No tendrás dioses ajenos delante de mí
Éxodo 20:3
INTRODUCCIÓN
Vivimos en una sociedad muy religiosa pero que conoce muy poco a Dios. Basta con leer unas cuantas noticias de sucesos policíacos para darnos cuenta que la gente de hoy -al igual que ayer- vive en plena y abierta desobediencia a la voluntad de Dios. Lo que necesitamos desesperadamente es regresar a los mandamientos de Dios. La Biblia dice que las palabras de Dios son vida. Hoy vamos a considerar el primero de los mandamientos, el más grande de todos los demás; o mejor dicho la clave para guardar los demás mandamientos. Y lo digo así, porque si Ud. cumple cabalmente éste, es un hecho que estará guardando los otros nueve.
Pero antes de entrar al primero, notemos algo que es muy importante: Dios dice: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. En estas palabras tenemos dos poderosas razones para obedecer los mandamientos del Señor: Primero, él es el único indicado en darnos reglas para nuestra manera de vivir porque sólo él es Señor. Él es el único autorizado para mandar y darnos órdenes simplemente porque no hay otro como él. Sólo él es Dios. En segundo lugar, él nos da estos mandamientos no para hacernos sentir miserables, ni para esclavizarnos, sino todo lo contrario, porque ese mismo versículo dice que él ha probado su amor por nosotros. Dios probó su amor por los israelitas al sacarlos de Egipto y él ha probado su amor por nosotros en la cruz y en otras muchas formas. Estos mandamientos nos han sido dados no en el enojo de Dios, sino de su amor. Y es por eso que deberíamos considerarlos.
I. ¿QUÉ SIGNIFICA EL PRIMER MANDAMIENTO?
Dicho de una manera negativa, este mandamiento nos dice que no debemos tener otros dioses en lo absoluto. Dicho de manera positiva, Dios dice: ¡Debes tenerme a mí como la persona más importante y la influencia más grande en tu vida! Es imposible que el hombre pueda vivir sin un objeto de adoración. Todos los que no adoran al Dios verdadero inventan un dios falso que les permita vivir en pecado y hacer lo que quieran. Un ídolo no es sólo una estatua, o una imagen de metal o madera. Un ídolo es todo aquello que ocupa la posición de influencia en nuestras vidas, algo que se interpone entre Dios y nosotros. Dios nos dice en este pasaje que ninguna persona, cosa, ideología, propósito debe interponerse en nuestra adoración a Dios.
Jesús ilustró muy bien lo anterior en la historia del joven rico: Lc. 18:18-27 Este hombre influyente vino a Jesús y le hizo la pregunta de la vida más significativa: ¿Qué se debe hacer para heredar la vida eterna? Jesús le dijo que debería guardar los mandamientos. El hombre pensaba que ya los había obedecido, por eso Jesús le dijo que la única cosa que le hacía falta era venderlo todo y dárselo a los pobres. Pero, ¿Por qué Jesús le dijo eso al joven rico? Le estaba diciendo que debemos hacernos pobres para entrar al cielo? No. Lo que Jesús hizo fue tomar el primer mandamiento y aplicarlo a la vida de este hombre. El Señor sabía que la confianza de este hombre estaba en sí mismo, estaba en lo que poseía. De modo que Cristo señala la raíz del problema: este hombre estaba controlado por lo que tenía y no por aquel que se lo había dado. Las riquezas se habían convertido en su dios, y de esta forma había quebrantado el primer mandamiento.
II. ¿CÓMO VIOLAMOS HOY EL PRIMER MANDAMIENTO?
Es muy fácil para nosotros menear la cabeza al leer de este joven rico. Sin embargo, nos parecemos a él más de lo que podamos imaginar. No somos atraídos por algún dios de piedra, pero sí por dioses emocionales, materiales, religiosos, intelectuales e inclusive ídolos sensuales, que tienen el mismo efecto en nuestras vidas. Debemos identificarlos antes de poderlos eliminar.
