La soberanía de Dios
Habacuc
Introducción
Un hombre encontró un capullo de una mariposa y lo llevó a casa para observar a la mariposa cuando saliera del capullo. Un día vio que había un pequeño orificio y entonces se sentó a observar por varias horas, apreciando que la mariposa luchaba en su interior por abrirlo mas grande y poder salir. Hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento. Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del agujero para y ayudar a la mariposa pudo salir del capullo. Sin embargo al salir la mariposa tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas. El hombre espero a que el cuerpo se desinflamará y las alas se desdoblarían y volará. Sin embargo no sucedió nada y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas. No podía a volar. Lo que el hombre en su bondad no entendió era que la resistencia del capullo por abrirse y la lucha de la mariposa para salir por ese diminuto agujero, era una forma en se forzaba el cuerpo de la mariposa a enviar fluidos hacia sus alas y así promover su crecimiento y que estuviesen grandes y fuertes y luego pudiese volar. Para las mariposas libertad y el volar solamente podrán llegar luego de la lucha. Al privar a la mariposa de la lucha también le fue privada su salud. Algunas veces las luchas son lo que necesitamos en la vida. En ocasiones como esta nos preguntamos el ¿Por qué Dios no busca otras maneras de hacernos crecer en sus caminos y superar nuestros problemas? La respuesta es que si nos Dios permitiera progresar por nuestras vidas sin obstáculos, nos convertiría en inválidos. No podríamos crecer y ser tan fuertes como podríamos haberlo sido. Habacuc sabía de estas cosas. De él no sabe absolutamente nada, solo lo escrito en su libro; se cree que su profecía fue anunciada entre el año 605 al 600 a.C., cuando Nabucodonosor, rey babilonio después de destruir a la cruel Asiria, se volvía prepotente y saqueaba
I. Su soberanía es incomprensible a nuestros ojos (1:3) “¿por qué me haces ver iniquidad y haces que vea tanta maldad?
La semana anterior, reflexionábamos acerca de la bondad de Dios, decíamos que Asiria había conquistado Judá de forma violenta; sin embargo Dios a través de Nahum se mostró bondadoso. Años más tarde (605-600 a.C.) Nabucodonosor, rey de Babilonia, había destruido a la cruel y beligerante Asiría, tomando su lugar como conquistador. Jerusalén no escapó ante la mirada de Nabucodonosor y decide saquearla y tomarla, desde luego de una manera violenta y destructiva. Habacuc, posible habitante del reino del Sur de Israel, pide cuentas a Dios por sus actos, reclama en forma de preguntas ¿por qué? por que la injusticia triunfa, por que no en lugar de castigar al opresor, solo lo reemplaza por otro pero cada vez. Sentimientos de enojo, frustración e ilusiones rotas envuelven el corazón de Habacuc al cuestionar las decisiones de Dios. Los que conocemos a Dios nos gusta enfocar nuestros ojos más hacía el poder de Dios, nos agrada la idea de pertenecer a un Dios todopoderoso, todo, absolutamente todo lo puede. Nos fijamos más es eso, sin pensar que dentro de los atributos del Señor la soberanía es algo que el ejerce con mayor frecuencia en nuestras vidas, y como Habacuc cuestionamos esa soberanía y dudamos de su poder. Nuestras mente limitadas no alcanzan a comprender las decisiones de Dios, las cuestionamos, las reclamamos, las detestamos, pero pocas veces las aceptamos como parte del plan de Dios para nuestra vida y beneficio. Israel desde su mismo origen había sido un pueblo dado a la infidelidad espiritual, iba en pos de otros dioses; cuando Moisés en manos de Dios los libera del yugo egipcio, los israelitas querían regresar y ser como las demás naciones de su alrededor, copiando sus costumbres, formas de gobierno y cultos religiosos; en lugar de que Jehová fuera su Señor, vez tras vez, Israel busca parecerse más a las naciones paganas de su tiempo. Dios como autoridad máxima del universo toma la mejor decisión, escarmentar a Israel a través de esas naciones que tanto admiraba, para que fuera burla y así sanar de su idolatría.
