La Iglesia no me deja ver a Jesús

La Iglesia no me deja ver a Jesús


Juan 2:13-25

Introducción:

El Jesús de este texto no es el que muchos de nosotros conoce. Conocemos al Jesús gentil, manso y tierno, que le cuenta historias a los niños y que se asegura de darle una loncherita a todos los que lo van a escuchar mientras enseña. Conocemos al Jesús, amigo y confidente. El Jesús del texto que leímos es lo suficientemente terrenal y humano que se enojó cuando vio cosas que El sabía que no eran santas y que eran ofensivas para Su Padre.

¿Cómo era ese Jesús? Este Jesús tenía fuego en los ojos y creó una conmoción. Este Jesús miró a la religión establecida y se dio cuenta de que nunca podría hacer las paces con ella. Este Jesús era la voz profética para su mundo y siempre las voces proféticas son confrontadoras. Hoy queremos tener una iglesia que haga la paz con el status quo y que nunca ofenda lo establecido. Es hora de que nos percatemos de este Jesús que no sólo tocaba, amaba y sanaba sino que se levantó cuando vio cómo la espiritualidad se había reducido a rituales religiosos, interpretaciones humanas de tradiciones en torno a la Escritura, usadas para herir a la gente; líderes religiosos que usaban la autoridad para intimidar a la gente y dirigirlos hacia una aburrida conformidad externa.

Con qué se enfrentó Jesús Comenzando el capítulo 2 se nos narra el milagro de las bodas de Caná de Galilea. Aquél milagro era el inicio del ministerio de Jesús y con él anunciaba que El se interesaba en nosotros, que podemos ir a El en nuestros momentos de crisis y demostraba cómo la vida humana es santificada y transformada cuando El llega y se envuelve en nuestras situaciones. Sin embargo, unos versos más adelante vemos a otro Jesús pero para comprender porqué se manifiesta Jesús como lo hace necesitamos mencionar algunos detalles relevantes en cuanto a los sacrificios y ofrendas que se ofrecían diariamente en el templo. El templo era el lugar donde todos los días y de continuo se ofrecían sacrificios conforme a lo establecido en la Ley. Cada cual debía llevar su ofrenda conforme a su situación económica personal, se ofrecían desde ovejas hasta palomas y harina. La gente iba al templo y allí se había desarrollado toda una red de negocios para proveer animales que pasaran la inspección para el sacrificio. Como venía gente de todo lugar, judíos de distintas partes del mundo conocido, se cambiaban las monedas que le permitían a los varones judíos pagar el impuesto anual para el templo. ¿Porqué la indignación de Jesús? ¿No estaban obedeciendo las reglas de la Ley? Aquella gente se había convertido en meros negociantes, sin importarles para nada adorar a Dios ni que otros lo adoraran. Le vendían animales imperfectos y enfermos, ocultándoles las imperfecciones y le cambiaban las monedas por menos cantidad. Se ofrecían al mejor postor en medio de gritos y contiendas por alcanzar a algún cliente, como puede ocurrir en cualquier mercado de nuestras ciudades hoy. Jesús se indignó, estaba terriblemente enfurecido al ver cómo habían cambiado las formas de la religión en fines en vez de medios, habían reducido la adoración y el servicio a Dios en algo que parecía un negocio bien manejado por una Escuela de Empresas y Administración, habían dejado que los rituales y el edificio entorpecieran, se pusieran en el medio de experimentar Su excitante Presencia en medio de ellos. Antes de apuntar el dedo índice a aquellos sacerdotes, levitas y cambistas, y de sentirnos muy justos en criticar el Judaísmo, evaluemos nuestro Cristianismo.

¿Y qué de nuestro Cristianismo? ¿Creen ustedes que verdaderamente hemos captado la esencia de lo que hizo Jesús al vertir Su sangre, en lo que nosotros llamamos Cristianismo? ¿Es alguno lo suficientemente arrogante para pensar que su congregación es la medida perfecta y digna de imitar por otras iglesias? Humillémonos y reconozcamos lo lejos que estamos de la experiencia de Cristo que nos testifican los Evangelios. Vuelva y mire lo que ocurrió aquél día en el templo, al verlo tiene que darse cuenta de que nuestros templos y servicios de domingo, miércoles o viernes es la esencia de nuestra fe mientras que el resto de nuestras vidas es totalmente secular. Cuando vea la escena, desistirá de creer que el dinero que deposita en la canasta es de Dios y que el resto es suyo para sus propósitos egoístas. Si la miramos bien, no seríamos capaces de fragmentar el Cuerpo de Cristo por códigos de vestir, interpretaciones personales, etc.

¿Qué condenaría Jesús hoy? Los cristianos se han convertido en observadores y consumidores de religión en vez de imitadores sometidos a Jesús de Nazareth. Las iglesias han reducido la fe a horas y lugares, ceremonias y tradiciones, y la mera alteración de esos eventos y prácticas produce pánico. Hemos creído que los hábitos de iglesia son equivalentes a fe cristiana. Hemos alterado la iglesia de ser un ORGANISMO, el Cuerpo de Cristo que busca el Reino de Dios y la hemos convertido en una INSTITUCIÓN, una organización que funciona por las reglas carnales del mundo. ¿Qué ha surgido de esto?



  • a) ser cristiano se ha distorsionado de ser impulsados y llenos del poder del Espíritu Santo a una simple membresía de una iglesia.



  • b) la comunión, de ser una relación con una comunidad de creyentes se ha convertido en pertenecer y ser miembro de una sociedad o grupo.



  • c) la adoración ha cesado de ser un encuentro con Dios y se ha convertido en una reunión religiosa en la mañana o en la tarde, como mejor convenga.



  • d) el discipulado ya no es negarse a sí mismos, madurez y crecimiento sino entrenamientos y seminarios.



  • e) el liderato ha perdido la pasión producida por el Espíritu para usar los dones para servir a los demás y se ha reducido a títulos y oficinas.



  • f) el Estudio Bíblico ha degenerado de obediencia retadora y transformadora a escuchar lecciones.



  • g) las marcas distintivas del Cristianismo: paz y gozo en el Espíritu Santo se han cambiado por maldad, culpa y miedo.


¿Cree todavía usted que el Judaísmo fue la única religión que al pasar el tiempo se degeneró en costumbres y prácticas lejos del propósito y diseño original de Dios? Si Jesús apareciera hoy, ¿a qué iglesia se uniría? Si entrara a alguna, ¿se llenarían de ira sus ojos como aquél día en el templo? ¿Bajaría a algunos predicadores de sus púlpitos? ¿Se sentiría complacido por lo atentos y amables que somos unos con otros y de cómo nos cuidamos, amamos y nos guardamos las espaldas? ¿Se sentiría impresionado por nuestra pasión al vernos representarle fielmente al mundo en términos de compasión y santidad?


Conclusión:


Necesitamos la voz profética en medio nuestro hoy, ¿pero la toleraríamos ahora más de lo que la toleraron los religiosos de su época? Cuando usted visita Jerusalén, en cada lugar histórico de la vida de Jesús han levantado una iglesia. Un visitante se quejó al guía diciendo: “Esas iglesias me impiden ver lo que he venido a ver”. Las iglesias son malas cuando se interponen, se ponen en el medio, cuando la gente trata de ver a Jesús. Muchas veces oscurecemos en vez de iluminar por nuestras divisiones, hipocresías y pecados. La fe que el mundo necesita urgentemente ver en la iglesia es la de relaciones no la fe de institución. Necesitamos ser cuidadosos en no acomodar tanto a Jesús a nosotros y a nuestra imagen que perdamos ser transformados y conformados a Su imagen.