La salvación está al alcance de todos

La salvación está al alcance de todos


Texto Base: Josué 2.1; 6.1-27 

Introducción:

Las Sagradas Escrituras nos dicen que el enemigo tiene engañado al mundo. En realidad, la mentira es la única forma que Satanás tiene para conseguir adeptos. Una de esas mentiras consiste en hacer creer a las personas necesitadas que Dios no es lo suficientemente bueno y misericordioso como para perdonar todo tipo de pecados. 

Hoy estudiaremos la historia de Rahab, una mujer extranjera pecadora que fue salvada porque creyó a Dios. Y a través de su historia veremos que DIOS SALVA A TODO AQUEL QUE CREE EN ÉL. 

I. En primer lugar, veamos los ANTECEDENTES DE RAHAB. ¿Quién es esta mujer? 

Rahab es prostituta: las mujeres que ejercían este oficio se desempeñaban como sacerdotisas en las religiones cananeas; por lo tanto, era una ocupación considerada honorable en esas culturas paganas, ya que sus desviadas actividades sexuales eran ofrendadas a sus dioses. 

Rahab vive en Jericó: ciudad pagana y enemiga de Dios, famosa como fortaleza, que estaba asentada en los territorios que Él había entregado a su pueblo elegido, el que debe recuperarlos guiado por el líder estratega Josué. 

Rahab posee una especie de posada donde recibe a los que requieren de sus servicios. Por ser este un lugar público es ideal para la labor de recolección de información que deben realizar los espías enviados por Josué, por eso han llegado hasta aquí. 

II. En segundo lugar, veamos las ACTITUDES DE RAHAB. ¿Qué hace de especial esta mujer? 

Ella aprovecha las oportunidades.  Al saber que estos dos hombres son espías pertenecientes al pueblo de Dios, ella ve la gran posibilidad de su vida; la destrucción de Jericó es inevitable, así es que Rahab hace un trato con ellos para poder ser librada del aniquilamiento que se avecina. 

Ella se arriesga por lo que cree, pues protege a los espías escondiéndolos en el terrado de su casa; los ayuda diciéndoles cómo pueden librarse de ser capturados; se enfrenta a su propio rey negando la presencia de los espías; efectivamente, Rahab miente: no podemos exigir moralidad a alguien que es parte de una cultura inmoral y que no conoce otra forma de vida; su motivación es correcta, pero sus medios pecaminosos; Dios no acepta la mentira bajo ninguna circunstancia: Satanás es el padre de la mentira. Rahab está luchando por salir de ese sub-mundo y se opone a su propia cultura. 

Rahab reconoce la gravedad de su situación, sabe que está en el bando perdedor; ella sabe que Dios ha dado esta tierra a Israel, ella dice que el temor del pueblo elegido ha caído sobre todo el territorio de Canaán, incluso dice que todos en Jericó han desmayado a causa de los israelitas. 

Rahab confiesa a los espías lo que sabe: que Dios es Dios en los cielos y en la tierra y que, por lo tanto, es su Dios; sabe que Dios ha hecho prodigios con y en su pueblo escogido. Todos saben de los milagros. El conocimiento del poder de Dios está sembrado por todas partes, y, por sobretodo, ella sabe que también será misericordioso con ella y la salvará . ¡Qué seguridad! 

Rahab procura también la salvación de los demás: intercede ante los espías por su familia y sus posesiones, después de que su petición ha sido recibida, va y comunica a sus amados lo que ha de acontecer . De alguna manera, ella realiza una labor evangelística en medio de los suyos, pues les habla de su situación que les llevará a la muerte: la inminente destrucción de la ciudad y, también les cuenta de la segura salvación, si ellos la aceptan. 

Rahab cumple su parte del pacto: Reúne en su casa a toda su familia con sus posesiones, cuelga el cordón rojo desde la ventana que era la señal acordada y, sin salir de la habitación, esperan. 

III. Finalmente, veamos la RECOMPENSA DE RAHAB. ¿Qué recibe? 

La salvación. Rahab y todos los que al igual que ella habían creído fueron salvados junto con sus posesiones. 

La inserción en el pueblo de Dios. Rahab y los suyos habitaron entre los israelitas, el pueblo de Dios. La tradición judía la consideró como heroína nacional. 

El reconocimiento. Rahab es recordada entre los grandes de la fe porque creyó verdaderamente a Dios. (He 11.31) Y no solamente creyó, sino que también actuó y, por ello, es recordada junto a Abraham por sus obras. (Stg 2.25) 

El más grande honor.  Rahab fue la tatarabuela del rey David, de cuyo linaje descendió el Salvador de toda la humanidad: el Señor Jesucristo. (Mt 1.5-6) 

Conclusión: 

Rahab había oído de los milagros hechos a favor de Israel, y se había convencido de que Dios era el Dios verdadero. Y cuando se vio con los espías decidió, aun a costa de su propia vida, que su parte sería con Israel y su Dios. La salvación de esta mujer demuestra que aun cuando Dios esté preparando el juicio, Él se agrada de cualquier persona que «le teme y hace justicia» (Hch 10.35), es decir, cualquiera que lo hubiera intentado habría escapado de la destrucción. La historia de Rahab nos muestra todo lo que Dios puede hacer en la vida de una persona: de idólatra a creyente, de enemiga a colaboradora, de pecadora a santa. Hoy usted escucha estas palabras porque el Señor quiere salvarle. Usted está en la misma situación que Rahab, tal vez no compartan el mismo oficio, pero sí la misma necesidad. Usted también está en el lado perdedor, pero como Rahab usted va a aprovechar hoy la oportunidad para ser salvo; ella no se preocupó de lo que iban a decir los demás, su único interés estaba en la posibilidad de ser librada junto a su familia. El cordón rojo colgando de la ventana indicó a los atacantes que ese lugar no podía ser destruido. La sangre que Cristo derramó por toda la humanidad y que nos lava de todo pecado es la señal que indica que no podemos ser destruidos. Usted que aún no ha recibido a Cristo en su corazón como Salvador personal, acérquese al trono de la gracia, venga y haga un pacto con Dios a través de Jesucristo su Hijo, no tema, no hay pecado que sea más grande que el amor y la misericordia de Dios. Venga tal como es, el Señor le conoce, con Él no necesita usar máscaras, Él transformará su vida. 

Repita esta oración conmigo: “Dios, te doy gracias porque hoy he entendido que también me puedes salvar a mí. Perdóname por todos mis pecados y por no haberte aceptado antes. Sé que tu misericordia está a disposición de todo el que quiera alcanzarla y yo quiero ser salvo. Entra a mi corazón, cambia mi vida, sé mi Señor y Salvador y ayúdame a servirte. Sé que me has escuchado. Gracias, Señor. Amén.”