La tarea misionera y sus desafíos

La tarea misionera y sus desafíos


Romanos 1:16


La Biblia hace referencia a la iglesia cuando tenía 60 años de establecida sobre la tierra, después de Pentecostés en la que procedió a una minuciosa evaluación. En el año 95 existían muchas iglesias de las cuales el Señor consideró solamente a 7 para practicarles una “radiografía espiritual”. El resultado de esta “radiografía” nos describe una iglesia muy atareada, pero sin ningún amor real por Jesucristo. Otra iglesia tenía una rara idea de que por una parte se podía confesar a Cristo y por otra parte vivir en pecado. Una tercera iglesia había permitido a cierta mujer enseñar una doctrina errónea que había llevado a los hermanos al pecado. La cuarta iglesia tenía la etiqueta de estar sin vida, porque sus mejores días estaban en el pasado y sólo vivían del recuerdo. La quinta iglesia era tibia y apóstata y lo más terrible era que no era capaz de reconocer su pobreza espiritual. Jesucristo estaba fuera de esta iglesia, indagando si había tan sólo un creyente que se someta a él. Del grupo de siete iglesias sólo dos eran dignas del Señor. Una que fue purificada por el sufrimiento, y otra que, aunque no era fuerte, había guardado la palabra del Señor y por lo tanto Dios le abrió una puerta franca delante de ellos. Para entonces, recordemos habían transcurrido sólo 60 años después de Pentecostés y ya las iglesias experimentaban esta grave situación espiritual en sus vidas. Da temor que al examinar nuestra vida y trabajo nos demos cuenta que estamos muy lejos de lo que Dios quiere que hagamos.


¿CÓMO ESTA TU IGLESIA?


Al viajar por diferentes ciudades y países predicando el evangelio, observan que las iglesias están dejando de lado la tarea misionera, pero ¿de quien depende esta situación? Depende de nosotros mismos, de nuestra vida de comunión con Dios. Fue Juan Wesley quien dijo: “No temo que la iglesia (…) deje de existir, lo que sí temo es que siga existiendo como algo frío y sin vida espiritual” No olvidemos que durante la violencia subversiva en Perú y en medio de los enfrentamientos armados se predicaba la Palabra de Dios en las zonas de emergencia, donde se muestra claramente que cuando las situaciones son más difíciles, el evangelio es predicado y la iglesia crece como nunca. Durante una de mis visitas por el interior de Ayacucho, en el pueblo de Anchihuay, escuché el testimonio de dos pastores que durante el tiempo de emergencia predicaban el evangelio de Jesucristo. Ellos recibieron amenazas de muerte si seguían predicando. Les dijeron, inclusive, que morirían crucificados como Jesucristo. Estos hermanos, lejos de atemorizarse, continuaron predicando y por esta causa fueron tomados como rehenes y luego crucificados delante de todo el pueblo. Cuando estaban colgados en las cruces los pastores gritaban a los otros creyentes que nunca desmayen, para que sigan adelante predicando el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Decían “aunque nosotros muramos el Señor sigue vivo para ayudarlos y estar con ustedes”.


LO QUE HACE FALTA


Hace falta retomar la tarea misionera como un asunto prioritario. Desarrollar esta labor nos atemoriza al que dirán, al rechazo, la indiferencia y tal vez hasta una sonrisa burlona. Pero nada debe impedirnos salir a la obra misionera. Debemos considerar al apóstol Pablo evangelizando con mucho ánimo. Lo vemos en Listra predicando con vehemencia, donde fue apedreado por esta causa. Lo sacaron fuera de la ciudad pensando que estaba muerto, pero éste se levantó en medio de sus discípulos y volvió a la ciudad. Al otro día partió hacia Derbe y siguió predicando. ¡Que tal pasión por las almas! Sueño que llegue el día en que la gente de diferentes partes, diga de la iglesia, como en los tiempos primitivos: ”…estos que trastornan el mundo entero también han venido acá…”. Si somos honestos, nos daremos cuenta que hace falta potenciar la obra misionera. Estamos en el tiempo de la promesa, del gran avivamiento y de la gran cosecha, la parte que nos toca a nosotros es trabajar. Dios hará su parte y lo hará bien. Debemos reconocer que nuestra parte es indispensable. Pablo dijo: “yo sembré Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios…”. Si la iglesia cumple con los requerimientos de Dios se podrá hacer un buen trabajo.


ALGUNAS EXPERIENCIAS QUE PUEDEN ALENTARNOS


El gran predicador Jonathan Edwards vivió en una época muy difícil. La gente no quería ir a los templos, sólo iban por tradición y rutina. El hermano Edwards ayunó y oró hasta por trece horas diarias. Cuando en esos días le tocaba predicar, llegó al púlpito, la gente testificó que la unción entró con él al templo y cuando predicó su famoso mensaje “Pecadores en manos de Dios airado” hubo personas que se agarraban de las bancas, pensando que iban a caer al infierno. Otros se agarraban de las columnas del templo, porque sentían las llamas del infierno debajo de sus pies. Una tercera persona salió de en medio de las bancas hacia el púlpito en donde exclamó ¡tenga compasión de nosotros Señor Edwards! Durante esa noche toda la ciudad no durmió, porque un hombre de Dios había hablado con una verdadera pasión misionera. Charles Finney buscaba tiempo para estar a solas con Dios. Dedicaba largas horas a la oración en secreto, en la iglesia o en el bosque. Finney decía: “Si yo no tengo espíritu de oración no conseguiré nada. Si por un día, o por una hora, yo perdía el Espíritu de gracia y de súplica no podía predicar con poder y obtener resultados y ni siquiera ganar almas personalmente” La gente sabía que cuando Charles Finney llegaba a las ciudades las personas caían postradas al suelo, lloraban y se convertían de corazón porque estaba investido con el poder de lo alto. Entre 1857 y 1858 mas de cien mil personas vinieron a Cristo a través del poderoso mensaje del Evangelio predicado por Finney. Se dice que después de predicar en Nueva York no hubo baile, ni teatro durante seis años. Frente a estos hechos del pasado nos falta ver en este tiempo que realmente los creyentes se entreguen de todo corazón al Señor y actúen con pasión para influir radicalmente sobre las demás personas.


CONCLUSIÓN


Dios nos ha llamado para predicar la Palabra de Dios a tiempo y fuera de tiempo. Los campos están blancos para la siega, comienza a humillarte ante el Señor. Comienza a orar, a buscar el rostro del Señor y conviértete de todo corazón. Medita como estas, ve y predica no un mensaje de ofertas sino el evangelio genuino de nuestro Señor Jesucristo.