Como vivir con gente difícil
Lucas 12:57-59
INTRODUCCIÓN
Es un hecho muy cierto que cuando un grupo de personas se encuentra junto se desarrolle algún nivel de conflicto. No se puede evitar. Una señal de que una iglesia (o un matrimonio o una amistad) es espiritualmente madura es la voluntad y la habilidad de resolver los conflictos. Al examinar la vida de nuestro Señor Jesucristo, la de los apóstoles y el ejemplo de la iglesia primitiva es imposible encontrar que no hayan experimentado conflictos. Sin embargo, lo que sí se puede descubrir es un serio compromiso de luchar en medio del conflicto con la mira de alcanzar la unidad. La única iglesia que conozco que se encuentra libre de conflictos es una iglesia muerta. Nadie está en desacuerdo con nada porque a nadie le importa nada. Por el contrario, si un grupo de personas en la iglesia, en un negocio, en la familia o en cualquier organización se compromete a salir adelante, debe aprender a resolver los conflictos. No es necesario que yo les convenza de que los conflictos son una enorme pérdida de tiempo. Una iglesia no puede lograr aquello a lo que Dios la ha llamado a ser si la gente está atrapada en pleitos por asuntos de poca importancia. Lo mismo es cierto en la familia y en el trabajo. Lo absurdo del conflicto es que muchas veces surge de algo insignificante.
Uno de los pleitos más famosos es la enemistad entre dos familias en los Estados Unidos. Esta enemistad duró doce años y costó la vida de 12 personas: 3 de una familia, 7 de la otra y 2 personas ajenas. La enemistad comenzó por un altercado debido a que ambas familias reclamaban la propiedad de un cerdo. Y a pesar de que ambas partes se despreciaban y de que ambas familias creían que su opinión era absolutamente correcta, estoy seguro que ninguno de los jefes de cada familia creía que un cerdo valía más que la vida de sus hijos. También el conflicto tiene su manera de crecer rápidamente en las iglesias. Una iglesia había crecido tanto hasta el punto de necesitar un nuevo lugar para congregarse. Después de haber terminado de construir el nuevo templo, surgió un desacuerdo en cuanto en qué parte del auditorio estaría ubicado el piano. Se hicieron de palabras, se exaltaron los ánimos y al final se dividió la iglesia. El grupo que “ganó” se quedó con el edificio, pero ya no necesitaban tanto espacio y tampoco podían pagar el préstamo que habían hecho. Así de tontos se vuelven los conflictos.
Parece que los ejemplos anteriores son casos extremos, pero, ¿en realidad lo son? ¿Alguna vez en el pasado ha tenido usted un pleito con su pareja y no pudo recordar que asunto lo comenzó? Quizá pasaron días o semanas enteras sin hablarse el uno al otro, y ahora justo un poco tiempo después es difícil recordar qué causó el conflicto. (Tal vez algunos de ustedes digan “es que usted no conoce a mi marido o a mi esposa: ¡nunca olvida ni un detalle!) En el mensaje de hoy vamos a examinar algunas de las cosas que Jesús enseñó acerca de la resolución de conflictos. Si usted está luchando para llevarse bien con los demás, este mensaje le será de gran ayuda. En cuanto a este tema, Jesús da un consejo bastante claro y sencillo. Él dijo… (58,59)Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él; no sea que te arrastre al juez y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí sin que hayas pagado aun la última blanca” Miremos estos y otros versículos más de cerca para aprender lo que Jesús enseñó acerca de cómo vivir con gente difícil. En primer lugar…
