Lenguas de fuego

Lenguas de fuego


Hechos 2


En la Epístola de Santiago capitulo 3 leemos que; la lengua, es un miembro pequeño pero tiene la capacidad de una chispa que enciende todo un bosque. El sermón de hoy se titula lenguas de fuego y tiene como propósito enfatizar la importancia de usar nuestra lengua para Cristo. Santiago dice también que el fuego en la lengua, puede tener dos funciones, una negativa y otra positiva. Existen muchos cristianos con lenguas de fuego, lenguas largas, que como una chispa encienden contiendas, causan celos, levantan dudas, empiezan chismes, crean divisiones, etc. A estos cristianos con lenguas de fuego, les dice santiago que aprendan a controlar su lengua o se condenaran. Por otro lado, El Nuevo Testamento nos dice que aquellos que han sido bautizados con el Espíritu Santo, hablaran nuevas lenguas, en su lengua arderá el fuego purificador del Espíritu Santo. Isaías 6 dice que un ángel tomo un carbón encendido del altar y con él toco la lengua del Profeta y fue purificado. Todo cristiano arrepentido y santificado, debe testificar, aclamar a Cristo con lengua de fuego santo. Dice Filipenses 2 que el único fin del cristiano es confesar con su lengua que, ¡Jesús es el Señor!

En el Antiguo Testamento, el día del Pentecostés era una fiesta nacional judía basada en el acto divino cuando Israel fue liberado de su esclavitud en Egipto y como un pueblo nómada, salio al desierto en busca de la tierra prometida. La fiesta del Pentecostés se menciona por primera vez en Éxodo 23.16. La palabra Pentecostés significa: cincuentavo, era una fiesta anual que celebraban con entusiasmo en Jerusalén. Le llamaban también la fiesta de la cosecha, y el día de los primeros frutos. (Exodo23:16) Esta fiesta se celebraba siete semanas después de la Pascua y todo judío debía traer ofrenda al Templo. Esta ofrenda, consistía de dos panes con levadura y dos corderos. Una multitud de peregrinos judíos venían desde lejos a la fiesta del Pentecostés. Judíos de Asia, Europa, África, venían fervorosos a Jerusalén, a esta celebración religiosa.


Dice el libro de los Hechos capitulo dos que en el día del Pentecostés, después de la muerte y resurrección de Jesús, estaban ciento veinte de sus discípulos reunidos en un aposento alto, el mismo lugar donde celebraron la última cena con Jesús. Estaban allí unidos y en oración, obedientes a lo que Jesús les ordenó, que permanecieran en Jerusalén hasta que fueran investidos con poder por medio del Espíritu Santo. (Hechos 1:8) Aquel día, estaban todos disfrutando de la fiesta cuando de repente, se escucho un estruendo ensordecedor y un viento fuerte que lleno todo el salón. Aparecieron también sobre sus cabezas, flamas de fuego y fueron todos bautizados con el Espíritu Santo. Inmediatamente, todos empezaron a alabar a Dios en voz alta y a testificar. La gente del pueblo y muchos curiosos corrieron alarmados a ver lo que sucedía. Querían saber que causo el estruendo, el torbellino y el fuego. Se aglomeraron casi tres mil personas frente al Aposento Alto. Preguntaban: ¿qué había sucedido? Fue en ese preciso instante que el Señor les dio la respuesta por medio del don de lenguas. En aquel día, se proclamo el evangelio en diferentes idiomas. Los discípulos del Señor dieron testimonio de Jesús a todas las naciones allí representadas.


Dios les dio a sus discípulos el don de lenguas Con el propósito de que todos entendieran el mensaje del Nuevo Pacto. En el día del Pentecostés, los discípulos del Señor fueron santificados. Ese día, Dios retiro de la humanidad la maldición de Génesis 11, cuando los que edificaban la torre de Babel fueron confundidos y esparcidos por todo el mundo como castigo por su soberbia y altivez. En el día del Pentecostés, Pedro se puso de pie y predico con autoridad porque estaba lleno del poder del Espíritu Santo. El resultado de este milagro de comunicación fue la conversión de más de tres mil almas. (Hechos 2:41)


El día del Pentecostés marca el principio del cristianismo, marca el principio de la dispensación presente y futura de la Iglesia. La dispensación de la Ley quedo atrás, la dispensación del Hijo y su sacrificio terrenal también quedo atrás. Ahora cada discípulo de Jesús tiene una relación directa con el Señor por medio del Espíritu Santo.