A. El ídolo de las posesiones materiales Este es, desde luego, el problema que tenía el joven rico, pero también es un problema que prevalece en una país como el nuestro, porque en lugar de poner nuestra confianza en el Señor, confiamos en nuestra cuenta bancaria o en nuestros ahorros, en nuestra educación, en nuestra apariencia, en nuestros bienes, etc. Y lo que sucede es que nos pasamos toda la vida persiguiendo lo material y lo que sucede finalmente es que nunca llegamos a tener suficiente, nunca encontramos la satisfacción que estamos buscando y lo peor: nunca nos enfocamos en los asuntos eternos de la vida. Jesús contó de un granjero que tenía mucho. Trabajó muy duro y le fue muy bien. Así que decidió hacer unos graneros más grandes para almacenar su riqueza para que pudiera vivir tranquilo en su vejez. Su confianza estaba en lo que tenía. Pero esa noche iba a morir, y de lo que este hombre tonto no alcanzó a darse cuenta fue que nunca pensó en lo que tendría después de no tener lo que ya no tenía.
B. El ídolo de los apetitos Pablo escribe en Filipenses 3:18,19… Qué fue lo que hizo que estas personas e convirtieran ene enemigos del evangelio? Que su dios era su apetito. Ah, caray! Para mí, esto es lo más convincente de todo. Cada vez que compro algo porque me siento mal y creo que el comprar algo me hará sentir mejor, estoy violando el primer mandamiento. Cuando miro cosas aun cristianas (como libros, o música) para dejar de sentirme mal hago de las cosas un ídolo en mi vida. Cada vez que compramos algo que no podemos pagar ( o que no necesitemos realmente) pero lo compramos de todas formas (después de justificarlo, o de dar una excusa) violamos el primer mandamiento, pues muestra que no estamos contentos con lo que Dios nos da. No confiamos que él suplirá nuestras necesidades, no creemos que su tiempo es perfecto. En lugar de eso, queremos eso ahora mismo, y de esta manera permitimos que nuestro apetito tenga más influencia en mi vida que el Señor. Y esto lo podemos ver en muchas áreas:
Cuando compramos un artículo (ropa, zapatos, equipos electrónicos) no por necesidad, -sino por estar de moda- nos estamos inclinando a nuestro apetito y estamos haciendo tesoros en la tierra en lugar del cielo.
Cuando recortamos lo que le damos al Señor para gastar en nuestros pasatiempos, estamos inclinándonos a nuestros apetitos.
Cuando llenamos nuestras mentes con basura de los medio de comunicación-o las famosas telenovelas- estamos postrándonos ante nuestros apetitos.
Cuando agredimos a otras personas o nos negamos a perdonarlas estamos confiando en nuestro juicio por encima del Señor.
Cuando no nos resistimos a mirar las imágenes de los cuerpos masculinos y femeninos semidesnudos, estamos cediendo a nuestros sentidos.
C. El ídolo de la ambición Muchos permiten que sus carreras y sus ambiciones se conviertan en un ídolo. Si nuestro deseo supremo es tener éxito en nuestra carrera, somos culpables de idolatría. Hay muchos que dicen no ser culpables de esto, pero sus sueños despiertos, sus ilusiones y fantasías, sus temas de conversación sólo tienen que ver con son sus carreras, con el dinero o con sus posesiones materiales. Se preocupan muy poco o nada por la obra del Señor y se dedican la mayor parte de sus esfuerzos a buscar la prosperidad económica y la satisfacción de sus ambiciones.
D. El ídolo de la familia Existen muchas personas que son manipuladas y controladas por sus familias. Inclusive algunos creyentes se dejan dominar por la influencia de sus padres y familiares inconversos, hasta el punto de interferir con su dedicación a los compromisos con la obra del Señor. Se sienten tan comprometidos con ellos que descuidan los asuntos del Señor y su obra; las palabras del Señor en Luc. 14:26 vendrían muy bien que las escucharan: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
E. El ídolo de la opinión de los demás Mucha gente vive para agradar a los demás. Le preocupa cómo lo verán las otras personas, y no cómo Dios los ve. Se pasan el tiempo preocupándose en su manera de vestir, de vivir de tal manera que las otras personas le den su aprobación. Hacen, compran, van, se divierten , visten, se entretienen como los otros, y de esta manera hacen de los demás un ídolo que se interpone en su caminar con el Señor. Están dispuestos a sacrificar sus propios gustos y preferencias si éstas no están de acuerdo con la opinión generalizada. Van a donde va la mayoría, no importa si van en contra de los caminos del Señor.
