Resolviendo nuestras diferencias
Génesis 31
Introducción
Gente de la alta sociedad de Francia, durante el siglo XVIII impusieron la moda de retirarse de una reunión o festividad sin despedirse de nadie, incluyendo a los anfitriones. Con el paso del tiempo era visto como mala educación el despedirse de alguien durante una reunión. A esta moda se le quedo el nombre de “Despedirse a la francesa” Sin embargo y aunque no son franceses, ni pertenecen a esa época y mucho menos son de la alta sociedad, hay entre algunos cristianos la extraña costumbre de despedirse a la francesa; si, apartarse de la comunión de la iglesia sin despedirse y sin dar ningún tipo explicación. En la mayoría de los casos (aclaro no en todos) se debe a que suceden situaciones que ocasionan conflicto, inconformidad y enojo con otros creyentes. Estas situaciones han llevado a muchos a terminar expresándose mal de la iglesia, olvidando que para Dios la Koinonia o comunión es muy importante, al grado de querer de que nos esforcemos en mantenerla y/o restaurarla si se rompe; ya que Él nos ha dado junto con Cristo el ministerio de la reconciliación (2ª Cor. 5: 18). “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5: 9 NVI) así traduce la Nueva Versión Internacional una de las bienaventuranzas de Jesús. En la que podemos notar como Jesús exalta la tarea de aquellos que activamente trabajan por resolver los conflictos y restablecer la paz. Pero tenemos que reconocer que a la mayoría de nosotros no se nos enseñan a como resolver nuestros conflictos con otras personas. Así pues el consejo que más escucho en labios de hermanos que tratan de animar a quienes abandonan la comunión es el siguiente: “¿A que vas a la iglesia? ¿A quien vas a ver? ¿¡A Dios!? Pues no debe importarte los demás, tú ve y hazlo para Dios, y que no te interesé lo que los demás hagan” ¿Este es el tipo de consejo que nos daría Jesús? O aún más importante ¿Este es el tipo de comunión que Dios tiene para nosotros? Personas que estén juntas circunstancialmente en el mismo lugar pero abismalmente separadas por situaciones, conflictos, problemas no resueltos. Llevarnos bien es el propósito de Dios para nuestras vidas como iglesia; no, no que nos toleremos y aguantemos por unas cuantas horas, sino que nos llevemos bien, que nos amemos. Pero déjeme decirle que en verdad las relaciones humanas son muy difíciles y que cuando las diferentes formas de ser, actuar y pensar se contraponen, empiezan los roces y conflictos que puede desencadenar que las relaciones se lastimen y hasta se rompan. Esto no es nada nuevo y mucho menos exclusivo de nuestros tiempos o sociedad. Desde que los seres humanos se han relacionado unos con otros ha habido estas situaciones y los hijos de Dios no son la excepción. Por eso en este día les invito a que juntos descubramos como Dios nos ha provisto a nosotros, a sus hijos, el poder resolver, solucionar nuestras diferencias y restablecer la paz en nuestras iglesias. La historia del patriarca Jacob, que posteriormente sería Israel, estuvo llena de muchos conflictos en relación a su forma de ser y de sus decisiones. Uno de esos conflictos lo tuvo con su suegro, Laban. Observemos como Jacob y Laban resuelven sus diferencias a la manera de Dios.
