Como usar adecuadamente el nombre de Dios
Éxodo 20:1-17; Mateo 5:33-37
INTRODUCCIÓN
Continuamos hoy con nuestra serie de los mandamientos. Llevamos ya tres domingos en esta serie de los diez mandamientos. Los rabíes judíos han enseñado que cada nueva generación, cada nueva comunidad, cada nueva sociedad necesita volver a mirar los Diez Mandamientos y decidir qué es lo que significa para ellos. Como hemos visto, no se trata de reglas y reglamentos, sino se trata de una actitud de reverencia a Dios y una actitud de respeto por los demás. Las situaciones cambian, las circunstancias varían, pero en cada generación necesitamos descubrir cómo podemos vivir en reverencia a Dios y en respeto por los otros.
Los mandamientos tratan primeramente con nuestra relación con Dios y luego con nuestra relación con los demás, porque esa es la manera en la que todos vivimos todo el tiempo: tanto en un plano vertical (para con Dios) como en el plano horizontal (para con los demás) Los Diez Mandamientos comienzan con una declaración de lo que Dios ha hecho por su pueblo: los había liberado de la esclavitud en Egipto, y luego vienen los mandamientos como la respuesta del pueblo hacia lo que Dios había hecho. Primero fueron liberados y después Dios les mostró cuál debería ser la respuesta adecuada al Dios que los había liberado. Esta es la manera en la que podemos usar constructivamente nuestra nueva libertad para no abusar de ella. El pueblo hebreo que había sido liberado de la esclavitud recibía ahora el mandamiento de mostrar por medio de sus vidas que se habían vuelto personas libres: libres para relacionarse con los demás con amor, cuidado, respeto porque ellos mismos habían sido tratado por Dios con amor, cuidado y respeto.
Los domingos antepasados considerábamos los primeros dos mandamientos: No tendrás dioses ajenos delante de mí y No te harás imagen ni ninguna semejanza. Esos primeros dos mandamientos están allí para enseñarnos que si no ponemos a Dios en primer lugar en nuestras vidas, mejor no avancemos en los siguientes mandamientos. Si Ud. se perdió las primeras dos predicaciones puede solicitar un casete con las grabaciones. Necesitamos adoptar la idea de que Dios ocupe el primer lugar para que el resto de los mandamientos tengan su verdadero significado. Uno de mis principales problemas en la escuela tiene que ver con recordar algunos nombres o apellidos porque son difíciles: Emir Paralizábal; o Domani Canaán Kafur; Aquí en la misión me fue difícil recordar el apellido del hno. Alcáuter. Muchas veces la gente que está cerca de estas personas no logra pronunciarlos bien, y seguramente las personas con estos nombres se sienten un poco frustradas porque la gente no logra recordarlos y pronunciarlos correctamente. Tal vez porque uno muestra respeto al usar con cuidado el nombre de los demás.
El tercer mandamiento que consideraremos en esta ocasión trata con la misma idea de respeto al nombre de Dios. El nombre de Dios representa su ser. Respetamos a Dios y la posición que tiene cuando honramos su nombre. Si yo trabajara para el Presidente de México, yo me referiría a él como Sr. Presidente a pesar de que yo lo conozca por varios años. Otra cosa sería irrespetuoso a su posición y su persona. Otra área es en la vida militar, donde los asuntos d respeto y honor son de gran importancia. Allí siempre se dirigen al uno al otro según su rango; y el mínimo incumplimiento de estas reglas es tratado con seriedad. Hoy miraremos el tercer mandamiento, que la mayoría de la gente supone que trata de insultar o jurar. Pero va mucho más allá. Hoy comenzamos con el reto de descubrir qué es lo que significan para nosotros los demás mandamientos.
El tercer mandamiento se traduce tradicionalmente en español así: No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano. Una traducción más literal dice: No usarás el nombre de Jehová tu Dios para aquello que no es real. O también se traduce así: No prestarás falso juramento en el nombre de del Señor tu Dios. Otras traducciones más contemporáneas dicen: No pronuncies el nombre del Señor tu Dios a la ligera; No hagas mal uso del nombre del Señor tu Dios; No usarás el nombre de Jehová tu Dios en vano ni en forma irreverente. No usarás el nombre de Dios para apoyar algo que no es cierto.
EL NOMBRE DE DIOS
¿Qué quiere decir el nombre de Dios? En los pueblos orientales, el nombre era mucho más que un distintivo; pretendía reflejar era parte del carácter de la persona que lo llevaba. Esta práctica persiste hoy en las culturas del lejano oriente donde los nombres de la gente son en realidad características de la gente. El nombre de una persona revelaba su naturaleza. De igual manera, en el A.T. Dios se revelaba de diferentes nombres: cada uno apuntaba alguna de sus características relevantes al momento en el que se daba a conocer: por ejemplo:
JEHOVÁ: Yo soy el que soy: el Dios verdadero, el siempre presente, el Dios del pacto;
ELOHIM. El nombre de Dios Omnipotente, Creador y Sustentador de todo.
JIREH, El Señor proveerá;
RAFA El Señor sana;
Shalom, El Señor es nuestra paz;
EL SHADDAI: El Dios todopoderoso;
JEHOVÁ SABAOT: El Señor de los ejércitos;
EL OLAM: El Dios eterno. Entonces, el nombre de Dios significa todo lo que es verdadero acerca de él, todos sus atributos, todas sus características. El nombre de Dios representa su misma persona. Por eso, el mal uso que le demos a su nombre, refleja una terrible falta de reverencia a la persona misma de Dios. Por eso Dios dice que no pasará por alto esta ofensa.