III. ¿PUEDO OCULTAR MI IDOLATRÍA ?
Dios manda que no tengamos dioses ajenos delante de Él. Eso equivale a “en su presencia” o “delante de sus ojos”. O sea, no podemos ocultar nuestros ídolos; no podemos dejarlos en nuestras casas para ir a adorar a Dios. El escritor de Hebreos nos advierte: Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. Si nuestro dios es visible o invisible, Dios lo ve. Nuestro Dios es celoso y no aceptará una adoración a medias. No permitirá que ningún ídolo ocupe una parte de nuestro corazón. El mundo está lleno de personas que quieren adorara Dios el domingo, pero a sus ídolos en el resto de la semana. Dios recalca que es celoso; pero este celo es el nacido del deseo de proteger una relación de amor, de un amor que exige lealtad y fidelidad absolutas, como en el matrimonio. Es por eso que el adulterio es uno de los pecados más graves, porque no sólo es el quebrantamiento de los votos matrimoniales, sino que es la destrucción de una relación de amor. Dios se manifiesta en su palabra como el “esposo” que está casado con su pueblo, los creyentes. El amor celoso de Dios exige una lealtad y fidelidad absolutas, que no se compartan con NADIE. Entonces, cualquier compromiso o contaminación con los ídolos de este mundo provoca a celos al Señor. Pablo dice: Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Y en relación con los ídolos advierte: ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él? Dios nos ama tanto que su intenso deseo por nuestro bienestar no permitirá que ningún rival ocupe nuestros afectos. El amor de Dios no es débil, ni indiferente al pecado, por eso, en s amor santo Él aborrece cualquier cosa que haga daño a sus elegidos.
CONCLUSIÓN
Martín Lutero dijo que si quebrantamos cualquiera de los otros mandamientos hemos quebrantado el primero. Y de igual manera, si guardamos el primer mandamiento, también deberíamos guardar el resto. Qué rápido pasamos por alto este primer mandamiento. Pero no deberíamos hacer eso. El primer mandamiento es el fundamental. Jesús dijo “donde esté vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón. Las últimas palabras del apóstol Juan en su primera carta fueron: Hijitos, guardaos de los ídolos. Así que la pregunta clave es: ¿dónde está su corazón? No responda tan rápido. Recuerde el mandamiento. NADA debe tener mayor influencia sobre nuestras vidas, sobre nuestras decisiones y sobre nuestros deseos que el Señor. Él se merece y se ha ganado el derecho de dirigir nuestras vidas. Él nos ha demostrado que es digno de confianza, bueno y amoroso. Entonces, ¿Qué debemos hacer?
Primero, debemos hacer un análisis del alma. Necesitamos evaluar el poder que le hemos dado a los medios de comunicación. Piense en cuántas horas le dedica al televisor, las revistas, la radio, o la Internet. ¿Cómo se compara con el tiempo que le da a las cosas del Señor? ¿Qué es lo que realmente tiene más influencia en su vida? Necesitamos echarle una mirada a las cosas que tenemos guardadas en nuestras casas para identificar aquellas cosas a las que le damos una mayor devoción que a Dios mismo. Y cuando las hayamos identificado necesitamos llamarlas por su nombre: son ídolos. Y luego debemos eliminarlas de nuestras vidas, o darles un uso correcto que glorifique a Dios. Necesitamos preguntarnos: ¿Dependo más de mi habilidad que de Dios? Tengo más deleite en las cosas que en Dios? ¿Estoy trabajando para obtener cosas que no durarán o para las cosas que son eternas?
Segundo, necesitamos reconocer las consecuencias de la idolatría. Cuando nos volvemos a un ídolo, estamos parados en contra de Dios. Y esa nunca es una buena idea. El Señor disciplina a quien ama. Dios ha prometido terminar la obra que ha comenzado en cada creyente. Eso significa que él apartará nuestros corazones del ídolo… y o más probable es que duela mucho, al igual que un niño que se porta mal. Es mejor admitir que hemos hecho mal para evitar peores consecuencias que vendrán después.
Tercero, necesitamos regresar al Señor. Pablo nos dice que nosotros estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, pero que Dios nos dio vida juntamente con Cristo. Si Ud. se ha visto involucrado en algún tipo de idolatría, es hora de que deje la necedad de continuar en ella y volverse al poder transformador de la gracia del Señor. Acuda a sus brazos. Acuda a los brazos del amor de Cristo. Confiésele su pecado. Arrepiéntase de todo corazón. Confíe en su misericordia y viva cada día únicamente para glorificarle siempre.