La constancia que vence
Introducción
Constancia significa: Firmeza y perseverancia del ánimo en las resoluciones y en los propósitos. Persistir actuando con permanencia en algo, por el tiempo que sea necesario.
Uno de los rasgos más importantes del carácter cristiano es la constancia. La Escritura dice que aquel que persevere hasta el fin será salvo. Los que hemos creído en Cristo estamos desafiados a obtener grandes victorias en todas las áreas de nuestra vida, pero ellas vendrán solo si nos mantenemos constantes.
Enseñanza:
2 Reyes 5:1-14 Nos narra la historia de Naamán, un hombre que tenía autoridad, era adinerado, valiente, prestante, influyente y estimado. Sin embargo afrontaba una situación que le agobiaba, era leproso. Sobre esta realidad no había poder de solución en su autoridad, ni en su dinero, ni en valentía, ni en sus influencias.
V.1-2 Todos los seres humanos vivimos situaciones como la de Naamán. Muchos pensarán: ¡Pero yo no soy leproso! Y es cierto. Tal vez no tengas lepra en tu piel, pero puedes tener lepra en el alma, algo en tu ser interior que te carcome y te arranca a pedazos la paz, la armonía, el ánimo, el gozo. Quizás tengas otro tipo de enfermedad física o del alma. Es posible que tu vida financiera, tus relaciones familiares o tus condiciones laborales no vayan como desearías. En la mayoría de estas situaciones no hay poder de solución en el hecho de ocupar cargos de autoridad, no hay respuesta en el dinero, en las fuerzas personales, ni en las influencias.
Pero hay excelentes noticias para todos los hombres, como la hubo para Naamán a través de su criada. Hay un Dios, único y verdadero, que no solo puede solucionar dichas situaciones, sino que además está plenamente dispuesto a hacerlo. Estas son Buenas Nuevas que hoy deben ser reveladas al espíritu de todos los creyentes, y anunciadas a todos los que aún no conocen al Señor, tal como era el caso del general de esta historia.
V.5-7 Naamán, como muchas personas, cuando recibió la buenas nuevas, tuvo esperanza que su problema sería resuelto y emprendió la búsqueda. Es de resaltar que era un hombre que sabia estar bajo autoridad y fue a su rey para consultarle la cuestión. Lamentablemente el rey de Siria no era autoridad en los asuntos del Reino de Dios, siendo su consejo y apoyo equivocados, ya que lo envió al rey de Israel y le dio cartas de recomendación para que éste le sanara. Como Naamán fue al hombre equivocado, sufrió una primera gran decepción.
De la misma manera, cuando recibimos una promesa de parte de Dios, nuestro corazón se llena de esperanza, pero corremos el riesgo de que al tratar de hallar el camino de este cumplimiento, busquemos consejo en personas equivocadas que nos lleven a poner la confianza en algo o alguien diferente de Dios; obteniendo así una gran decepción al pensar que no era cierta la promesa. Es necesario que siempre busquemos consejo en autoridades del Reino de Dios y no en hombres que, tal vez sin pensar en hacernos mal, con sus ideas faltas de espiritualidad nos desvíen del camino correcto y obstaculicen nuestra victoria.
V.8-9 Aquí se pone en evidencia la misericordia de Dios. A pesar del error de Naamán, el Señor le envío palabra para llevarle por el camino indicado y manifestar su poder sobre él. Dios siempre está atento al caminar de los que hemos creído en sus promesas y bendiciones, dispuesto a ayudarnos a enderezar el camino para que no perdamos lo prometido.
Es importante considerar que Naamán, después de la decepción vivida, pudo negarse al llamado del profeta, abandonar la búsqueda de su bendición y volver a su casa. Sin embargo, perseveró en lo que había creído y acudió al llamado. Así también, es decisión personal, de cada uno de nosotros, el volver atrás y dejar de creer, o permanecer creyendo lo que el Señor ha prometido, y actuar de acuerdo a su dirección; aún cuando hayamos vivido algún tipo de fracaso (resaltando que el fracaso no viene de parte de Dios sino de nuestros propios errores)
V.10-12 Nuevamente Naamán se equivoca. Ahora fue la altivez, o el poder de la razón lo que lo llevó al enojo y a la decisión de volver a su casa sin la bendición por la que vino.
Quizás se consideraba totalmente digno de ser atendido directamente por el profeta (si el rey de Israel lo recibió, ¿por qué el profeta no?, si hasta tenía cartas de recomendación), entonces su ego pudo más que la esperanza de sanidad. También pudo ser que, como lo dice el texto, él esperaba que el profeta pusiera su mano sobre su cuerpo, no por altivez, sino porque pensó que solo a través de la vida del siervo de Dios podía fluir la unción de sanidad. Como su forma de pensar fue más fuerte que la esperanza entonces dejó de tener confianza y consideró que ya no había más que esperar.
Muchas veces podemos perder bendiciones por altivez, si las cosas no se hacen como queremos, si no se nos tiene en cuenta, si no se nos exalta como creemos ser dignos, entonces preferimos permanecer con nuestro Ego alto, así se pierda la bendición. Además, cuando hemos pensado que Dios va a actuar de una determinada manera, y Él decide hacerlo de otra, pensamos que no va a responder y en consecuencia dejamos de creer. Es necesario someternos plenamente a la soberanía de Dios, humillando nuestro ser y renovando la forma de pensar.
V.13-14 Nuevamente Dios manifiesta su fidelidad y misericordia. Ahora usa a los siervos de Naamán para ayudarlo a permanecer constante en su camino. Y así lo hace el Señor continuamente con todos nosotros, si es necesario envía mensajeros que nos ayuden a renovar el entendimiento para que volvamos al camino.
Naamán, nuevamente tuvo la necesidad de decidir si oír la guía de Dios y actuar conforme a ella, o seguir sus razonamientos y volver a su casa. La decisión siempre está delante de nosotros y es nuestra responsabilidad decidir por el bien, por lo que realmente conviene a nuestra salvación.
Finalmente encontramos a Naamán sumergiéndose en el Jordán. Podemos visualizarlo saliendo del agua por primera vez y mirando su piel que permanecía igual de leprosa. Sale por segunda vez y observa su piel igual de leprosa. … cuarta vez, igual de leprosa… sexta vez, igual de leprosa … Esto sí es realmente constancia, una y otra vez sin notar ningún cambio, pero manteniendo viva la confianza de que según la Palabra, a la séptima vez sería limpio. Pudo irse, después de la tercera vez, o de la quinta, o de la sexta, pero NO LO HIZO, perseveró constante, TUVO FE Y RECIBIÓ SU SANIDAD.
Conclusión:
La constancia que vence se llama fe y es lo que nos lleva a perseverar y a alcanzar las promesas. Nótese que inicialmente Naamán solo tenía esperanza, pero que con la constancia en vencer los obstáculos llegó a tener la fe necesaria para la acción final.
Los tiempos, las sazones y las estrategias para el cumplimiento de las promesas, están en la soberanía de Dios. Tú y yo solo necesitamos creer, actuar bajo su guía y mantenernos constantes en la fe y en las obras de la fe hasta que llegue lo esperado.