Auméntanos la fe

Auméntanos la fe


Lucas 17:1-10 


Me acuerdo de en una novela que mis hermanas siempre veían. En esta novela salió una muchacha la cual se llamaba Esperanza. Y bueno, un día mientras que Esperanza estaba esquiando, de repente había una avalancha violente. Desapareció Esperanza. Y por días todos la buscaron, pero no podían encontrarla. Sus familiares empezaron de desesperarse y no podían comer ni dormir. Pero la abuela de Esperanza les dijo muchas veces, “Tienes que tener más fe que vamos a encontrar a Esperanza.” Y bueno, el próximo día se encontraron a Esperanza. ¡Qué emocionante! ¿verdad?


Lamentablemente, la fe que tenía la abuela de Esperanza no era la fe verdadera en Dios. Pero vemos que los familiares necesitaban más fe, y vemos en el texto para esta mañana que los discípulos se dieron cuenta que tenían la misma necesidad y por eso le dijeron a Cristo: “Auméntanos la fe.” Y así como los discípulos, también nosotros pedimos a Dios, “auméntanos la fe.” Sí, auméntanos la fe para que no dependamos de nuestra misma fe ni de las buenas obras, sino del Jesucristo nuestro Salvador. 


I. Para que no dependamos de nuestra propia fe. 


En los primeros versículos del texto para esta mañana vemos que Jesucristo les manda a sus discípulos unas cosas: primero que no causen a nadie pecar por sus palabras o acciones, y si alguien peque, que lo reprendan. Además si se arrepiente esta persona, que le perdone. Al escuchar este mandato de Cristo, los discípulos se dieron cuenta que sería muy difícil hacer lo que Cristo les había mandado, y entonces piden a él, “Auméntanos la fe.” A primera vista se parece una muy buena petición ¿verdad? Pero Cristo podía ver los corazones de sus discípulos y sabía muy bien que sus motivos no eran puros, porque no estaban confiando en él, sino en su propia fe. Y por eso les dijo, “Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro (un tipo de árbol), “Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.” El punto de Cristo está bien claro: la fe tan chiquita como un grano de mostaza, puede hacer cosas maravillosas, porque el poder no viene de la fe sino de Dios. Entonces, con estas palabras Cristo les regaña a los discípulos, porque tenían fe en su propia fe, y el depender de su propia fe es depender de sí mismo. 


Tenemos un muy buen ejemplo en Pedro: En la noche antes de que Cristo fue crucificado, le dijo a San Pedro que le iba a negar él, pero Pedro, el cual tenía mucha confianza en su propia fe le dijo a su Señor, “Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré.” Y ¿qué hizo San Pedro en esa misma noche? Negó a Cristo tres veces jurando que no le conocía. Pues San Pablo advierte a todos los que confían en su propia fe al decir, “el que piensa estar firme, mire que no caiga.” Pues, me acuerdo de una Señora en México la cual tenía cáncer. Y al saber que tenía cáncer, se desesperó, no sabía que hacer, o sea, que no podía entender por qué Dios iba a dejarla sufrir. Entonces unas de las señoras de nuestra congregación fueron para visitarla, y casi todas a la misma vez le dijeron, “Tienes que tener más fe, si confías en Dios, te ayudará.” Pero una de las señoras, una de las más tímidas, le dijo, “No es cierto. Dios te va a ayudar, y entonces puedes confiar en él.” ¿Entienden la diferencia? La protección de Dios y su poder no depende del tamaño de nuestra fe, sino de Dios. La fe no es la confianza en sí mismo sino en Dios. Si uno depende del tamaño de la fe es como fijar en su propio ombligo mientras que camina. ¿Qué va a pasar? Va a chocar con algo o caerse. 


Nosotros somos débiles, somos pecadores, y entonces si confiamos en el hecho que somos buenos cristianos y que asistimos a la iglesia, ¿qué va a pasar? Nos vamos a caer ¿verdad? Nos vamos a caer en tentación, nos vamos a caer en duda, nos vamos a caer… Y entonces, en vez de fijar en nuestro obligo, qué nos fijemos en Cristo, quien es el camino al cielo, porque él es poderoso para ayudarnos. Qué nos fijemos en Cristo porque él es confiable, o sea, Cristo siempre cumple con sus promesas. Y más importante vamos a fijarnos en Cristo porque dio su vida en aquella cruz por nuestros pecados. Cristo es nuestra confianza. Y entonces, sí, queremos aumentarnos la fe para confiar aún más en él y para poder servirle mejor. Y por los medios de gracia que son la Palabra y los Sacramentos, el Espíritu Santo nos aumenta la fe y nos ayuda a fijar más y más en Cristo al estudiar su Palabra. Y por eso es tan importante que sigamos estudiando la Biblia, no para mostrar que tan fuerte es nuestra fe, sino para confiar más y más en Jesucristo, la fuente de nuestra salvación, y para servirle mejor. Y vemos en el texto para esta mañana que los discípulos realmente querían servir a Cristo… 


