Alcen la mirada y reciban creyendo

Alcen la mirada y reciban creyendo


“El creyó en esperanza contra esperanza …y no debilito en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto. (Rom. 4: 18, 19) “El Señor es mi Pastor, nada me faltará” (Salmo 23)


El salmo 23 no lo improvisó David, ni lo compuso en cuestión de días, lo más probable es que aquel niño pastor, que después llegó a ser rey, tuvo tiempo desde su temprana infancia para ir recopilando ricas experiencias en cuanto a la comunión con Dios, el pudo conocer el cuidado, la providencia y seguridad en Dios, de tal manera que con profunda convicción pudo decir: “El Señor es mi pastor, nada me faltará” Cuando se toma conciencia de la presencia de Dios, las necesidades no es que desaparezcan, mas bien son satisfechas, porque como he dicho en cartas anteriores, es una bendición tener necesidades, pues así nos hizo Dios; a través de ellas es que nos acercamos a Dios y experimentamos el gozo y la plenitud de su gracia.

Llego a la conclusión que cuando el Señor le dijo a sus discípulos: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá, fue una manera inicial de decirles que las puertas del reino de Dios estaban abiertas, y que aprendieran a confiar en la providencia continua de Dios. Pero una vez dentro descubrimos que no nos vamos a pasar la vida pidiendo, ni llamando, precisamente porque ya estamos en plena comunión y en plena satisfacción. Hemos llegado al sorprendente descubrimiento que todo llega por añadidura, como consecuencia de haberle dado la prioridad a Dios. Cuando tomamos conciencia de la presencia de Dios en nuestra vida nos invade la satisfacción y la plenitud, al grado de poder decir también, el Señor es mi pastor, él suplirá conforme a sus riquezas en gloria.

Si tuviéramos la curiosidad de saber en que momento Jesús le dijo a sus discípulos, que alzaran la mirada y miraran los campos, los cuales estaban listos para ser cosechados, descubriríamos que fue en época de invierno, y por lo tanto no era tiempo reglamentario de cosecha. Percibo a los discípulos mirarse unos a otros un tanto sorprendidos por aquella afirmación. Les llevó muchos años entender lo que el Señor les quiso decir en relación a las leyes del reino de Dios, y es que fundamentalmente hablando de eso se trata, de ver lo que no es aún, como si ya fuera, es más, se trata de agradecer anticipadamente y por fe lo que irrevocablemente viene en camino, porque lo ha prometido aquel que sabe dar mucho más abundantemente de lo que nosotros pedimos o entendemos.

Aun la vida más vacía posee en su interior el potencial para una gran cosecha, siempre y cuando sean sembradas las semillas del amor, la fe y la esperanza, y no es que se trate de mantener la mente saturada de pensamientos positivos como dicen algunos, sino de tomar conciencia de la presencia divina, la cual produce plenitud, abundancia, gozo, paz y libertad.

Sigo insistiendo, los proyectos y presupuestos humanos son imprecisos y tienden a fallar, habrás oído decir que el Titanic lo construyeron ingenieros expertos, a prueba de todo, era la maquinaria supuestamente más segura y precisa, y sin embargo se hundió en el primer viaje; sin embargo el arca de Noé no fue diseñada por expertos, las medidas e instrucciones se las dio Dios al anciano Noé, y funcionó a cabalidad. Así son las leyes universales y principios eternos del reino de Dios, son infalibles, perfectas y funcionan para con los que creen y las ponen en práctica. Jesús aconsejó a sus seguidores que hicieran tesoros en el cielo y no donde los ladrones hurtan o el orín corroe. (Mt. 6.20) Sin embargo para lograr ese estado de satisfacción, seguridad y plenitud, necesitamos a Dios a tiempo completo, y no un par de horas a la semana.

Son muchos los que suelen entrar al templo con una colección de necesidades, y buscan tramitar con Dios las bendiciones y soluciones a sus problemas, pero son muy pocos los que genuinamente entran con acción de gracias y con alabanzas como lo sugiere el salmo 100. La virtud del contentamiento cada vez es más escasa aún entre los cristianos, porque en la postmoderna sociedad en que vivimos, gobernada por el dios mercado, y que ha excedido los limites del desperdicio, la insatisfacción predomina.

No todo el mundo sabe que la gratitud y el contentamiento es el abono que fertiliza y prepara el terreno tornándolo propicio para que las semillas de la fe y la esperanza germinen y produzcan. Lastimosamente y en contraposición, el resentimiento, la amargura, el afán y la ansiedad, envenenan nuestro suelo y atrofian cualquier semilla de fe que se pueda sembrar. El principio de la gratitud y la alabanza obra en nuestra vida maravillosamente con grandes resultados, un poder increíble se desata a través de un corazón agradecido. En el capítulo 16 del libro de los Hechos se relata cuando Pablo y Silas estaban atados y presos, en esa condición ellos no están pidiendo nada, sino cantando himnos en voz alta, cuando de repente el lugar tembló, las cadenas se rompieron y las puertas de la prisión fueron abiertas. Tus ataduras pueden ser rotas y puedes salir de tu prisión de opresión si tan solo te atreves a confiar en el poder y en la suficiencia de Dios. Atrévete a alabar Dios con todo tu corazón, alábale a cambio de nada, exprésate con un corazón lleno de gratitud, y sorprendentemente comenzarás a ver en tu desierto un jardín hermoso a punto de florecer, verás con asombro como en tus campos también la cosecha está al punto de la cosecha. Ordena tu vida bajo la perfecta dirección de Dios y permite que la plenitud y el gozo sean una realidad en ti.