Experimentando la transformación de la Gracia
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma i1magen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3.18)
El plan de Dios es transformar nuestra vida, de tal manera que podamos vivir en la dimensión de la verdad, de la integridad, del amor y de la luz. Dios quiere glorificarse en el mundo mediante el testimonio de personas nacidas de nuevo, hombres y mujeres que han experimentado el poder de su amor, creyentes genuinos que puedan compartir su fe en Jesucristo, y que a su vez comunican las virtudes de la gracia de Dios para salvación de la humanidad Uno de los himnos cristianos más conocidos por su dulce melodía y maravillosa declaración es aquel cuya primer estrofa dice: «Oh Gracia Admirable, don de amor, que a mí pecador salvó, perdido andaba yo, mas Cristo me encontró, fui ciego. visión me dio.
Podrían tus familiares y amigos conocer a Jesucristo por medio de ti? Refleja tu vida de alguna manera un cambio que pueda impactar la vida de otros? No se trata de conocer una vastedad de la Palabra de Dios, sino de conocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de nuestra vida, porque en última instancia las Sagradas Escrituras, lo que hacen, aparte de revelarnos a Dios y su trato con la humanidad, es llevarnos a Jesucristo, quien es el autor y consumador de nuestra fe, el personaje central de la Biblia, agente de la gracia de Dios manifestada para redención y paz. La respuesta a nuestros conflictos y problemas sociales únicamente se puede encontrar en el evangelio de la gracia.
Hoy tenemos más consejeros, terapeutas, sicólogos, neurólogos y siquiatras, más que en cualquier otro periodo de la humanidad, y sin embargo estamos más embargados que nunca, nuestra desesperanzada sociedad está alejada de Dios y como consecuencia no hay paz ni esperanza. Jesucristo sigue siendo la respuesta, él vino para darnos vida abundante, conocimiento de la verdad, él mismo se proclamó como el camino, la verdad y la vida; vino para inculcar fe en nuestros corazones, transmitirnos su paz, darnos poder para vencer las circunstancias y amor para vivir con dignidad y llenos de dicha.
La Palabra de Dios establece en Romanos 3:23 que por cuanto todos pecaron, están destituidos de la gloria de Dios; afirma también la Biblia que la paga del pecado es muerte, pero que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús. Dios dice la Biblia, muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Ahora bien, estas y otras tantas declaraciones de esta naturaleza no solamente establecen el hecho de que Dios nos ama y que en Cristo nos ha salvado y redimido, sino que también está el sorprendente y maravilloso resultado de una transformación que se opera en los creyentes como consecuencia de haber conocido a Dios y experimentado el poder de su gracia.
Dios mismo provee los medios para que en nosotros se opere un cambio radical para que mediante el arrepentimiento y la fe nos convirtamos de todo corazón, y disfrutemos de su presencia. La religiosidad no nos puede salvar, ni mucho menos suscitar en nosotros una nueva criatura, la Biblia dice en Efesios 2.9 que por gracia somos salvos mediante la fe, por lo tanto Dios es fiel y poderoso para ayudarnos en nuestras debilidades, limpiarnos de toda maldad y de todo pecado, renovar nuestra mente y entendimiento para caminar siempre en pro de la verdad.
La sangre de Jesucristo tiene poder, a Dios le ha placido salvarnos y él promueve el que seamos transformados de día en día. Romanos 12.1 y 2 Corintios 3.18. Se transforma nuestro carácter, nuestra naturaleza y nuestra perspectiva. Somos seres en transición pero en constante renovación. Un ejemplo de esto lo encontramos en la carta a Filemón, en donde el apóstol Pablo le suplica a su amigo Filemón que reciba a Onésimo, un esclavo que le había defraudado, y que conoció en prisión, pero que ahora, como consecuencia de su conversión a Jesucristo estaba transformado en una nueva criatura. No se trataba de que Onésimo se había convertido en un hombre bueno y honrado, y que estaba arrepentido de sus faltas, sino de un hombre transformado en creyente, discípulo de Jesucristo y exponente de la gracia divina. Recordemos que no se trata de un revestimiento religioso, ni de una barniz de piedad, sino de una vida tocada por el poder y la gracia de Dios. Es como la arcilla tomando forma en manos del alfarero, o la amorfa roca cincelada en obra de obra de arte.
Hay muchas cosas que obstaculizan el fluir de la gracia de Dios en nosotros, y por lo tanto la nueva vida no se evidencia en la vida del creyente, su fe es invalida, no tiene eficacia, porque simplemente se ha limitado a ser una fe intelectual y no vivencial. Jesucristo viene a ser únicamente un personaje bíblico e histórico, incapaz de alterar el ritmo de nuestra vida, y mucho menos capaz de transformarla. Indudablemente hay un camino que recorrer, pecados a los cuales renunciar y disciplinas que fomentar para encajar perfectamente en el plan de Dios y disfrutar de su gracia plena. Sigo creyendo que no hay pecado peor que el de la pereza, porque la pereza es contraria a la gracia, nos torna indiferentes, descuidados e indolentes.
La pereza genera todos los demás vicios y pecados que batallan contra el alma, por lo tanto es necesario tomar la seria determinación de levantarnos en el poder de la Palabra de Dios, aceptar la gracia incondicional de Jesucristo y reclamar las grandes bendiciones que se derivan de conocer a Dios en trámites personales. Dice San Pablo que somos transformados de gloria en gloria, como por el Espíritu del Señor. Aún cuando esta declaración suene bastante utópica e incomprensible, tenemos que aceptar que esta transformación la opera Dios mismo, es el triunfo de la gracia produciendo en personas pecadoras, comunes y corrientes, nuevas criaturas, transformadas a partir de una renovación espiritual que se va dando cada día en la medida de nuestra relación con Dios. ¡Esta es la vida abundante y llena de propósito! Esta es la vida a la cual Dios nos ha llamado, él quiere que sus hijos e hijas disfruten de su presencia constante a partir de una continua renovación espiritual.