Aviva el fuego
Todos los seres humanos tenemos y demostramos interés por el fuego, la reacción química que surge cuando una gran cantidad de calor es aplicada a alguna materia. Muchos de nosotros nos desviamos y nos salimos de nuestro camino con tal de alcanzar algún fuego que con sus llamas consuma un edificio, automóvil, casa o cualquier otra cosa que pueda ser consumida por este fenómeno. Podemos llegar a un lugar donde un incendio ocurre y quedarnos ahí hasta que las llamas sean completamente apagadas.
Es con ese mismo empeño que debiéramos los cristianos preocuparnos de que el fuego del Espíritu Santo de Dios queme en nuestros corazones. De la misma manera que nos esforzamos a llegar a un lugar a ser testigo de algún incendio, debemos llegar al altar de Dios para asegurarnos que nuestra llama se mantenga latiendo. Que no importa cuanta agua quiera el enemigo lanzarnos para apagar el fuego, permanezcamos con nuestras llamas encendidas.
En este capítulo podemos observar que Timoteo estaba pasando por una situación contraria que estaba causando que la llama del Espíritu Santo que existía en su corazón se estaba apagando. Probablemente la persecución por la cual la iglesia estaba pasando estaba causando temor en este joven que había sido llamado por Dios. Si hay algo de que debemos cuidarnos es el temor. Es el temor es responsable de paralizar al cristiano. El temor es una de las armas que el enemigo usa para tratar de apagar la llama del Espíritu Santo. Pablo le exhorta con las palabras “Dios no te ha dado espíritu de cobardía”. Quizá Timoteo estaba siendo puesto en tela de juicio por los hermanos en la iglesia que tomaban en poco su juventud. Pablo no titubeó en advertirle “Ninguno tenga en poco tu juventud”. Muchas veces el enemigo trata de apagar el fuego con los comentarios de aquellas personas que están cerca de ti. Personas que se complacen en criticar al siervo de Dios que ha sido llamado para dirigirles. Esos son los comentarios que tienes que ignorar para que la llama del Espíritu Santo se mantenga encendida. Pablo se quiso asegurar que aquel joven a quien Dios había llamado entendiera que era importante que aquel don de Dios que había sido depositado en su vida a través de la imposición de manos fuese cuidado con temor y temblor. Pablo sabía que aquel joven sin la presencia de la llama del Espíritu Santo en su vida iba a ser derrotado. Cuantas personas han dejado apagar el fuego de Dios y los vemos derrotados, fracasados, frustrados por que no fue en vano que Jesús dijo “sin mí nada podréis hacer”. Necesitamos la presencia de Dios en nuestras vidas. Necesitamos que el Espíritu Santo sea quien nos dé la fuerza que nos impulse a poder realizar el trabajo que se nos ha encomendado. Quizá Timoteo podría permanecer como pastor de aquella iglesia, pero sin la unción del Espíritu Santo ¿que eficacia tendría nuestro ministerio?
Hay cuatro funciones que el Espíritu Santo ejerce en nuestras vidas. Jesús dijo “es necesario que yo me vaya y que el consolador venga a vosotros”. Y continuó diciendo, y este os bautizará con Espíritu Santo y FUEGO. (paráfrasis) Para presentar estas funciones quiero traer a memoria unas famosas fogatas que realizábamos en Puerto Rico cuando aun era joven. Nosotros non proponíamos una noche para ir al monte y presentarnos en adoración delante de Jehová hasta la madrugada. Lo primero que hacíamos era que seleccionábamos las personas que podían ir con nosotros al monte. La razón era porque no queríamos que ninguna persona que no tuviese el deseo verdadero de ir a adorar a Dios nos fuese a ser obstáculo. Queríamos avivar el fuego de Dios en nuestras vidas y no íbamos a permitir que alguien nos fuera a ser impedimento. Jesús cuando llegó a orar por la hija de Jairo seleccionó a algunos discípulos para que estuvieran con el y dejo a Tomas fuera. Jesús mandó a sacar a todos aquellos incrédulos que estaban en el ambiente. Muchas veces tenemos tener cuidado a quien nos llevamos cuando estamos tratando de mantener la llama avivada porque estos pueden ser fuerza negativa para nuestro interés. Cuídate de con quien andas.
Una vez que llegaba la noche asignada nos dirigíamos al monte mas alto y sin conquistar que habíamos seleccionado. En el camino hacia el elevado monte habían muchos de los seleccionados que se regresaban porque quizá la subida era demasiado para ellos. Muchas veces las ramas de los arbustos golpeaban nuestros rostros, los pies a veces se torcían debido al declive tan exagerado de la montaña. Esto también causaba que algunos decidieran regresar. Pero aquellos que queríamos mantener la llama encendida tolerábamos el castigo que nuestro cuerpo pudiera sufrir. No importa que problema pueda venir a tu camino, cuando estas en la tarea de mantener tu antorcha encendida no hay diablo que te pueda hacer regresar. Tu sabes que tu vida espiritual depende de ese fuego.
