Cuando decido probar mi fe

Cuando decido probar mi fe


Mateo 14:22-32


1. Introducción




  • Jesús ha tenido un día intenso de trabajo Mateo 14:14



  • A estado sanando a los enfermos, a dado de comer a una multitud (cinco mil, sin contar mujeres y niños)



  • Los discípulos al igual que Jesús están cansados.


Les envía por delante (les obliga a irse, a descansar, está preocupado por ellos). Deberán preparar el terreno para la predicación del evangelio, del otro lado del lago, en la región de Betzaida. Mateo 14:34-35. El viaje de no más de 15 Kilómetros les permitirá comentar los sucesos del día, las experiencias compartidas, el fortalecimiento del compañerismo, de alguna manera el descanso.


1. El despide a la multitud y toma tiempo para orar (pasa tiempo con el Padre), su descanso está allí.


Aquel que da descanso, necesita descanso:


Mateo 11:29 “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.”


2. Jesús nos marca un rumbo, nos da un destino: el otro lado del lago.


Los doce suben a una barca y emprenden el viaje. o Tres situaciones trataran de impedirles alcanzar la otra orilla:


La Primera, la Noche (Juan 6:16). Estaba completamente oscuro… Juan 9:4 “Me es preciso hacer las obras del que me envió, mientras dure el día. La noche viene cuando nadie puede trabajar.”


Los navegantes se orientan por medio de las estrellas, de las señales del cielo, del titilar de las estrellas, pero cuando estas dejan de hacerlo…, estamos en serios problemas.


La segunda, la tormenta que se levanta (Juan 16:18) y los vientos que son contrarios (Marcos 6:48), y que, no nos permiten avanzar.


Jesús no está con ellos. Marcos es enfático es esto, Jesús está en tierra y ellos en medio del mar.


Marcos 4:35 nos narra una experiencia parecida, con la salvedad de que Jesús se encontraba en la barca con ellos.


La tercera, lo bastante lejos que se está de la orilla como para regresar (Mateo 14:24, Marcos 6:47). Se está a la mitad del camino y entonces uno se pregunta si avanzar o retroceder. La distancia a la orilla es la misma, entonces, ¿Qué hacer?


El mar y la tormenta son la imagen de los conflictos, las crisis y las vicisitudes por las que pasamos a lo largo de la vida. La tierra firme, el lugar donde queremos estar, representa nuestra seguridad. Cristo es nuestra seguridad, nuestra Roca Firme.


Salmos 61:2 “Desde el extremo de la tierra clamaré a ti cuando mi corazón desmaye. Llévame a la roca que es más alta que yo.”


3. Jesús que todo lo ve, va a nuestro encuentro.


Habían pasado toda la noche tratando de alcanzar la otra orilla. Y solo avanzaban unos cuantos kilómetros. A la cuarta vigilia (forma romana de dividir la noche, 3 a 6 am.).


El salmista decía, no se dormirá el que te guarda…


La presencia de Dios que se hace presente, allí, en medio de la tormenta; en donde no se espera, causa confusión y temor, sobre todo, cuando no se está preparado para discernir su presencia.


Anhelaban la presencia de Jesús con ellos, pero le confundieron con un fantasma. Triste situación. Estuvieron a punto de dejarle pasar de largo Marcos 6:48


La palabra de Jesús, en ese momento es: ¡Tened ánimo! ¡Yo soy! ¡No temáis! Marcos 6:50


4. En medio de la tormenta decido probar a Dios y probar mi fe


Por donde la veamos las palabras de Pedro, antes que intrepidez de fe, revelan: inmadurez, insensatez e insensibilidad espiritual. Pero Cristo siempre esta listo para en medio de la tormenta darnos una lección sobre la fe.


Inmadurez, porque busca demostración, antes que desarrollar confianza.


Insensatez, porque Jesús se ha acercado hasta la barca, el lugar más seguro para ellos y desde allí llevarles a la orilla y el abandona su seguridad para ponerse en inseguridad.


Insensibilidad, porque antes que reconocer, busca ser reconocido. Pone en riesgo su vida.


Jesús le ordena ir a él. Y que bueno que lo hizo, esa fue la salvación de Pedro. Hay algunos que ponen a prueba a Dios en el momento de la tormenta y no esperan a oír la voz de Dios sino que se bajan de la barca y por supuesto, no caminan ni medio milímetro cuando ya se están hundiendo.


La voz de Jesús que nos llama es fuerte ¡Ven a mi!, pero el viento fuerte que nos recuerda: condición y naturaleza, provoca miedo y éste nos hunde. La desesperación aparece y finalmente la angustia que nos lleva a gritar: ¡Señor, sálvame!


La mano de Jesús aparece y Pedro es salvado por segunda vez. De una situación en la que el no decidió meterse y de una situación en la que él decidió meterse. En ambos casos una cosa es cierta su fe es poca y debe crecer en esta.


Ante este doble milagro uno solo puede adorar, y así lo hicieron ¡Verdaderamente eres el Hijo de Dios!