La promesa que Jesús les hizo a sus discípulos en Hechos 1:8 se cumplió el día del Pentecostés. Los seguidores de Jesús recibieron poder espiritual para testificar por medio de una santificación completa.

El descenso del Espíritu Santo no solamente marca el nacimiento de la iglesia como institución y cuerpo de Cristo, sino que marca también la individualidad de nuestra relación personal con Cristo Pedro es el ejemplo perfecto de lo que el Espíritu Santo puede hacer en la vida del creyente. El Espíritu Santo guía al cristiano a toda verdad. Nos inspira a vivir en amor perfecto los unos con los otros. (Juan 16:13) El Espíritu Santo nos ilumina para que hagamos decisiones correctas que agraden a Dios. Nos da sabiduría y el pleno conocimiento del Evangelio. El Espíritu Santo nos ayuda a desarrollar una visión clara de nuestra realidad espiritual. Nos da el don del discernimiento para no caer en el engaño del diablo. El Espíritu Santo es nuestro guía que nos señala el camino que debemos seguir.


La primera lección que debemos aprender del día del Pentecostés es; que para que lleguemos a ser más que vencedores, es necesario someternos a la voluntad del Espíritu de Dios, vivir bajo su dirección constante y en santidad.


El Nuevo Testamento habla del Espíritu Santo como el Consolador. Uno que nos consuela en el momento de la prueba y del dolor. El Espíritu Santo nos inspira seguridad, apoyo espiritual, fe, y nos ayuda a mantener viva la esperanza de que un día, Jesús volverá por su Iglesia.


El Espíritu Santo es también un maestro que nos enseña cosas nuevas todos los días, nos lleva paso a paso por la vida hasta que maduramos, y aprendemos a vivir en santidad. Nos moldea como el alfarero hasta adquirir la forma perfecta, nos pule poco a poco hasta que logramos nuestro potencial máximo.


El Espíritu Santo es un compañero fiel, va con nosotros por la vida y nunca nos abandona, en las buenas y en las malas, siempre a nuestro lado.


El Espíritu Santo descendió para guiar a los creyentes a la verdad bíblica del Evangelio. Para edificar la iglesia y protegerla de los ataques del diablo y sus demonios. Jesús dijo que: las fuerzas del Infierno no la podrán vencer (Mateo 16:18 Biblia Ediciones Paulinas Verbo Divino).


El Espíritu Santo está en control de la Iglesia y de los discípulos de Jesús, El nos guardara hasta el día de su regreso. (II Timoteo 1:12) El día del Pentecostés es como el día en que Jesús nació. Porque en el día del Pentecostés, nació también la Iglesia del Señor y es también el día en que descendió del cielo, la tercera persona de la trinidad, el Espíritu Santo.


El día del Pentecostés sigue siendo un día de fiesta, un día de regocijo, un día de alabanza y adoración a Dios por darnos el privilegio inmerecido de ser recipientes de su Gracia y de su Santo Espíritu.


Espero que el mensaje de hoy, nos haga más sensibles al llamado del Espíritu Santo y más reverentes en su presencia. La Biblia dice que no ahuyentemos al Espíritu Santo con nuestra incredulidad, con nuestra indiferencia, con nuestra soberbia, con nuestra carnalidad. (I Tesalonicenses 5:19) Reconozcamos que necesitamos del Espíritu Santo para vivir en el centro de la voluntad de Dios. Fue la voluntad de Cristo que su Espíritu Santo, nos guié hasta el final. Aceptemos vivir la vida en el Espíritu. Busquemos vivir en comunión con El. Confesemos con fe el poder del Espíritu Santo sobre nuestras vidas.


El milagro del Pentecostés, no fue solamente el acto milagroso de hablar en lenguas. El verdadero milagro fue que en ese día, salieron del aposento alto ciento veinte discípulos a testificar por todo el mundo y a proclamar el glorioso Evangelio de Salvación. Salieron como un torbellino humano, sus corazones ardían con el fuego santificador del Espíritu Santo. Iban por los pueblos comunicándoles a todos que Jesús es el único camino, la verdad y la vida. Hablaban con lenguas de fuego. Este fue el verdadero milagro del Pentecostés, cristianos con corazones ardientes llenos del amor de Jesucristo y en sus bocas, lenguas de fuego.