II. Su Soberanía nos hace vivir por fe (2:4b) “…más es justo por su fe vivirá”
Paul Yonggy Cho, pastor de la iglesia cristiana más grande del mundo dice: “La mayoría de las personas solemos dejarnos mangonear por las circunstancias de la vida; pero con Cristo podemos vivir por encima y determinar las circunstancias de nuestra vida”. Que afirmación más cierta, pues veíamos que los cuestionamientos y reclamos de Habacuc hacía Dios y sus decisiones nacían de lo que estaba viviendo y de lo que le rodeaba. Sus circunstancias determinaban los sentimientos y las acciones de Habacuc. Pero mencionábamos al principio que este libro es un dialogo, y este dialogo participaba Dios dando respuesta a Habacuc. El Señor en su respuesta explica a Habacuc que es Él quién esta incitando a los babilonios a atacar Jerusalén (1:6) y que lo harán de una manera terrible (1:7-11). Pero pide a Habacuc que ponga toda su confianza en Él y sus designios, y vendrán días en que los babilonios serán castigados también (2:5).
El señor sabe todas las cosas y sabe las que son mejores para nuestra vida; nos pide vivir por fe; le pide a Habacuc que no se deje llevar por los acontecimientos que vive, sino que vea con los ojos de la fe, creyendo que Dios hará lo mejor a favor de los suyos y que no desfallezca, que todo a su debido tiempo será manifestado (2:3). Las circunstancias que nos rodean parecen determinarlo todo, nuestros planes, nuestras actividades, nuestros sentimientos, incluso nuestra confianza en Dios. Pero Dios nos invita a creer, aunque nuestro medio nos indique lo contrario. Jesús anunciaba a sus discípulos que él vencería; pero las circunstancias que rodeaban tales palabras eran diferentes, por esa razón huyen y abandonan a Jesús cuando es tomado preso para ser enjuiciado y crucificado. Las circunstancias determinaron la fe de los discípulos; pero Jesús actúo por encima de las circunstancias, al hacer que lo imposible fuera posible, vencer a la muerte, al pecado y a Satanás en su resurrección. Si queremos vivir bien debemos hacerlo depositando nuestra fe en Dios de manera absoluta y sabiendo y confiando.
III. Su Soberanía nos da gozo (3:18) “Con todo, yo me alegraré en Jehová, me gozaré en el Dios de mi salvación”
Cuando aceptamos, no dije entendemos, sino aceptamos la soberanía de Dios, entonces podremos atravesar el valle de sombras de la mejor manera. Habacuc acepto que Dios es soberano y que Él sabe lo que hace y la manera en como lo hace siempre será la mejor, pues sus caminos no son nuestros caminos y sus pensamientos no son nuestros pensamientos. Cuando creemos esta verdad y la aceptamos, las pruebas, las injusticias, los problemas nos serán menos difíciles de sobrellevar y entenderemos el propósito del Señor. El verso 16 nos habla de esto: “Tranquilo espero el día de la angustia que vendrá sobre el pueblo que nos ataca” Habacuc ya veía con los ojos de Dios, pues veía el castigo del opresor, lo veía por fe y descansaba en eso que Dios le mostraba. ¿Como desea ver tu problema? ¿con tus ojos o los de Dios? Si ves con los ojos de Dios veras el final de tu aflicción y descansarás en un día terminará. Habacuc termina con una bella declaración que debiera ser la de toda persona que busca de Dios respuesta. Pues aunque las cosas no salgan como nosotros deseamos y todo parezca imposible e inútil; a pesar de todo nos gocemos, alegremos en el Dios de nuestra salvación que hace que nuestros pies no resbalen sino que nos sostiene en los lugares altos camino a casa.
Desafío
Un soldado anónimo escribió lo siguiente hace casi un siglo:
Pedí a Dios que me hiciera fuerte para sobresalir… me hizo débil para que aprendiera humildemente a obedecer.
Pedí ayuda para hacer obras más grandes… se me dieron dolencias para hacer obras mejores.
Pedí riquezas para obtener la felicidad… se me dio pobreza para que fuera prudente.
Pedí de todo para poder gozar de la vida…se me concedió la vida para que gozara de todo.
No recibí nada de lo que pedí… pero sí todo lo que podía esperar.
A despecho de mí mismo, fueron oídas mis oraciones, Soy entre todos el hombre más bienaventurado.
Si desean ser dichoso por la eternidad acepta la soberanía de Jesús en tu vida.