La espada de Damocles
“Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres: El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello…” Eclesiastés 6:1-2
“Tenés que disfrutar de la vida…”
“La vida pasa pronto y hay que vivirla ahora…”
Escuchamos a diario estas y otras declaraciones similares. ¿Qué es disfrutar de la vida? Algunos creen en el aquí y ahora. Viven conforme a aquella vieja frase que decía: “comamos y bebamos que mañana moriremos…”. El placer sexual, estomacal y mental es su objetivo.
Otros viven para el poder. Son avaros. Creen en su propia divinidad. Un viejo filósofo llamado Epicuro buscaba otra forma de placer. El decía: “Cuando decimos que el placer es el fin, no hablamos de los hartos, ni de la sensualidad, sino de la ausencia del dolor físico y de la ataraxía (ausencia de turbación) del alma…”. Epicuro deseaba ausencia de dolor físico y ausencia de turbación en el alma.
No existe tal cosa.
Una vez más, la pregunta se impone: ¿Qué es disfrutar de la vida?
Nosotros respondemos: Disfrutar de Dios. No es posible disfrutar de la vida mientras estamos alejados del Dador de la vida. No es posible disfrutar de la vida si no disfrutamos de Dios primero. Dice la Biblia: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
Afirmamos entonces que es posible disfrutar de la vida, pero para que ello ocurra, primero debemos disfrutar de Dios.
¿Conoce usted a Dios? ¿Disfruta de él?
Nuestro mensaje está dirigido a todos aquellos que no viven satisfechos, que no disfrutan de la vida, que ven como pasan los años sin que puedan alcanzar sus sueños y sus metas personales.
Lo primero que decimos es que Dios hizo todas las cosas para que el hombre pueda disfrutar de ellas.
Cuando Dios creó el mundo quedó satisfecho con él. “Y he aquí que era bueno en gran manera”. No hay cosa creada que tenga un fin pernicioso en sí misma. Todo ha sido previsto por la sabiduría infinita del Creador. La historia que siguió a la Creación habría de desequilibrar un sistema que era perfecto. Cuando el hombre aparece en escena es puesto como el gran administrador de la Tierra. Bajo su responsabilidad y dominio queda lo hecho por Dios. Al principio todo funciona bien, pero usted conoce la historia del pecado original. En Adán, la raza humana en su totalidad queda separada de Dios por propia y voluntaria elección. A partir de aquel momento fatal, toda la raza humana y aún la naturaleza, caen bajo las consecuencias de lo que Dios llama pecado.
Sin embargo, Él, en su infinito amor, preparó un plan de salvación para el hombre. Les envió a sus profetas, les levantó reyes y jueces, y dispuso a sus escritores conforme a la inspiración del Espíritu Santo. Ellos dieron testimonio del amor de Dios, de una nueva oportunidad para el restablecimiento de la comunión perdida.
Toda la Biblia clama: ¡HAY UNA NUEVA OPORTUNIDAD! ¡HAY SALVACIÓN PARA EL HOMBRE PECADOR! ¡ES POSIBLE SER FELIZ EN LA TIERRA! Todo el mensaje de la Biblia es un llamado de Dios a los hombres para producir una reconciliación que salve al hombre y lo ponga de nuevo sobre el camino original. Con Cristo el hombre puede ser feliz, la vida tiene una razón de ser. La paz, el amor, la satisfacción, dejan de ser una utopía.
Sin embargo, hay muchos que rechazan a Jesús. Que no desean oír su voz. Que desean seguir solos por el camino de la vida.
Ellos rechazan a Dios pero desean “salud, dinero y amor”. Dios es el Señor de estas tres cosas tan deseadas, pero hay quienes las buscan sin buscar a su dueño. Es, sin dudas, una lucha sin descanso y sin paz. Tratan de quitar de las manos del Señor de la Tierra sus bendiciones para luego marcharse lejos y disfrutar de ellas. ¡Imposible! es allí donde se cumple nuestro texto de hoy: “…el hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello”. Es una verdadera locura luchar contra esta verdad. Es una batalla perdida para quien lo intente. ¿Disfrutar de la vida sin tener a Jesucristo como el Señor de la vida? ¡Imposible!
Se cuenta de un rey llamado Dionisio que era; según decía Damócles, el lisonjero, el hombre más feliz de la tierra. Cada vez que Damócles veía pasar al rey, proclamaba con voz fuerte: “Aquí va el hombre más feliz de la tierra..!!!”. El rey, quien no estaba de acuerdo con la proclama del lisonjero, mando a buscarlo para que participara de un gran banquete. Una vez en el palacio, Damócles fue vestido con las ropas del rey y ubicado en la cabecera de la mesa. Allí le sirvieron platos exquisitos, y mientras observaba las danzas y disfrutaba del buen vino del palacio del rey, colgaron sobre su cabeza una espada que quedó suspendida del techo por un delgado pelo de caballo. De esta manera, el rey intentó explicarle al lisonjero en que consistía su tan publicitada felicidad.
Las personas que viven sin Cristo saben de lo que estamos hablando. No hay experiencia de vida que reporte un placer completo. Falta algo. Hay un vacío. Hay temores. Hay culpas. Hay turbación mental. Y Dios no desea esto para nosotros…
Cristo cambia la espada por la bandera de su amor.
Cuando el hombre cree en Jesús es librado de sus culpas y pecados. Cuando un hombre deja al Señor manejar toda su vida llega la verdadera paz. Él puede al fin descansar, pues su vida está en las manos de Dios. Con mucho o con poco él puede ser feliz, ya no depende de las cosas sino de su Salvador. Dios cambia entonces la espada de la justicia y extiende su amor sobre la cabeza de los que vienen a Cristo.
Volvemos a preguntarnos: ¿Se puede disfrutar de la vida…?
¡Se puede! la Biblia dice: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tu y tu casa”.
¿Salvos de qué…? – Salvos del pecado; que nos ha robado la perfección primera y su pureza. Salvos de las consecuencias del pecado, que trae sobre nuestras vidas dolor, angustia y muerte espiritual. Salvos de la condenación eterna; que ha sido preparada para todos aquellos que nieguen al Señor Jesús.
Si su vida necesita un cambio, usted necesita a Cristo. Haga una oración ahora mismo. Cuéntele lo que hay en su corazón. Pídale perdón por sus pecados. Él lo perdonará y le dará una nueva vida. Con Cristo todas las cosas adquieren sentido. Con Él todas las cosas pueden disfrutarse.
“El que no escatimó ni a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Romanos 8:32).