I. Las resolvemos cuando las enfrentamos (v. 26 NVI) “y le reclamó a Jacob…”
Jacob desde antes de su nacimiento fue un ser conflictivo (Gn 25: 22) su relación con su hermano no fue un ejemplo de sana convivencia, ya que era totalmente antagonista a él (Gn. 25: 27) A esto hay que añadirle que sus padres (Rebeca e Isaac) mostraban un favoritismo dañino (Gn. 25: 28) Los conflictos ocasionados por Jacob lo llevaron a tener que abandonar a su familia, según él para solucionarlo (Gn. 28: 41- 46) Ya en un nuevo lugar, intento rehacer su vida. Conoció a Laban, su tío, quien le dio trabajo como pastor de ovejas (Gn. 29: 7) ya allí conoció a la Raquel y Lea, quienes llegarían a ser sus esposas (Gn. 29: 23- 30) Con ellas y sus siervas (Bilha y Zilpa) tuvo 12 hijos. Durante estos eventos Jacob trabajo para su tío y suegro. Pasaron los años y un buen día sus cuñados empezaron a murmurar de Jacob, señalándolo como un abusivo en relación a que había obtenido sus riquezas robándole a su padre Laban (v.1) Jacob se dio cuenta de esto al ver también que el trato de su suegro era diferente (v. 2) En respuesta, Jacob hablo con sus esposas y les propuso irse de ahí, pues notaba que Laban ya no lo trataba como antes, además de que había abusado de él durante muchos años (v. 5-13) Sus mujeres estuvieron de acuerdo en marcharse y seguir a su marido (v. 14-16) Jacob y su familia su fueron de casa de Laban al estilo francés: “Sin despedirse” Cuantas veces nosotros actuamos de la misma manera; al momento en el que empiezan las diferencias optamos por salirnos discretamente con el argumento: “Yo no quiero problemas” y equivocadamente pensamos que huyendo, evitando y/o aparentando que no pasa nada, todo se resolverá. Sin embargo esto no es así. La mejor forma de resolver nuestros conflictos con otros es enfrentándolos, hablando cara a cara y con la firme idea de solucionar las cosas. Jacob estaba huyendo junto con su familia en lugar de aclarar con Laban lo que estaba pasando. Laban al darse cuenta “…fue tras Jacob… y le alcanzó en el monte de Galaad” (v. 23) Muy seguramente Laban los persiguió al descubrir que Raquel había robado las imágenes de sus dioses (v. 19) Pero es de importancia hacer notar que aún así Laban tomo la mejor decisión: Buscar a Jacob y aclarar las cosas; no mando mensajeros a investigar, sino que él mismo tomo la decisión y busco a Jacob y lo enfrentó (v. 26). Es Jesús en el N.T. donde nos dice que cuando un hermano peca y esto nos afecta tenemos el derecho, la responsabilidad y el deber de hablar a solas con él y trata de solucionar las cosas (Mt. 18: 15) Desde luego que la actitud que debemos expresar en esa restauración debe ser de amor, simpatía y fraternidad. No somos llamados a guardarnos las cosas, sino a expresarlas. Dice Rick Warren que cuando hacemos esto estamos manifestando madurez espiritual. Todas las diferencias personales entre los cristianos, y repito todas pueden ser resueltas si se usa el plan de Jesús. Y Jesús nos recomienda tratarlo de frente y con amor. En ninguna parte de la Biblia va usted a encontrar que guardarse las cosas o no aclararlas resuelven los problemas. Una vez Leí en algún lugar que los latinos, somos personas no acostumbradas a hablar de frente de cómo nos sentimos y preferimos callarnos, creyendo que así no pasa nada. Pero la verdad es que esa actitud solo promueve un abono constante de resentimiento y de asuntos no resueltos que a la larga minan nuestra salud emocional y espiritual. Laban pidió a Jacob una explicación y este se la dio. Esto de hablar del asunto contribuyo en mucho para que las diferencias entre estos dos hombres se resolvieran.
II. Las resolvemos cuando observamos lo bueno (v. 38) “Estos veinte años he estado contigo”
Laban pidió una explicación; Jacob se la dio y en medio de esta explicación, Jacob le dijo a su suegro que durante 20 años que trabajo para él fueron buenos años, ya que hubo prosperidad y seguridad para sus rebaños (v. 38, 39) David Yongi Cho, pastor de la iglesia cristiana más grande del mundo, dice en su libro: “La Oración, clave del avivamiento”, que los seres humanos somos muy curiosos pues grabamos las más bellas experiencias de nuestras vida sobre la superficie cristalina de una lago; pero las malas situaciones son grabadas en el frío y duro hielo, en donde no se puedan borrar. Cuando tenemos un conflicto con alguien, tendemos a olvidar los buenos momentos que pasamos juntos o en los que recibimos algún beneficio y nuestras mentes se centran únicamente en lo malo de la situación. Laban muy acertadamente enfrenta sus problemas con Jacob, pero se olvida que Jacob le entrego 20 buenos años de su vida. Laban solo se fija en lo que pierde, pero se olvida lo que ganó de manos de su yerno y sobrino. Es bueno mientras resolvemos nuestras diferencias que traigamos a la memoria lo bueno que hemos vivido, ya que esto se convierte en un bálsamo que aminora el enojo contra otros. Somos un parte importante de la vida abundante en Cristo; cuando otro creyente lo decepcione no olvide lo bueno que ha vivido con él. Una mujer de 41 años de edad, es auxiliar administrativa en California; es una mujer que recuerda casi todos los días de su vida desde que tiene 11 años. Quizá ella posea la mejor memoria del mundo. “Mi memoria fluye como una película: no se detiene es incontrolable”, dice. Recuerda que a las 12: 34 p.m. del domingo 3 de agosto de 1986, un joven que le gustaba la llamó por teléfono. Se acuerda que le sucedió a Murphy Brown el 12 de diciembre de 1988. Y también que el 28 de marzo de 1992 almorzó con su padre en el Hotel Beverly Hills. Recuerda sucesos mundiales y viajes a la tienda de víveres, sus emociones y sus climas. Prácticamente conserva en su memoria todos los días de su vida. Tiene la capacidad de recordad malo, pero también lo bueno de su vida. Esta es una gran virtud que muchos de nosotros deberíamos de ejercitar, no olvidar lo bueno, no darle más prioridad a lo malo, sino saber traer a la mente lo bueno, lo bonito, lo grato, lo amable, lo edificante, lo alegre, lo placentero que hemos vivido con otros cristianos. Recuerde lo que dijo Martín Lucero: “Tengo 3 perro peligrosos: La envidia, la soberbia y la ingratitud, cuando muerden dejan una herida profunda” Tenemos el derecho de pensar diferente; pero lo que no tenemos derecho es de desechar a otros cristianos que han contribuido generosamente en mi vida espiritual y emocional por un asunto que se puede resolver. Laban esta perdiendo más por menos; estaba mirando solo a sus ídolos y sus negocios, en lugar de mirar a sus hijas y nietos.