1. DEBEMOS RECONOCER QUE PODEMOS ESTAR EQUIVOCADOS.
Lo que Jesús dijo fue: “En el camino a la corte, trata de componer las cosas con tu adversario porque cuando estés frente a un juez imparcial, es posible que decida que eres tú el que está equivocado.” Cada vez que nosotros estamos en desacuerdo con alguien, por supuesto que pensamos que tenemos la razón. Es lógico. Nadie tendría una opinión o se mantendría en una posición que crea que esté equivocada. Sin embargo, como una medida de seguridad y de precaución, no importa qué tan seguro esté usted de tener la razón, no se olvide que existe la posibilidad de que usted esté equivocado. Un famoso escritor al principio del siglo veinte escribía unas críticas muy fuertes a la política y la cultura de su país. A cambio de eso, él recibía miles de cartas de personas furiosas que expresaban su enojo y rechazo. Este hombre respondía cada carta que lo criticaba de la misma manera. Él le respondía a cada persona diciéndole simplemente: “Tal vez tenga usted razón”. La solución de un conflicto comienza cuando se reconoce que se puede estar equivocado. Piense por unos momentos: Si usted tuviera razón tan sólo en un 55% de las veces, entonces podría ganar diez millones de pesos cada día en la Bolsa de Valores de México, o sacarse la lotería. Pero ¿quién de nosotros lo ha hecho? Al tratar con otra persona, acepte la posibilidad de estar equivocado. Pero eso no significa que debemos irnos al otro extremo. Tampoco debemos acobardarnos. No estoy diciendo que usted debe ceder frente a lo que sabe que es verdad. Lo que estoy diciendo es que debe escoger sus pleitos bien y con mucho cuidado. La pregunta es: ¿Qué tanto importa tener la razón en esta situación? Cada uno de los jefes de familia de la historia anterior estaba absolutamente seguro de tener la razón. ¿Pero era realmente importante un cerdo? Creo que hubiera sido más sabio decir: “Bueno, me parece que yo soy el que está equivocado. No vale la pena pelear por un cerdo “. Esa única concesión hubiera salvado las vidas de 12 personas. Cuando se encuentre en un conflicto, reconozca que es posible que usted esté equivocado. En segundo lugar…
2. DEBEMOS SER NOSOTROS LOS QUE BUSQUEMOS LA RECONCILIACIÓN
Jesús dijo, “procura en el camino arreglarte con él…” (vr. 58) Hay una canción titulada “Cuelga un lazo amarillo en el viejo roble” que trata de un hombre que había sido enviado a la cárcel y que después de un tiempo estaba a punto de regresar a su casa para estar con su familia. Como él no sabía si ellos lo habían perdonado, les pidió que colgaran un lazo amarillo en el viejo árbol de roble como señal de que sería bienvenido a casa. Si al pasar por la casa no veía el lazo, -dice la canción- “me quedaré en el autobús, me olvidaré de nosotros, y continuaré cargando con la culpa…” La historia dice que cuando el autobús pasó por su casa no había un lazo en el árbol, sino cientos de ellos. Muchas de las personas con las que tenemos conflictos desean resolverlos y dejarlos en el pasado sin importar de quien haya sido la culpa. Cuando usted da un paso al frente en busca de una reconciliación, con mucha seguridad la otra persona también da un paso al frente. Un cantante de protesta que fue muy famoso en los años sesenta se convirtió al cristianismo poco tiempo después. Años más tarde, estaba luchando en un matrimonio muy infeliz. A pesar de que tenía un compromiso serio con el Señor, él y su esposa vivían en constantes y serios desacuerdos. Habían perdido ya la comunicación y pocas veces podían conversar sin terminar en pleitos. Un día, después de haber tenido una discusión muy acalorada y en la que parecía imposible cualquier esperanza de reconciliación, él entró al cuarto donde estaba su esposa y se sentó junto a ella. En ese momento él dice que estaba dispuesto a rendirse y dejar de pelear. Se volteó a ella y le dijo: ¿Quieres que te traiga un poco de té? Un poco sorprendida por la amabilidad del ofrecimiento le dijo: Eres muy amable. Llenó la taza de té, se la dio y se sentó otra vez junto a ella. Comenzaron a platicar y ocurrió un milagro de reconciliación, porque él había dado un paso en dirección hacia ella y ella dio un paso en dirección hacia él. Desdichadamente, la reconciliación es mucho más complicada que ofrecer una taza de té. La verdad es que cuando se está en conflicto con alguien es posible encontrar personas que no tienen la mínima intención de reconciliarse con nosotros. Algunas