EL MAL USO DEL NOMBRE DE DIOS EN LA ÉPOCA DE JESÚS
Tomar el nombre de Dios en vano significaba algo muy específico en la antigua cultura hebrea. Como en muchas otras culturas, en el antiguo Israel hacer juramentos y promesas era parte esencial en las interacciones y asuntos cotidianos. Jurar por algo o por alguien era como una garantía o testimonio de cumplir lo que se había prometido. Jurar en el nombre de Dios entonces era la garantía más grande de que pretendía cumplir con lo dicho. Si alguien juraba por Dios esa era una buena indicación de que la persona estaba diciendo la verdad o de que de verdad haría lo que acababa de decir. Hoy se hace lo mismo. “Te lo juro por la memoria de mi madre, o por mis hijos”. En las cortes judiciales de los EE.UU. antes de declarar, la gente jura sobre la Biblia decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
El problema era que para no deshonrar el nombre de Dios diciendo algo que no tenían la intención de cumplir, o que no era cierto, la gente no juraba en el nombre de Dios, sino que usaba el cielo, la tierra, la ciudad santa de Jerusalén, o su propia cabeza. El chiste era hacer una promesa o juramento sobre alguna cosa terrenal porque en caso de cumplirlos no había tanto problema. Y de ese modo se hacía un mal uso de los juramentos, votos y promesas entre la gente, y por ende, se violaba el tercer mandamiento. Es dentro de este contexto en el que Jesús dijo las palabras de Mateo 5:33-37. (Leer) Jesús no estaba anulando el uso correcto de juramentos y votos; (Dios mismo hizo juramentos a Abraham y a David), sino que la enseñanza era que debería bastar un simple sí o no en nuestras conversaciones con la gente para que supieran si estuviéramos hablando con la verdad o no. Jesús prohíbe la hipocresía. No deberíamos jurar por el cielo, por la tierra, por nuestra cabeza, ni por nada de esta tierra porque De Jehová es la Tierra y su plenitud. Deberíamos decir sí o no y esperar que la gente crea que hablamos con la verdad. Entonces, la forma como entendían los hebreos este mandamiento consistía en no usar el nombre de Dios de manera trivial, vulgar e irreverente. La gente no debería usarlo por ejemplo para convencer a alguien de que algo es verdadero cuando en realidad es falso. Lo que tenemos aquí es la condenación de un juramento impertinente, innecesario, profano hipócrita para usar en la conversación diaria. Jesús nos manda a ser veraces en palabra, pensamiento y hechos.
EL MAL USO DEL NOMBRE DE DIOS EN NUESTRA ÉPOCA
Ahora es probable que a Ud. le hayan enseñado este mandamiento de manera diferente. Tal vez le dijeron que no debemos usar el nombre de Dios en frases como “¡Te lo juro por Dios!” o “¡Dios mío!”, o “¡Jesús bendito!” “¡Dios de mi vida!” “¡Ay Dios (diosito)!”, “¡Santo Dios!”, “¡Jesús”, “¡Por Dios!” y muchos otros ejemplos conocidísimos.
Aunque estas enseñanzas no se desprenden directamente del pasaje ni del contexto, la aplicación no está del todo mal. Debemos darle al nombre de Dios un uso santo y reverente. Por eso, las frases anteriores, al decirlas sin pensar en lo que reflejan, se vuelven en meras frases automáticas que expresan sorpresa, convirtiéndose en serias ofensas que deshonran al bendito nombre de Dios. No olvidemos que el nombre de Jesús es el nombre que está por encima de cualquier otro nombre; es el único nombre por el que podemos ser salvos. Quizá una de las formas más convincentes en que mal empleamos el nombre de Dios es cuando mal reflejamos a Dios. Decimos que somos de él pero no lo reflejamos correctamente. Nos llamamos cristianos o seguidores de Cristo pero no hay mucho o nada en nuestra vida que lo refleje a él. Al llamarnos cristianos estamos representando a Cristo en este mundo. Además, Cristo nos enseñó a santificar el nombre del Señor por eso cuando nuestras vidas son contrarias a lo que es Él su carácter y su naturaleza, manchamos su buen nombre. A eso se refieren textos como Rom. 2:24, Tito 2.16. (Hablar de textos o frases en playeras, pescaditos o en calcomanías, etc. que dicen lo contrario de lo que hacemos)
Leer: Mateo 7:21-23 El Señor nos llama a vivir consistentemente. No es suficiente pronunciar su nombre. Debemos reflejar su carácter en nuestro diario vivir. Algo menos que eso es altamente ofensivo a su precioso nombre. Una vez que sus amigos sepan que Ud. es un cristiano, no olvide que estarán observándolo y sacando sus propias conclusiones acerca de quién Ud. y quién es su Dios. Entonces no ponga ninguna calcomanía si no tiene la firme intención de representarlo bien cuando maneje. No se ponga una playera cristiana en la escuela o en el trabajo si no está decidido a vivir como un hijo del Rey. Es más, ni le diga a otros que es Ud. cristiano si no pretende llevar ese nombre responsablemente. En síntesis:
Usemos el nombre de Dios con reverencia y respeto.
Cumplamos nuestras promesas
Hablemos siempre con la verdad, sin exageraciones
Démosle siempre la Gloria y gracias a Dios en todo
Vivamos de manera consistente con nuestra profesión de creyentes