Una vez llegados a la cima de la montaña, encendíamos una fogata. No la encendíamos por gusto, sino mas bien por que nos era necesario si queríamos triunfar aquella noche. Estas son las cuatro razones de las que quiero hablar.
1. Luz
Esta fogata nos alumbraba en las horas oscuras de aquella noche. Nos permitía tener una visión clara de lo que nos rodeaba y podíamos estar preparados en caso de que algún animal salvaje se apareciera. Muchas veces dejamos que la llama del espíritu se apague y no podemos ver a donde vamos. No podemos ver al enemigo cuando se esconde para hacernos mal. No tenemos la visión que nos brinda el Espíritu Santo para que podamos velar. Caminamos y como andamos en oscuridad tropezamos con facilidad y caemos en las trampas que el enemigo nos pone. Cuantos cristianos han caído por no tener luz en el camino.
2. Calefacción
Cuando el frío comenzaba a enfriar nuestros cuerpos, era la fogata la que nos servía de calefacción. Ella nos traía a la temperatura correcta que el ser humano debe traer para sentirse cómodo. Al estar cómodos podíamos permanecer en adoración toda la noche. Esto se transfiere al estado espiritual del cristiano. Muchas veces nos encontramos fríos en la iglesia porque el fuego que nos hacía estar bien cómodos se ha apagado. Estos son los que no pueden estar en adoración en el santuario porque se quieren marchar. Su temperatura espiritual que llevan no les permite poder disfrutar de el poderoso y sacrosanto evangelio que Dios nos ha otorgado.
3. Purificación
Todas las personas que conocen de cocina saben que cuando se usa el termino cocinar se refiere a la purificación de los alimentos. Estos tienen que pasar por el fuego para quitar toda contaminación, bacteria o gérmenes que puedan existir en los alimentos y así no nos cause enfermedad alguna. De la misma manera el fuego del Espíritu Santo nos quema y nos purifica. Quita toda imperfección de nuestras vidas de modo que Dios nos pueda aceptar. Nadie se come un bistec crudo. Nos gusta bien calientito y bien sazonado. Es por eso que debemos avivar nuestro fuego para que este nos presente ante Cristo aprobados. Como obrero que no tiene de que avergonzarse. Todas las malas costumbres, todos los ajos y cebollas que traemos cuando venimos a Cristo tienen que ser pasado por el fuego del Espíritu Santo de Dios para ser purificados.
4. Defensa
Hace unos cuantos meses atrás observaba un documental acerca de una tribu nómada incivilizada. Me llamó mucho la atención que estos seres humanos dieran tan gran valor al fuego. Cuando cayó la noche el cazador que estaba señalado a salir a cazar esa noche, se llevó consigo una antorcha encendida. En una mano llevaba la lanza y en otra llevaba la antorcha. La antorcha le servía de luz para ver el camino. Cuando sentía frío se la acercaba a su cuerpo. Lo mas que me interesó fue que mientras caminaba aquel difícil camino se encontró con un tigre de frente. Aquel personaje se mantuvo firme y se mantenía de frente a aquel tigre que con sus rugidos permeaba la selva de miedo. Mas aquel hombre girándose al compás de aquella bestia apuntaba su antorcha manteniendo a distancia a quien le amenazaba de muerte. Después de no mucho tiempo aquel tigre retrocedió y continuó la búsqueda de su cena aquella noche. No sé si estas entendiendo, pero aquella antorcha, aquella llama encendida fue la defensa que aquel hombre necesitó para salvar su vida. No tuvo que pelear con el animal, solo mantenerlo a distancia con su antorcha. De la misma manera nosotros que caminamos rumbo al cielo nos encontramos con el enemigo que ruge como león rugiente. Este trata de devorarnos, intimidarnos con sus rugidos. Pero cuando la llama del Espíritu Santo está avivada en nuestros corazones, la palabra de Dios se hace real en nuestras vidas “someteos pues a Dios, resistid al diablo y de vosotros huirá”.
Es mi oración que puedas mantener la llama del Espíritu Santo avivada y puedas vencer y llegar al nivel que Dios quiere que tu alcances. No temas, si Dios está contigo ¿quién en contra tuya? Que de la misma manera que nos deleitamos en ver un fuego en todo su apogeo, que nos podamos deleitar en ver el fuego de Dios en nuestras vidas quemando nuestro ser.
Si eres ministrado por este mensaje, no titubees en comunicarte conmigo escribiéndome a mi dirección electrónica.