personas prefieren quedarse en su lugar y dejar que continúen las barreras. No hay nada más que hacer con esas personas que poner todo nuestro esfuerzo por reconciliarnos y dejarlo hasta ahí. En un pasaje similar al de Lucas, Jesús dijo… Si traes tu ofrenda delante al altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. (Mateo 5:23,24) El principio que Jesús está enseñando aquí es el que repitió Pablo cuando dijo… Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. (Romanos 12:18) Como me dijo un maestro del seminario: “es posible que no dependa de ti el estar en paz, pero que no seas tú el impedimento para lograrlo.” Una vez que hayamos tratado de cubrir el hueco entre nosotros y alguien más -ya sea admitiendo que somos nosotros los equivocados y pidiendo perdón, o expresando el deseo de restaurar la comunicación rota- habremos hecho casi todo lo que podemos. Pero hay una cosa más que podemos hacer…
3. DEBEMOS DECIDIR NO EMPEORAR MÁS LA SITUACIÓN
Otro conflicto famoso fue el del Primer Ministro de Inglaterra Winston Churchill y Lady Astor. Era bien conocido que ambos se odiaban. Y aunque no se trata de ver quién tenía la culpa, hay muchas anécdotas de cómo el Sr. Churchill continuaba con esta guerra con su manera muy ágil y malévola de responderle a esta dama cuando lo agredía con sus palabras. El hombre tenía fama de que le gustaba la bebida y en una ocasión la señora Astor le dijo al Primer Ministro: “Si yo fuera su esposa, le pondría veneno a su copa de vino”. A lo que él respondió: “Señora, si usted fuera mi esposa, con gusto me la tomaría”. En otra ocasión, la dama lo acusó públicamente: “Señor Churchill, ¡está usted vergonzosamente borracho!” Y él le dijo. Es cierto, estoy borracho. Y usted es vergonzosamente fea. Pero al menos a mí la borrachera se me quitará mañana. No creo que el señor Churchill haya hecho algo para cambiar el odio que la señora Astor tenía en su contra, pero él pudo haber mantenido la relación aunque sea de algunos hilos muy delgados guardándose sus comentarios para él. Para muchos de nosotros, ésta es una tarea muy, pero muy difícil porque pensamos que tenemos la última palabra, porque pensamos que debemos responder ofensa por ofensa. Lo único que sacamos con eso es mantener la situación tensa y agitada por mucho más tiempo de lo necesario. Pablo dijo: No paguéis a nadie mal por mal (Romanos 12:17) Esto, mis amados hermanos, quiere decir que debemos acercarnos a los conflictos con la actitud de “Tal vez no pueda hacer que mejore esta situación, pero no tengo por qué hacerla peor. Me morderé la lengua y guardaré mis comentarios.”
CONCLUSIÓN
Estas tres actitudes: reconocer que podemos estar equivocados; dar los pasos hacia la reconciliación, y decidir no empeorar las cosas más de lo que están, nos ayudará enormemente a resolver los conflictos en nuestra vida. Cuando Norman Vincent Peale -un escritor evangélico muy destacado- escribió el famoso libro El poder del pensamiento tenaz, a mucha gente no le agradó. A algunos cristianos liberales no les cayó bien porque era demasiado religioso, ya que enfatizaba la oración, el estudio bíblico y la salvación por la fe únicamente en Jesús. Pero por otro lado, tampoco a algunos conservadores les agradó (como a mí), porque ellos creían que no hablaba lo suficiente acerca del pecado y el infierno. Él fue despedazado desde los púlpitos por muchos predicadores (como yo) y criticado en periódicos y revistas cristianas en todo los Estados Unidos y en otros países. Sin embargo, en ninguna de sus presentaciones en público o en sus escritos él hizo un contraataque. Cuando llegó a los noventa y tantos años de edad alguien hizo el comentario de que él había durado más que sus enemigos. En eso, un amigo suyo que lo conocía bien respondió: No. Lo que Norman ha hecho ha sido amar más que sus enemigos. También nuestro Señor Jesucristo tuvo enemigos. Pero aunque nunca comprometió la verdad, nunca dejó de amarlos. De vez en cuando usted y yo tendremos conflictos con otras personas y no podremos resolver la situación aun poniendo de nuestra parte. Sin embargo, lo que sí tenemos es el poder de amar a esa persona, derramarle montones de bondad y mantener abierta siempre y de par en par la puerta de la reconciliación. Eso es lo que Jesús hizo y continúa haciendo con nosotros hasta hoy. Y usted y yo no tenemos más alternativa que imitarlo. Mi oración es por que usted confíe en el Señor y le permita actuar en su vida.