Visión del valle de los huesos

Visión del valle de los huesos


Ezequiel 37:1-28


El leccionario contiene la lectura de Ezequiel 37 para este día cuando el calendario litúrgico celebra Pentecostés. La situación de la Iglesia de hoy se asemeja a la experiencia de Israel, registrada en el capítulo 37 de Ezequiel, cuando Judá estaba cautivo en Babilonia. El Señor permitió que el Profeta Ezequiel tuviese una visión profunda a cerca de la real situación en que se encontraba la nación en ese momento. Esa visión incluía los planes de Dios para con ellos, planes que se realizarían mediante la acción del Espíritu Santo, cuyo derramamiento ocurrió precisamente en el primer Pentecostés cristiano.


I. UNA VISIÓN MACABRA


1. Fue una visión macabra: “Un valle lleno de huesos secos”. V.1.


2. Fue una visión simbólica: ” Estos huesos son la casa de Israel”. Representaban al antiguo “Pueblo de Dios” V.11. Nosotros somos ahora el Pueblo de Dios.


3. Fue la visión de una realidad deprimente: “Ellos dicen: Pereció nuestra esperanza”. V.11 ¿No nos sentimos así nosotros muchas veces?


4. Fue la visión cuyo diagnóstico, lamentablemente se repite: ¿Cómo fue posible que el pueblo de Dios llegara a esa situación? Ellos se habían rebelado contra Dios y se habían contaminado con la idolatría. V.23,24. La Iglesia por infidelidad puede llegar también a un estado semejante al de Israel y ser como un valle lleno de huesos secos. Huesos dispersos, huesos sin signos vitales, impotentes, sin eficacia para cumplir con la vocación divina. ¿No solemos encontrarnos en una situación parecida?


II. UNA VISIÓN DE RESTAURACIÓN


1. Mas la Palabra de Dios se hizo oír en ese valle sembrado de muerte: “Me dijo Profetiza” V. 9. ¡Qué necesario se nos hace también a nosotros volver a oír la Palabra del Señor!


2. El Señor se compadece y dice a su pueblo: ”Yo abro vuestros sepulcros” V.12. De esta manera anuncia el fin del exilio de Judá. Así, por así decirlo, revive el pueblo muerto en su esperanza y desarticulado en cuanto a sus instituciones sociales y religiosas.


3. El Profeta clama: ”Espíritu ven…”. Hoy recordamos el primer Pentecostés Cristiano, cuando el Espíritu vino sobre el pueblo de Dios para quedarse. El Espíritu que engendra la vida está con nosotros, nos hizo nacer, por la Palabra de Dios y si estamos decaídos puede vivificarnos nuevamente.


4. Ezequiel vio en esa visión como el Espíritu de Dios restauraba la vida en esos huesos secos y se junta cada hueso con su hueso. Vió como esos huesos dispersos se unieron por tendones, se cubrieron de carne y de piel; Vió como recobraron vida y fuerza. Dios hizo el milagro, pero la gestión del Profeta fue requerida por el Señor. Dios le puso fin al exilio e Israel continuó existiendo como nación, aunque para eso tuvo que ser capaz, casi como la crisálida, de asumir nuevas formas de vida. Lo que el Señor hizo antes, lo puede hacer de nuevo con nosotros. Mas es necesario que al igual que entonces, atendamos a la Palabra predicada, que “es la espada o instrumento del Espíritu” ( Ef. 6:17) y que cada uno la obedezca. Oremos como Ezequiel, diciendo: “Espíritu ven.. .. y sopla” y “que cada hueso, se una con su hueso” que los tendones la carne y la piel cubran los huesos (37:8) y termine la macabra situación que suele manifestarse en nosotros.


III. UNA VISIÓN DE UNIDAD DISCIPLINA, PODER Y EFICACIA.


1. “Un ejército” V.10. ¡Qué cambio más radical ocurre cuando la Palabra de Dios se hace oír y es obedecida! La Iglesia también puede ser considerada como el “Ejército de Cristo” , del cual cada uno de nosotros somos soldados. Es bueno que tengamos muy claro que la lucha no es interna ni contra nuestros semejantes, a los que debemos amar, sino contra el mal.


2. Una sola y gran nación. 37:22. Nuestra vocación por la unidad de la iglesia debe ser confirmada.


3. Un sólo Rey. En la visión ese rey es llamado “David”, muerto hacia ya varios siglos (37:22- 24.37). Cristo el Crucificado , el Hijo de David, es nuestro Rey. Mas el vive y reina , a la diestra del Padre, como lo recordábamos el domingo pasado , al celebrar la ascensión.


CONCLUSIÓN:


Es posible que si nos hace una auto evaluación, nos desalentemos y también digamos: “Pereció nuestra esperanza”. Pero roguemos al Señor que abra nuestros ojos y, por la fe, veamos nuestra iglesia restaurada, unida. Una iglesia que admita la diversidad, moderna y acorde con las exigencias de nuestro tiempo. Dios puede restaurarnos y hacer que seamos como un ejército poderoso bajo sus ordenes. Que esa sea nuestra visión y oremos que en esta celebración de Pentecostés, el Espíritu sople de nuevo, de una manera muy especial, sobre nosotros y resolvamos trabajar por hacer concreta esta esperanza, en nuestro tiempo.