III. Los resolvemos cuando buscamos soluciones (v.44) “Hagamos pacto tú y yo…”
Hace más de un año tuve un paciente con una enfermedad llamada Síndrome de Wobber, la cual consiste en una fusión de las vértebras cervicales (cuello) y que se manifiesta con dolor y una parálisis progresiva de los miembros posteriores. Para poder estar seguro de mi diagnostico se le tenía que realizar una serie de radiografías de cuello, para lo cual el paciente debía estar completamente dormido, ya que al flexionarle el cuello esto le causaría un enorme dolor. Agende una cita para rayos X, llegue a tiempo y al ser recibido me dijeron que esperará, hizo notar que mi paciente iba anestesiado y que debíamos realizar lo más pronto posible las pruebas; los asistentes me dijeron que en un momento me atenderían; paso el tiempo y nadie se apresuraba; el efecto de la anestesia estaba pasando; cuando una de los residentes salió y se percató de que el perro estaba sedado y pregunto ¿Es este el paciente para diagnostico de Wobber? Si, respondí ¿Por qué no nos dijo que ya había llegado? Me volvió a preguntar muy molesta. En ese momento nos enfrascamos en dura discusión, perdiendo el tiempo mientras el perro se iba despertando; hasta que alguien de los dos se percató que esa discusión no llegaría a nada bueno y entonces se decidió buscar una solución al problema. Laban, acusa a Jacob de muchas cosas y este le responde; empiezan a invertir tiempo en tratar de convencerse uno al otro sin darse cuenta de que la discusión estaba tornándose inútil. Hasta que la luz de la prudencia iluminó al suegro y dijo: “Ven, pues, ahora, y hagamos un pacto tú y yo…” (v. 44) Laban se da cuenta de que hay que dar por terminado y resuelto ese asunto. Hace un momento mencionaba que Jesús dio a sus discípulos una serie de pasos para la restauración entre dos personas. El primer paso es hablar con el ofensor a solas, si esto no funciona, debe hacerse en presencia de dos o tres testigos sabios y si esto tampoco funciona, hay que llevarlo a la iglesia para que esta evalué y ayude a solucionar el conflicto (Mt. 18: 15- 17). En cada instancia lo que se busca es la restauración de la comunión, no una discusión de argumentos sin razón. En lo personal he estado en situaciones en las que he puesto en practica estos pasos (afortunadamente solo he llegado hasta el paso 2) y puedo atestiguar con autoridad que en la mayoría de los casos, las personas piensan que se trata de desahogarse y decirse sus verdades; algunos creen que es el espacio para desfogarse sin control; pero en realidad el propósito de esto es llegar a un buen arreglo y sobre todo a una reconciliación amistosa, sana y espiritual, valorando más la relación que en si el asunto en conflicto. Laban y Jacob estaban discutiendo y su discusión no los iba a llevar a nada, las discusiones sin sentido solo nos llevan a seguir actuando irracionalmente. El salmista nos dice: “Cuando mi corazón sintió la rabia y me punzaban hasta las entrañas, yo estaba embrutecido y no entendía, era como una bestia ante tus ojos” (Sal. 73: 21, 22) La razón es un regalo de Dios a los seres humanos, hagamos uso de ella cuando estemos buscando resolver nuestras diferencias, las discusiones sin sentido, no conducen a una restauración, la búsqueda de soluciones si. Alguien dijo: “Procuremos ser parte de la solución y no parte del problema”.