II. Para que no dependamos de nuestras obras. 


Pero Cristo tenía que recordarles algo importante en cuanto al servicio: si ellos hubieran hecho todo lo que Cristo les mandó, o sea, si no hubieran causado a otros pecar, si hubieran perdonado a todos los que pecaron contra ellos, si hubieran hecho todo, todavía no merecerían ninguna recompensa, porque era su deber. Cristo hace una comparación: es como un siervo, el cual trabaja todo el día y todavía tiene que preparar la cena para su amo, pero como quiera no merece agradecimiento ni recompensa especial, porque lo que hizo su deber, nada más. Los discípulos tenían que confesar que no eran especiales si obedecieron la voluntad de Dios; tenían que confesar que eran siervos inútiles… Y la verdad es que estos discípulos nunca cumplieron con estos deberes. 


No siempre perdonaron a los que pecaron contra ellos y a veces por sus acciones y palabras aún causaron a otros pecar. Pues, eran pecadores, los cuales no podían servir perfectamente, y por eso merecían la ira y el castigo de Dios. Pero, gracias a Dios, su salvación no dependía de lo que hicieron ellos, porque la salvación viene por medio de Jesucristo, el Cordero de Dios el cual se sacrificó a si mismo por sus pecados. Cristo vino a este mundo e hizo lo que los discípulos no podían. No causó a nadie pecar, sino llevó una vida perfecta y les enseñó el camino a los cielos: pues, el camino quien es el mismo Jesús. Además, en su misericordia, murió en la cruz para poder perdonar a todos los pecados de todos los tiempos. Entonces tengo una pregunta ¿qué tan bueno es nuestro servicio? Igual como los discípulos ¿verdad? ¿Cuántas veces rompemos los mandatos de Dios? ¿Cuántas veces nos enojamos con nuestros esposos e hijos? Y aún cuando hacemos lo que debemos hacer, no debemos tener orgullo, porque sólo estamos haciendo nuestro deber, y no más. 


Mis hermanos es muy fácil creernos mejores que los demás porque asistimos a la iglesia y porque estudiamos la Biblia. Pero nosotros no merecemos la gloria, sino Dios la merece, porque nosotros somos siervos inútiles, los cuales merecemos la muerte eterna por nuestros muchos pecados. Pero nuestra salvación no depende de lo que hacemos nosotros, sino de lo que hizo Jesucristo. Por los méritos de Jesucristo, Dios nos perdona todos nuestros pecados. Hay perdón por las muchas veces que nos enojamos con nuestros familiares y amigos. Hay perdón por las muchas veces que no reprendemos a los que pecan, porque tenemos miedo de que se van a enojar. Hay perdón por las muchas veces que no perdonamos a otros, a los que nos maltratan, y a los que se burlan de nosotros. Y donde hay perdón, allí está la salvación. Pues Cristo es el objeto de nuestra confianza, que es la confianza que vamos a estar en el cielo para siempre porque él murió en la cruz por nuestros pecados. Y esta fe ya nos anima a servir a Dios, pero no para ganar algo ni para gloriar en lo que hacemos, sino porque queremos agradecerle a Dios. Por lo tanto, cuida a tu prójimo, no le causa pecar, sino exhórtalo con la Palabra de Dios. Y si tu prójimo peca, y especialmente si peca contra tí, repréndalo, porque no es amor dejar a alguien seguir en sus pecados. Al contrario, cuando le digas que ha pecado contra Dios y merece la muerte eterna, le muestras amor. Y si esta persona se arrepienta, perdónale. Dile que Cristo murió por sus pecados. Dile que le perdonas. Puedes hacerlo; yo sé que es difícil, pero con la ayuda de Dios podemos. Así como dijo Pablo, “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Entonces qué pidamos a Dios que nos aumente la fe y que sigamos usando los medios por los cuales Dios nos fortalece en la fe, o sea, su Palabra y los Sacramentos. Qué sigamos estudiando su Palabra para que no dependamos de nuestra propia fe ni de nuestras propias obras, sino completamente de Cristo. Sí, Señor, auméntanos la fe. AMEN.