Por desgracia, este tipo de personas viven con temor, en orgullo y amargura, y eso les impide oír a Dios

3. Los que oyen pero no cambian: Jesús se refiere a aquellos que escuchan el mensaje y tal vez toda su vida, pero no ha producido ningún cambio o efecto en sus vidas, porque un cambio representaría una amenaza a su manera de vivir, a un estilo de vida que el mundo y la sociedad ofrece. Esto son los más peligrosos, por lo general viven doble vida, aparentan ser cristianos pero viven en corrupción, adulterio y egolatría.

4. Los que oyen pero entienden y cambian: Dice Jesús que los que oyen la Palabra de Dios y la atesoran en su corazón, sí cambian sus vidas y hacen lo bueno. No dan marcha atrás, aún en los peores problemas, se mantienen firmes y seguros en su Dios porque siempre recuerdan las promesas que él nos ha dejado en su Palabra; son personas íntegras, tienen una sola vida que refleja a Jesús, son obedientes a su Palabra y predican con el ejemplo.

La pregunta de hoy es: ¿Cómo escuchas la Palabra de Dios? ¿Realmente oyes con el corazón abierto a su mensaje? Siempre existe la oportunidad de oír su Palabra, él nos habla de muchas formas y de muchas personas; sabes, también te habla en medio de tus problemas, tienes que aprender a confiar en él, creerle a su Palabra, él siempre habla. En Romanos 10:18 (BLA) dice: “Pero yo pregunto: ¿Será que no han tenido la oportunidad de oír el mensaje? ¡Claro que lo han oído! Porque la Biblia dice: >”.

Volviendo al versículo anterior del pasaje que acabo de citar, el apóstol Pablo nos enseña el segundo aspecto: cuando oímos el mensaje acerca de Jesucristo, llegamos a confiar en Dios, es decir, a tener fe en Dios, creer lo que Dios dice en su Palabra. Anteriormente decía que la mayorías de las personas dicen creer en Dios, pero cuánto de ellos le creen a Dios, confían en él. Alguna ocasión participé en una dinámica donde me vendaban los ojos, de tal forma que no podía ver nada, yo tenía que trasladarme a otro lugar, pero en el camino había una alberca, enrejados y muchos otros obstáculos, yo sabía que sólo me hubiera sido casi imposible llegar sano y salvo a mi destino; entonces me asignaron un compañero que tenía la misión de guiarme a mi destino, yo tuve que confiar en su guía e indicaciones que me iba dando para no tropezar y caer. Esto es confiar en Dios, estar seguros que él guiará nuestras vidas por medio de su Palabra, que lograremos librar todos los obstáculos de la vida, los problemas, las enfermedades, las pérdidas, las decepciones, depresiones, etc. Hebreos 11:1 (BLA) dice: “Confiar en Dios es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun cuando no podamos verlo”. Si confiamos que Dios envió a su Hijo a morir en la cruz por nosotros para darnos vida eterna, debemos estar seguros que por la eternidad estaremos a su lado. El escuchar la Palabra de Dios nos produce la confianza en él, si quiere realmente confiar en Dios, debes escuchar lo que él quiere para ti, y lo que él quiere para ti está su Palabra. Existen diversas promesas en la Escritura en las que puedes desarrollar tu confianza en Dios; por ejemplo, el ha prometido:



  • Perdonarte de tus pecados y limpiarte de toda maldad (1Juan 1:9).



  • Darte la salvación y la vida eterna si aceptas a Jesús como tu Salvador y Señor (Juan 3:16; Hch. 16:31).



  • Tener éxito en todo lo que hagas (Josué 1:8).



  • Que tus oraciones sean contestadas (Mateo 21:22)



  • Ser consolado cuando estés triste o cuando tengas dolor (Salmo 119:50).



  • Es tu refugio y fortaleza en los peligros ocultos y enfermedades mortales (Salmo 90:2-3).


Existen muchas promesas la Palabra de Dios que podía mencionarte, pero el asunto es si cree en ellas, no necesitas ver para creer, debes aprender a confiar ciegamente en Dios, en los que dice su Palabra; en Juan 20:29 (BLA) Jesús dice: “¡Felices los que confían en mí sin haberme visto!” Por esta razón es importante oír la Palabra de Dios, escúchala en tu corazón, abre tu mente, permite el mensaje de Jesús penetre hasta lo más profundo de tu ser, que transforme tu vida, que te haga nuevo. Si aprendes a confiar en Dios escuchando su Palabra, puedes tener la seguridad de que él no te defraudará; tal vez en tu vida han existido personas en tu vida que te han defraudado o decepcionado, confiaste en ellas, pero te fallaron. Dios no es humano para fallarnos, no te defraudará, sólo debes de confiar en él; Romanos 10:11 (BDHH) “La Escritura dice: <<El que confíe en él, no quedará defraudado”.