IV. Los resolvemos cuando ponemos a Dios en medio (v.53) “El Dios de Abraham y el Dios de Nacor juzgue entre nosotros…”
Un día cuatro hombres a los que llamaremos los señores A, B, C, y D se encontraron en un camino. El señor A y el señor B durante mucho tiempo habían estado fuertemente enojados, el uno contra el otro por causa de ciertos límites de sus propiedades, pues eran vecinos, y dichos límites no estaban claramente definidos. Cuando A y B se vieron no se saludaron, se hicieron reclamos recíprocamente, comenzaron a usar un vocabulario insolente y a ofenderse de palabra. Entonces A desafió a B para que pelearan a puñetazos: A comenzó, y B devolvió los golpes… Al fin A fue derrotado, y cayó al suelo. Mientras, señores C y D estuvieron observando el desarrollo de los acontecimientos; y al igual que A y B, tenían problemas entre sí. Sin embargo el señor C dijo a D: “Señor D, yo creo que antes deberíamos de orar. “Vamos a orar” dijo don D. Después de la oración dijo el señor D: “Vamos a ponernos de acuerdo; para arreglar nuestro problema yo haré mi parte y usted hará la suya. Cada uno de nosotros tiene algo de razón y ha cometido unos errores en este asunto”. El señor C estuvo de acuerdo con esto, y después de haber orado otra vez resolvieron su problema; y el domingo siguiente se sentaron juntos en el templo y juntos adoraron a Dios. Nuestras relaciones serían mejores si sólo oráramos más por ellas. Debiéramos ventilar nuestros problemas en primer lugar hacía arriba en lugar de ventilarla hacía los demás. Es interesante notar que en problema entre Laban y Jacob fue resuelto cuando decidieron hablarlo, cuando recordaban lo que uno al otro habían obtenido y cuando buscaron soluciones; pero la solución total vino cuando pusieron a Dios en medio de los dos “El Dios de Abraham y el Dios de Nacor juzgue entre nosotros…” (v. 53) Aunque esto esta en la cuarta parte del sermón esto no quiere decir que debamos acudir a Dios hasta el último momento; pues debemos notar que la mano de Dios estuvo presente durante la restauración; pues cuando Laban fue en busca de Jacob y sus hijas, iba con toda la intención de destruir a Jacob, pero la mano de Dios intervino e impidió que esto fuera así “¡Cuidado con amenazar a Jacob!” (v. 24 NVI) De no haber sido por la intervención de Dios, muy probablemente las cosas hubieran sido diferente. Dios busca nuestro bienestar y por eso nos provee de sabias recomendaciones para salir bien librados de nuestros conflictos. Déjeme compartirles un secreto: Soy una persona no ajena a los conflictos, no me gustan, sin embargo en ocasiones me he visto en la situación de vivirlos; he sido, creo yo injustamente criticado; eso me abruma y crea en mi muchas emociones adversas. Pero he aprendido ha poner esas situaciones en manos de Dios, orar a Dios y pedirle a Él que intervenga; algo así como acusar al hijo con su padre y esperar que el Padre actué con justicia y/o cambie la actitud de aquellos que me conflictuan. Y créanme funciona; si así no fuera ya no sería pastor. Dios cuida de sus hijos y en que dilema le colocamos cuando dos de sus hijos pelean; sin embargo Dios es sabio y sabe dar respuesta a estas cuestiones de la mejor manera. Dios es el único que puede resolver nuestras diferencias; de nada o de muy poco nos sirve lo demás, si antes que nada le pedimos que obre con justicia, amor y poder.
Desafío
Despedirse a la francesa no debiera ser una práctica entre los cristianos; pues el Cristo tenemos los recursos suficientes para resolver nuestras diferencias. Cuando reconocemos que tenemos un conflicto con alguien, lo mejor será hablarlo y aclarar todo, en un ambiente de respeto, amor y reconciliación. No olvidar los buenos tiempos y afirmar que puede hacer más. Buscar soluciones en vez de más problemas ayuda. Pero sobre todo buscar intervención de Dios en estos asuntos será lo mejor. Dios valora en mucho la comunión entre sus hijos; ¿Quiénes somos nosotros para destruirla con nuestras malas actitudes? Reconozcamos que estamos en un mundo imperfecto, con gente imperfecta, diferentes unos de otros y en vías de crecimiento; Cuando esas imperfecciones y diferencias nos afecten busquemos la manera de solucionarlo; Dios tiene el interés y el poder para restaurar y para reconciliar, dejémonos unir en el poderoso Jesús.